Nunca pensamos nuestras viviendas como un lugar para pasar 24 horas, pero el confinamiento ha desencadenado una serie de cambios en muchos aspectos de nuestra vida. También en nuestras casas. Y los cambios en la vivienda acaban afectando a la ciudad entera. De todo esto ha venido a hablarnos Paz Martín en directo a nuestra cuenta de Instagram, donde cada semana, en su sección de 'Uppersgram', 'La edad por el tejado', nos habla de la relación entre arquitectura, sostenibilidad y envejecimiento activo.
La irrupción de la covid en nuestras vidas ha hecho que se incremente una tendencia que ya se había iniciado con anterioridad: el 'nesting' (término que viene de la palabra inglesa 'nest', que significa nido). Esto, que comenzó siendo la filosofía de quedarse en casa durante el fin de semana por placer, haciendo lo que realmente a uno le gusta, con el fin de reducir el estrés y la ansiedad, hoy se ha ampliado por necesidad. Hemos pasado de sentirnos mal en nuestras viviendas a hacer de ellas auténticos templos del bienestar.
La plataforma de reformas de hogar 'Habitissimo' realizó un estudio entre sus usuarios para conocer la relación de los españoles con su vivienda durante el confinamiento y analizó las reformas derivadas de él en los meses de verano. Muchas de nuestras viviendas no estaban preparadas para ser habitadas 24 horas, (los espacios, la ventilación, los exteriores…) y esto ha servido de aprendizaje, para plantearnos cuáles son nuestras necesidades reales y cómo deberíamos reestructurarla para nuestra nueva vida.
Los espacios más reformados, por este orden, han sido: el salón para poder trabajar, practicar deporte, con un espacio para los niños para poder conciliar eventualmente; la cocina para hacer bizcochos sin fin; y la terraza para poder hacer ejercicio. El grupo más numeroso de personas por franja de edad que ha realizado estas reformas ha sido el de los uppers, en concreto el de la franja de 50 a 59 años.
Si estamos pensando en reformar, ¿por qué no pensar más allá de la covid y adaptar nuestra casa a nuestro yo del futuro y tener en cuenta el salón, el baño, la cocina, la distribución, la iluminación, la energía…?
La mayoría de los uppers vivimos en viviendas que fueron construidas hace años, mayoritariamente entre los años 60 y 80. Muchas de estas viviendas tienen portales desfasados, con escaleras incómodas y con problemas de accesibilidad. No hay que olvidar que hay muchas viviendas que no disponen de ascensor. Por otra parte, muchos de estos edificios tienen espacios comunes que en su día fueron creados para compartir entre los vecinos (sala de juegos, gimnasio, salas de reuniones), y que hoy en día permanecen vacíos y sin uso. También y no menos importante son las pérdidas energéticas de estos edificios.
Es tendencia ahora (también porque la ley obliga a ello cuando hay algún vecino que tiene problemas) el adecuar los espacios comunes de los edificios para mejorar su accesibilidad. Y esto está siendo una gran oportunidad para mejorar de manera increíble esos portales.
Por otra parte, esos espacios sin uso se están empezando a repensar y a reclamar, para adaptarlos a las necesidades de los habitantes de los bloques: espacios para hacer taichí, bibliotecas, o, por qué no, si hay que trabajar desde casa y no tenemos espacio para hacerlo, un coworking.
También debemos recordar que la huella energética de los edificios es más contaminante que los coches. Europa en sus fondos COVID nos obliga a la rehabilitación de estos.
El teletrabajo ha llegado para quedarse y las nuevas formas de hacerlo han hecho que el debate sobre cómo deberían ser las oficinas del futuro haya empezado. ¿Valen las que hay? ¿Hace falta hacer más? ¿Es lógico que nos desplacemos distancias largas con lo que eso conlleva con respecto a la contaminación para ir a trabajar? Por primera vez en años vamos a trabajar cuatro generaciones a la vez, en entornos de trabajo más flexibles.
La vida de proximidad también ha llegado para quedarse. La preocupación por el medio ambiente, el evitar desplazamientos en pos de la ecología, la necesidad de nuevas formas de convivencia más cercanas, y también la necesidad de espacio abierto para caminar han hecho que valoremos más nuestras calles, y sintamos la necesidad de que las aceras sean anchas y se conviertan en un lugar donde poder hacer deporte, sentarse al aire libre…
Cuando pudimos salir tras el confinamiento, todo el mundo se lanzó a hacer deporte y se podían ver calles llenas de gente y vacías de coches. El covid ha hecho que nos demos cuenta de que nuestras calles están mal diseñadas y la gente esté empezando a reclamar cosas para sus barrios y sus calles, un reclamo de calidad del diseño urbano y conservación del mismo. Nos hemos dado cuenta de que la ciudad es para nosotros.
Esto, inevitablemente, afecta a la ciudad. El mundo del urbanismo está ahora debatiendo acerca del 'Crono urbanismo' o 'La ciudad de los 15 minutos': un programa de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, realizado por su asesor urbanístico, Carlos Moreno, que plantea dividir grandes urbes en zonas. Gracias a este urbanismo de proximidad se podría dotar a los barrios de tal manera que en 15 minutos andando se pueda tener todo lo necesario para vivir con comodidad: ocio, comercio, espacios verdes, educación, salud, trabajo… En resumen, que no necesites desplazarte fuera para consumir, es como hacer pequeños pueblos dentro de la ciudad. Así, las ciudades serán amables para envejecer y más sostenibles.