La llamada 'España vacía' puede serlo en términos demográficos pero no en términos creativos ni de iniciativas emprendedoras. Hay corrientes de repoblación que han calado entre los jóvenes que buscan abrirse camino produciendo (o teletrabajando) en entornos más baratos, pero ¿por qué no pensarlo también como una alternativa para los mayores de cincuenta que no quieren necesariamente cambiar de trabajo y necesitan de unas infraestructuras y una conectividad aseguradas?
En el Estado español están impulsándose iniciativas destacadas de coworking rural como, por ejemplo, Cowocat Rural en Cataluña. "Esta asociación es un referente en cuanto al coworking rural en Europa. Sus profesionales han viajado a diferentes países europeos, como Alemania, para asesorar iniciativas de este tipo", explica el investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Carles Méndez, experto en el fenómeno del coworking.
Otras organizaciones relevantes son la asociación Cowocyl y el proyecto Sierra de la demanda, en Castilla y León, una de las comunidades autónomas más afectadas por la despoblación, junto con Extremadura, Galicia y Asturias. Y, en cuanto a Europa, los países líderes son Bélgica y Alemania, seguidos de Irlanda y los países bálticos.
Para Méndez, el éxito de estas iniciativas está, en gran parte, en el trabajo hecho por los técnicos y gestores que han impulsado estos proyectos. "Han demostrado habilidad para iniciar y redirigir las iniciativas según las necesidades y características del entorno. Esta flexibilidad les ha permitido atender las demandas de los trabajadores y adaptarse a los cambios en el mercado laboral", comenta el experto. Por otro lado, la financiación pública de los organismos del territorio y la apuesta decidida por parte de las autoridades locales y regionales han sido clave. "Este apoyo ha proporcionado los recursos necesarios para su creación y mantenimiento, y les ha dado el impulso y la sostenibilidad básicos para crecer y ser atractivos", añade Méndez.
"El perfil de los trabajadores que optan por el coworking rural es predominantemente autónomo y freelance, a diferencia del coworking urbano, en el que también hay una significativa presencia de trabajadores corporativos. Este tipo de usuarios disfrutan de las comodidades que ofrecen estos espacios en un entorno natural", explica el investigador de la UOC. También, se encuentran trabajadores por cuenta ajena que se pagan el espacio porque "quieren trabajar en el pueblo donde normalmente hacen vacaciones".
Durante el periodo posterior a la pandemia de la COVID-19, el número de trabajadores por cuenta ajena que utilizan el coworking rural ha experimentado un aumento considerable, especialmente gracias al incremento del teletrabajo. "A pesar de esto, la mayoría de los usuarios siguen siendo freelance y autónomos que encuentran en esta opción una forma atractiva de conciliar el trabajo con el bienestar que proporciona el entorno rural", apunta Méndez.
El coworking rural puede generar sinergias en los ámbitos social y económico que van más allá de las posibilidades de un espacio de coworking urbano. "Puede crear un marco propicio para la formación de vínculos más intensos entre los profesionales que compartirán este espacio. Esta conexión más estrecha puede favorecer colaboraciones y sinergias profesionales que enriquecen las oportunidades de negocio y el intercambio de conocimientos", señala el experto de la UOC.
Atraer talento y profesionales a estas áreas rurales no solo tiene un impacto directo en la generación de riqueza y la actividad económica de los pueblos y comarcas, sino que también tiene un impacto indirecto mediante la creación de servicios y el impulso de la economía local. "Aprovechar las ventajas únicas que ofrecen los espacios rurales, frente a los espacios urbanos, puede provocar un cambio de paradigma en la economía y la demografía de estas áreas que las haga más atractivas para nuevos residentes y empresas", comenta Méndez. En resumen, "fomenta la cohesión social, la actividad económica y el desarrollo sostenible de las zonas rurales".
Sin embargo, el coworking rural tiene sus riesgos. "El principal es la viabilidad económica. El modelo de negocio de los espacios de coworking en Barcelona o cualquier gran ciudad está focalizado en el alquiler de espacios; solo alquilando los espacios ya tienen suficiente para ser viables económicamente. Esto mismo no sucede en los coworkings rurales, en los que el número de usuarios es muy inferior al que puede tener un coworking urbano", advierte Méndez. Para ser una iniciativa viable, puede acogerse principalmente a dos modelos de negocio: "Uno es contar con financiación pública en una gran parte o convertirse en un servicio público en su totalidad. Y el otro es recibir financiación pública de forma parcial o convertirse en una iniciativa privada, en la que el coworking debe 'reinventarse' y ofrecer otros servicios más allá del alquiler de un espacio (por ejemplo, el alquiler de habitaciones, el famoso coliving, servicios a empresas externas, servicios de ocio o restauración, entre otros)".