"Soy un NIMBY y tengo mis razones": el movimiento que dice no a las placas solares
El término 'Not in my back yard' describe a aquellos que se oponen a la instalación de ciertas actividades en su entorno
Muchos NIMBY reconocen la importancia de esas actividades, pero no quieren tener que lidiar con sus molestias e incomodidades
Cuánto cuesta poner placas solares en tu casa
'Not In My Back Yard', o 'no en mi patio trasero'. Ese es el significado del acrónimo NIMBY, un término que describe a los movimientos de ciudadanos que se oponen a la instalación de ciertas actividades en su entorno, especialmente las consideradas peligrosas. Pueden ser aeropuertos, centrales nucleares, incineradoras o líneas de alta velocidad, pero últimamente también se aplica a iniciativas verdes como los molinos eólicos o las placas solares.
Lo más curioso de este fenómeno es que muchos grupos NIMBY reconocen la importancia de esas actividades, e incluso quieren gozar de sus beneficios, pero no quieren tener que lidiar con los efectos 'negativos' cerca de ellos: las molestias, la contaminación o las incomodidades resultantes de lo que se tenga que construir. Esta actitud se resume en una frase: "Queremos este avance, pero lejos de aquí".
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Del ecologismo al egoísmo
Así, proyectos destinados a fomentar las energías renovables, que podrían evitar el uso de energías fósiles, como los planes solares tan de moda últimamente, reciben las críticas de comités espontáneos, de alcaldes y de consejos municipales. Sus motivaciones van desde la preocupación ecologista al puro egoísmo, pasando por el miedo, la desinformación o la desconfianza ante la política.
“Normalmente estos movimientos se remiten al discurso ecologista global, porque muchas de estas infraestructuras también perjudican el cambio climático y contaminan”, explica en La Vanguardia el profesor de Ciencia Política y Antropología Social de la Universidad del País Vasco Josu Larrinaga.
“Acostumbran a ser movilizaciones muy locales, pero con suficiente poder de convocatoria, lo cual quiere decir que entre la gente movilizada hay motivaciones diversas: desde los ecologistas convencidos y activistas de largo recorrido que lideran los procesos, hasta el que se apunta porque cree que su piso perderá valor si montan aquella planta allí”.
Incentivos para desactivar el NIMBY
Cuando hay movilizaciones contra este tipo de instalaciones, a menudo es porque pertenecen a grandes empresas que quieren conectar la energía generada a la red global, pero para resistirse a la la instalación de plantas de energía solar o eólica también se han esgrimido argumentos como que las plantas solares dañan el paisaje, que los aerogeneradores hacen ruido o son feos o que amenazan a las aves. Ante esta tendencia a negar el pan y la sal a unas completamente inofensivas placas solares o aerogeneradores, quizás sea preciso poner sobre la mesa otros incentivos.
Un ministro británico propuso recientemente regalar la energía a los ciudadanos cuyas viviendas estén en las inmediaciones de un parque eólico, con el fin de eliminar el rechazo a su instalación. Y el desarrollo de metodologías conocidas como 'agrivoltaics' implica la coexistencia de paneles solares y cultivos de determinadas especies que no precisan de irradiación solar directa, o que incluso pueden reducir las necesidades de riego gracias a ello.
Frente al NIMBY, surge otra corriente contraria: el YIMBY (sí en mi jardín). La siguen aquellas poblaciones, normalmente de las zonas más desertizadas, que piden este tipo de equipaciones que los otros no quieren (cementerios nucleares, incineradoras, macrogranjas solares, etcétera), para atraer nueva población, lugares de trabajo y más desarrollo al pueblo.