Irene Nonay o cambiar la farmacia por el campo: "Cultivo los almendros como me enseñó mi abuelo"
Irene Nonay un día colgó su bata de farmacéutica para volver al pueblo y cuidar de los almendros de su familia
La joven cuenta que sigue cultivando tal y como lo hacía su abuelo, aunque también implementa nuevas técnicas y tecnologías
Sobre el relevo generacional del campo explica que "la gente se alegra mucho de que haya jóvenes que decidamos seguir"
La agricultura es uno de los sectores más importantes de la sociedad. Sin trabajadores del campo, ¿qué frutas y verduras meteríamos en la cesta de la compra? Pero el campo se encuentra con un problema: el relevo generacional. Ahí están los datos, tres de cada cinco agricultores tienen más de 55 años, y la tendencia dice que en unos años la media de edad de los trabajadores del campo será aún más alta. Lo cierto es que hay jóvenes que rompen con la tendencia y han vuelto al pueblo para dedicarse al campo, como es el caso de Irene Nonay.
Esta joven de 29 años se licenció en Farmacia y ejerció su profesión, pero un día colgó la bata y abandonó las recetas médicas para dedicarse en cuerpo y alma a los almendros que su abuelo cuidó en las Bardenas Reales. ¿Cómo se recibe a una joven en el campo? ¿Qué trabas se ha encontrado? ¿Cómo ve el relevo generacional? Hablamos con ella.
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Desde tu infancia has estado familiarizada con la agricultura, ¿por qué no decidiste dedicarte a ello en un primer momento? ¿Qué fue lo que te empujó a cambiar la farmacia por el campo?
Durante muchos años nos han impuesto el discurso de que para prosperar en la vida hay que irse cuanto más lejos de casa (y del pueblo), mejor. Dedicarse al campo siempre ha sido una opción poco valorada y mucha gente piensa que es porque no sabes dedicarte a otra cosa cuando en realidad la agricultura es muy compleja y hay que saber de muchos temas para conseguir sacar un cultivo adelante.
Hubo un día en el que me di cuenta de que, si yo no seguía con la tradición familiar, todo lo que habían trabajado mis abuelos y mis antepasados se iba a perder, me daba muchísima pena y como a mí siempre me ha gustado el campo decidí que quería dedicarme a ello.
¿Te encontraste con dificultades cuando comenzaste a dedicarte de lleno a la agricultura?
Detrás de un cultivo hay muchas horas de planificación, coordinación, organización, estudios de viabilidad… y muchísima burocracia, en especial cuando empiezas, el papeleo es interminable, la administración no lo pone nada fácil.
Tu familia lleva varias generaciones dedicándose a los almendros. ¿Cómo conseguiste tus conocimientos sobre el campo? ¿Todos de tu familia?
Dedicarse al campo es muy sacrificado y duro, muchas veces se trabaja de lunes a domingo, muchas semanas seguidas, desde que te levantas hasta que no puedes más, creo que los sacrificios que implican sacar un cultivo adelante se aprenden en casa. Además, tienes que saber de tantas cosas distintas que solo se aprenden con la experiencia que alguien tiene que guiarte y enseñarte.
¿Sigues investigando/aprendiendo para combinar la tradición que has heredado con nuevas técnicas que van surgiendo?
Por supuesto, hay que seguir formándose. La agricultura evoluciona a una velocidad de vértigo, hay que combinar los conocimientos tradicionales con las nuevas técnicas y tecnologías.
¿Notas diferencias entre la agricultura que hacía, por ejemplo, tu abuelo, y la que se hace ahora?
Mi bisabuelo araba con caballerías, casi todas las labores se hacían a mano. Con mi abuelo empezaron a llegar los primeros tractores y las primeras máquinas. Ahora la maquinaria y la tecnología que hay facilita mucho el trabajo, hace que sea menos duro físicamente. Aun así, yo cultivo mis almendros como me enseñó mi abuelo y con las ventajas que ofrece la maquinaria de hoy en día.
Hace poco contabas la historia del tractor que has comprado, Romero, y cómo un conocido de tu abuelo recordó el nombre de una de las yeguas de tu bisabuelo, ¿qué te dicen los que conocieron a tus abuelos o bisabuelos y hoy ven que has tomado el relevo generacional?
La gente se alegra mucho de que haya jóvenes que decidamos seguir. Siempre me cuentan lo trabajadores que eran, a mi bisabuelo le costaba 6 horas ir desde casa hasta el campo con sus dos yeguas. Tenía que quedarse allí toda la semana, volvía a casa el sábado por la tarde a por víveres y el domingo, después de misa, volvía a irse toda la semana. También me cuentan cómo mi abuela dirigía toda la explotación familiar, ella tomaba todas las decisiones respecto a qué cultivo se iba a poner cada año, dónde vender las cosechas, etc.
¿Crees que está habiendo el suficiente relevo generacional en el campo para que se sigan trabajando las tierras?
El relevo generacional es un problema muy importante para el sector, ¿qué vamos a comer cuando no queden agricultores? Es una profesión muy dura, muy sacrificada e incierta, a veces, aunque te esfuerces, es tremendamente injusta y las cosas no salen como tenías planeado. Un día puede helar o granizar y perder tu cosecha y tu trabajo de todo un año. Los precios que cobramos por nuestros productos son los mismos que hace 30 años, los costes no paran de subir y la administración no nos lo pone precisamente fácil.
Cultivamos bajo unos estándares de calidad excepcional cumpliendo normativas muy estrictas de la Unión Europea y después permiten que se importen productos que no cumplen los mismos requisitos, a precios más bajos y que compiten deslealmente con nosotros.
¿Qué le dirías a un joven que está pensando en volver al pueblo?
Cada uno tiene que hacer lo que le gusta, ni todos estamos hechos para vivir en un pueblo ni todos estamos hechos para vivir en una ciudad. Si es lo que quiere hacer, adelante. Hay que poner en una balanza los beneficios que nos aporta una cosa u otra, valorar los pros y contras y tener un plan que llevar a cabo.
¿Cómo te ves dentro de 30 años?
Igual que ahora, entre mis almendros y con la misma ilusión que ahora por seguir creciendo, ampliando mi explotación agrícola, diversificando con otros cultivos y con la satisfacción de dedicarme a algo que me apasiona.