El dilema de Rafa (63 años) empieza a ser poco común. Hoy nuestra memoria está almacenada en una nube, en nuestras redes sociales o en el disco duro del ordenador. Nada de esto se estilaba en el matrimonio de este empresario y su esposa, fallecida hace algo más de año y medio y, como consecuencia, su casa está llena de fotografías y recuerdos personales de toda una vida juntos. Hace tres meses conoció a una mujer algo más joven en una aplicación de búsqueda de pareja y tres citas después decidió llevarla a casa a cenar. "La experiencia -relata- fue un desastre. Al ver el panorama de fotos, salió huyendo con la excusa de que creía que yo aún no estaba preparado. Me dijo que no quería estar en una casa en la que, entre plato y plato, sobrevuela un fantasma".
Sin necesidad de que Rafa nos dé más detalles, la escena nos lleva a 'Rebeca', uno de los clásicos de Hitchcock. Basada en la novela homónima de Daphne du Maurier, la película retrata la vida de un matrimonio en el que el fantasma de la primera esposa fallecida es una constante. Su argumento inspiró en psicología el llamado síndrome de Rebeca, que suele referirse tanto a los celos patológicos hacia la pareja anterior como a la obsesión de quien busca en la nueva relación un reflejo de la persona fallecida, repitiendo el mismo patrón y escogiendo a alguien que incluso se le parece. En cualquier caso, la relación resulta muy complicada.
Rafa continúa su proceso de búsqueda, pero su cabeza estalla cada vez que piensa que se repetirá ese momento. Todas sus dudas se las hemos planteado a Óscar Castillero, psicólogo de la clínica Psiconexia, y estas son sus respuestas para sacar de su atolladero tanto a Rafa como a quienes pueden verse en este mismo trance.
Inicialmente, la presencia de fotografías u otros enseres podría generar dolor al recordar la pérdida, pero también son una fuente de alivio y consuelo. Pueden servir de gran ayuda de cara a la recuperación del duelo para procesar la situación e ir integrando la ausencia en su vida. Tendrá que llegar a aceptar la pérdida y a adaptarse a una vida sin la persona amada. Una fotografía es el reflejo de quien compartió gran parte de nuestra vida. Mantenerla presente recuerda esos momentos.
Cada uno de nosotros tenemos nuestro propio proceso de duelo, nuestro tiempo y necesidades. Lo recomendable es huir de los extremos. Retirarlas rápidamente para evitar sufrimiento es una estrategia disfuncional. El dolor ha de sentirse y procesarse adecuadamente. La decisión contraria, es decir, no tocar nada y dejarlo todo tal y como estaba cuando aún vivía puede reflejar una esperanza de que el fallecido volverá, una esperanza que no se verá cumplida.
El inicio de una nueva relación puede ser un proceso complejo. La pérdida de la anterior relación ha sido involuntaria y puede existir sensación de culpabilidad, traición o infidelidad al fallecido. Sin embargo, no implica dejar de lado los recuerdos o lo que significó la persona fallecida. No se trata de sustituir, sino de generar una nueva relación que será diferente de la que se ha perdido. Es importante que el superviviente no intente establecer comparaciones o que la nueva pareja sea una extensión de la anterior. Tampoco la nueva pareja debe luchar contra la persona fallecida, sino valorar que se trata de alguien que fue importante y cuya pérdida le supuso en su momento un gran dolor.
Por eso, en lo que respecta a fotografías o recuerdos, dependerá de las necesidades de la persona y su entorno, así como de la comodidad de ambos. No se trata de ocultar los recuerdos que se tengan, sino de que ambos sientan valorados sus sentimientos. Deben respetarse las posesiones de la anterior pareja, si bien podría ser conveniente que se guarden para hacer que la nueva relación tenga su propio espacio y centrarse en crear de manera conjunta.
Es esencial tener comunicación al respecto. Esa imagen es un reflejo de alguien que fue muy importante y si alguien intenta hacer que deje de estar presente podría interpretarse como una manera de borrar o de hacer que disminuya la importancia de la vida compartida entre ambos. La situación puede ser aún más compleja si en la anterior relación había hijos, especialmente si estos son pequeños, que pueden vivir esta circunstancia como una usurpación del papel de uno de sus progenitores.
Una nueva relación puede implicar sentimientos de dolor, culpabilidad, traición, ansiedad o angustia con respecto a lo que implica de cara a su pareja perdida. Ambas partes necesitarán hablar para poder expresar sus sentimientos, dudas y miedos, así como para que entiendan la postura del otro.
Gestionar estas sensaciones es complejo. Es recomendable que la persona se plantee en primer lugar, antes de empezar una nueva relación, qué es lo que busca y las expectativas que tiene al respecto. Es necesario reflexionar sobre ello y también sobre el hecho de que la persona fallecida no se ve sustituida ni borrada por la llegada de una nueva pareja. Son relaciones diferentes. Puede ser de utilidad escribir una carta a la pareja fallecida, o establecer un diálogo con ella, en la que desde el respeto le exprese lo que ha significado y sigue significando, así como su voluntad de empezar una nueva. La mayoría de las personas querrían ver a sus parejas felices, con lo que puede resultar de utilidad pensar que tal vez la persona fallecida querría que intentara rehacer su vida.