Carlos Iglesias, un apasionado de la pesca de captura y suelta: “Es algo místico”
En esta modalidad sostenible, el pez solo permanece en el agua el tiempo necesario para hacer la clásica foto. Acto seguido, se devuelve a su medio
“En lugares donde se practica esta técnica se están recuperando poblaciones de peces”, dice Óscar Quevedo (48), pescador profesional
“Se convierte casi en un vicio. Es toda una aventura, una vorágine flipante”, asegura Carlos Iglesias (58), ejecutivo discográfico que no deja pasar un fin de semana sin lanzar la caña
La pesca, una de las ocupaciones más antiguas del ser humano, sigue siendo en pleno siglo XXI actividad favorita de muchas personas, un buen número de las cuales no extrae peces de mares y ríos para comérselos, sino con fines de recreo. Según un estudio de 2022, 165.000 personas en España se dedican a este pasatiempo, en el que invierten al año 672 euros de media.
Estamos lejos de Noruega, donde un tercio de la población lo practica, pero aun así se antoja un hobby al alza: solo en Galicia las licencias han aumentado un 20% en la última década. José Antonio Beiro, presidente de la Federación Gallega de Pesca Marítima Responsable y Náutica de Recreo, cifra en cien millones de euros el impacto directo de esta actividad.
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Hay muchas formas de pescar, y la más respetuosa con el medio ambiente es la denominada pesca de captura y suelta que, como su nombre indica, se basa en sacar del agua cuantos más peces mejor, devolviéndolos inmediatamente a su elemento. Es la modalidad predilecta de Carlos Iglesias (56), ejecutivo discográfico que en cuanto llega el fin de semana se traslada con sus bártulos a algún río para dar rienda suelta a su afición. Su muro de Facebook es un verdadero álbum fotográfico que da fe de su pericia con la caña y el carrete.
“Descubrí la pesca por un familiar, cuando tenía quince o dieciséis años”, nos cuenta. “En aquel momento lo que se estilaba era llevarte los peces a casa. Con el tiempo te das cuenta de que, para que tenga sentido como deporte, debe haber animales en los ríos, y la manera de conseguirlo es conservándolos”. Solo pesca truchas y salmónidos, cuya temporada óptima va de mayo a octubre. “En ese periodo intento salir todos los fines de semana”, añade.
El goce de la pesca no se limita al rato que uno pasa con la caña en el agua; empieza antes, cuando prepara el cebo. El más habitual en captura y suelta es la mosca artificial, que puede comprarse en establecimientos deportivos o confeccionarse en casa, lo que tiene mucha más gracia. “El señuelo intenta imitar las moscas naturales que vuelan en los ríos y de las que se alimentan los peces”, explica Carlos.
“Normalmente, el propio pescador lo elabora en su casa con plumas de animales, elementos sintéticos… Es una modalidad que tiene mucha tradición en Estados Unidos. En los años ochenta era un mundo muy cerrado que practicaban cuatro en España, pero afortunadamente se ha ido abriendo y cualquiera, con un coste pequeño, puede empezar a probar”. Son dos placeres en uno: “La creación de esos señuelos artificiales y la práctica de la pesca propiamente dicha. Estás constantemente chequeando materiales: hilos más finos o más resistentes… Si te gustan ambas cosas, se convierte casi en un vicio. Es toda una aventura, una vorágine flipante”.
Entornos naturales espectaculares
La pesca deportiva es, según sus practicantes, un mundo apasionante por varias razones. “Primero, por los lugares donde estás”, dice Carlos. “Para poder pescar una trucha debes estar en sitios aislados, de montaña, donde la naturaleza que te rodea es espectacular. Para los urbanitas es una evasión. Por otro lado, está la magia de engañar con un señuelo que has preparado en casa a un animal tan salvaje como una trucha. Porque cualquier señuelo que no se parezca a una mosca real, la va a poner en alerta y no va a picar. Es una experiencia inolvidable”.
“El aliciente más importante es la sensación de libertad que aporta el estar en el río”, opina Óscar Quevedo, pescador tan avezado —es doble campeon de Europa y España de pesca a mosca— que montó un negocio en su Cantabria natal (en el Parque Nacional de los Picos de Europa), donde ejerce de guía para quienes desean iniciarse en este entretenimiento. “Los 365 días del año en mi vida están orientados a la pesca. Es mi forma de vida”.
“Es algo que te tiene que llamar”, prosigue. “Es una sensación de paz. Hay gente que contacta conmigo para liberarse del estrés de la gran ciudad, e intentas buscarles el sitio más bonito, más tranquilo. No es solo pescar, es todo lo que hay alrededor: tesoros culturales que se ubican en zonas donde vas a pescar, animales salvajes (nos hemos encontrado lobos, ciervos, nutrias…)… Te olvidas del mundo por un rato”.
Un estudio realizado por la Universidad de Santiago de Compostela halló que la pesca también tiene beneficios psicológicos, “al mejorar el estado anímico de los pescadores y al disminuir los riesgos de padecer estrés, reduciendo así los derivados de enfermedades cardiovasculares, entre otras”.
Recuperando poblaciones de peces
De pequeño, mientras otros niños se divertían dando patadas a un balón, Óscar encontraba solaz chapoteando en agua dulce. “Es tradición de familia”, relata. “Vivía con mis padres a la orilla del río y en mi familia había cazadores, pescadores… Vas siguiendo un poco la estela y te va gustando el estar en contacto con la naturaleza. No he hecho otra cosa; no he sido un aficionado al fútbol ni a la fiesta. Simplemente me gustaba escaparme del cole corriendo al río a ver pescar y mojarme las manos y los pies”.
Sobre la técnica de captura y suelta, expone: “Hoy la pesca se ve como algo que debe ser sostenible. Disfrutamos del momento de la captura del pez y luego lo devolvemos. En lugares donde ha arraigado esta especialidad se ha conseguido recuperar las poblaciones de peces que hay en ríos, lagos, embalses e incluso en el mar. Se ha pasado de la pesca para consumo propio a algo más lúdico, de entretenimiento y mero disfrute”.
Y en cuanto al señuelo de mosca, “al final es artesanía. Hay gente que disfruta mucho haciendo sus propias moscas, lo cual es una motivación: el pescar con algo que tú mismo has creado. Doble satisfacción”. Para este tipo de cebo, además, se emplea solo un anzuelo, y “este está desprovisto de arponcillos, por lo que hace el mínimo daño posible a los peces… Por eso se asocia más con la captura y suelta”.
¿Cómo iniciarse?
Todo aquel que desee adentrarse en el mundo de la pesca de captura y suelta lo primero que debe hacer es pedir una licencia. Las expiden las comunidades autónomas y pueden solicitarse por vía telemática. Hay que aprenderse, además, la normativa: lo que puede hacerse y lo que no y los periodos de veda, que se reservan para que los peces se reproduzcan.
En segundo lugar, equiparse. Caña, carrete, botas, ropa para el agua, gorra y gafas constituyen el material necesario para llevar a cabo esta actividad. “Hay cañas desde 200 euros, y las más competitivas superan los 2.000”, indica Óscar. “Pero es posible equiparse con lo más básico por 300 euros, con todo. Un equipo top puede costar 7.000 u 8.000 euros”, añade.
Y, por último, practicar. “Como cualquier otra actividad —dice Óscar—, es algo que se entrena. Pero luego hay que tener un cierto sentido del agua; entender el río, dónde tienes la mejor posibilidad de pescar… Pero da igual tu nivel: si tu nivel es de cinco, vas a disfrutar igual que quien tiene un nivel diez, si no más”.