España arde con furia. Más de 70.000 hectáreas en seis comunidades han sido calcinadas por los incendios en lo que va de mes. Para los bomberos son días especialmente duros. A la destrucción de la biodiversidad y de la fauna se suman varias pérdidas humanas. Fernando, madrileño de 52 años, vive en Astorga (León) y pertenece a la Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) de Castilla y León, una unidad de personal altamente especializado que nació siguiendo el modelo estadounidense de los HotShot Crews, cuadrillas de bomberos forestales que trabajan en las partes más desafiantes de los incendios.
Los peores fuegos están en su comunidad y especialmente en León y Zamora, por lo que nadie mejor que él puede ayudarnos a conocer cómo se siente la tragedia en primera persona y en primera línea de fuego.
Es el peor verano en 15 años, ¿qué está ocurriendo?
Lo que está pasando en España es el resultado de una mala gestión de los incendios. Estamos llegando tarde y mal a los puntos en los que se origina el fuego. Los recursos humanos son cada vez más escasos y los protocolos están impidiendo una respuesta inmediata. Una vez que saltan las alarmas, tardamos al menos 20 minutos en salir. Cuando llegamos, las llamas ya están campando a sus anchas. Deberíamos entender que el fuego es como la educación de un hijo. Si no corriges a tiempo, va a ser muy difícil tomar el control.
Se está apuntando al cambio climático como gran causante de esta intensidad. ¿Un bombero lo ve también así?
No digo que no sea un factor a tener en cuenta, pero no se puede utilizar como chivo expiatorio para no cambiar de estrategias y buscar soluciones más efectivas. La ola de calor se vio venir, hay cosas que se podrían haber evitado. El desbroce y la limpieza del terreno en invierno no se hace bien y lo peor es que, una vez acabe el verano y los fuegos estén sofocados, quienes pueden tomar decisiones se habrán olvidado.
¿Qué pasa por tu cabeza cuando tienes que enfrentarte a llamas de varios metros?
Solo actúo. Cuando llegas al fuego la mente ya está lista para trabajar rápidamente y de forma eficaz. Tal es la intensidad del momento que no piensas en nada más. Solo en ese servicio que tienes que cumplir de la mejor manera y con el mejor resultado.
¿Cómo vences el miedo?
Jamás he sentido miedo, solo respeto. El miedo paraliza y es algo que un bombero no se puede permitir cuando hay una situación de emergencia. El respeto, sin embargo, es diferente porque te ayuda a tomar decisiones rápidas y valientes, pero acertadas.
Una vez que estás en casa y puedes tomar distancia con el fuego, ¿cambia la perspectiva?
Siento impotencia. Como profesional, veo que hay cosas que se podrían haber evitado actuando a tiempo. La respuesta debería ser inmediata porque cada segundo el fuego avanza y cuando llegamos a veces ya es impredecible, sobre todo si hay cambios en la dirección del tiempo. A menudo tengo que quitar las imágenes. Entiendo que las decisiones se toman en los despachos, pero no concibo que no se nos escuche a los bomberos.
¿Y qué decís en este momento?
Que necesitamos muchos más recursos humanos. Los helicópteros están bien, pero parte del agua que cae se evapora antes y los 5.000 euros que puede costar su uso podrían emplearse en plantillas. En nuestra brigada no nos podemos quejar, pero en las unidades de la mayoría de las comunidades, los bomberos están trabajando sin un equipo adecuado e incluso con las suelas de las botas en malas condiciones.
¿Un bombero está bien pagado?
De ninguna manera. Te juegas la vida, sufres quemaduras, te machacas el cuerpo e implicas emocionalmente a tu familia. Mis hijos, de 17 y 18, no perciben el riesgo porque es lo que han visto desde su nacimiento, pero mi mujer sí. Sientes además que vas a contracorriente de la sociedad. Por ejemplo, de mayo a octubre, cuando veranea la inmensa mayoría de la gente, los bomberos no podemos coger vacaciones, puesto que es la época de mayor amenaza.
Tienes 52, ¿en qué condiciones llega un bombero a esta edad?
Baldado. Me he cuidado y he practicado mucho deporte, pero hay patologías que nos afectan especialmente como consecuencia de la exposición al humo y a sustancias peligrosas, las posturas, la carga física o la exposición al ruido, por citar algunos factores. Yo lo estoy notando sobre todo a nivel músculo esquelético. La lucha directa contra el fuego exige moverse, casi siempre en pendiente, con una mochila que pesa más de 20 kilos y adoptar posiciones poco adecuadas para las articulaciones. El impacto contra el suelo al subir y bajar del vehículo con la carga es también un riesgo alto de lesión en los miembros inferiores. No me puedo quejar porque tengo compañeros con más dolencias, pero mis mayores quebraderos son la espalda y las rodillas.
Una quemadura es insufrible. ¿Has tenido algún percance?
De gravedad, ninguno; quemaduras superficiales, continuamente. El dolor es insoportable, pero hasta a eso te acostumbras. Consigues que la piel se vuelva fuerte y, salvo que alcancen un grado mayor, los bomberos tiramos de pomadas para curarnos.
¿Te cuidas a nivel mental?
En los últimos años se está cuidando algo más la salud mental del bombero, pero nuestra generación la ha gestionado a fuerza de vivencias. Desde joven eres consciente del nivel de responsabilidad que tienes en tus manos y te vuelves autoexigente.
¿Al ir cambiando de década se os asignan misiones que requieran menos esfuerzos?
Ojalá. Aquí el bombero de 50 trabaja igual que el de 20. A los más veteranos se nos debería permitir la posibilidad de realizar funciones más organizativas o tareas de otro tipo que son igualmente necesarias, pero sin tanta demanda de fuerza, agilidad o resistencia. En algunos países el bombero tiene la opción de retirarse después de unos años de servicio. En España el privilegio de la edad es nulo.
¿Qué te hizo amar este oficio?
Ni me planteé ser bombero ni fue vocacional. Tuve la oportunidad de incorporarme por unos meses, hace ya más de 20 años, y me sentí bien. No me planteé los riesgos, ni los efectos. El sentimiento de utilidad social es muy gratificante y es lo que me ha permitido llegar hasta aquí.