En este momento en el que todos vivimos pegados a nuestro teléfono, no es de extrañar que ocurran accidentes por mucho cuidado que tengamos. Durante los meses de julio y agosto la naturaleza de nuestras actividades, fundamentalmente acuáticas para superar el calor, pueden poner en riesgo a nuestros dispositivos. Pequeñas salpicaduras, una funda acuática que no se sella correctamente o un empujón inesperado a la piscina que acaba contigo vestido y pasado por agua. De sabiduría popular es que, si esto pasa, el móvil directamente tiene que ir a un recipiente lleno de arroz en el que pasará horas o días hasta que esté completamente seco. Sin embargo, desde PcComponentes nos cuentan que realmente esto es un mito más que una realidad y nos dan las claves para proteger al máximo nuestros teléfonos contra el agua.
El principal daño que el agua provoca sobre nuestros dispositivos tiene que ver con su alta reactividad con los materiales metálicos que los integran y suele corroerlos. Eso, además de poner en jaque su funcionamiento, aumenta el riesgo de cortocircuitos que pueden ser un verdadero peligro. También, el hecho de que muchas de las exposiciones al agua en verano sean en el mar o en piscinas no ayuda en absoluto, ya que las altas concentraciones de sal y cloro que contienen, respectivamente, son agentes que pueden potenciar esta corrosión.
“Aunque es cierto que el arroz es capaz de absorber la humedad, este puede dejar nuevos residuos que deterioran aún más el interior del dispositivo, como es el caso del almidón”, apuntan los expertos. Otro error habitual es el empleo de un secador de pelo como solución, ya que, al propulsar aire, puede introducir el agua en zonas de difícil acceso y mojar otras que no se habían llegado a mojar inicialmente.
“Especialmente peligroso es intentar cargar el aparato como si no pasara nada”. Los conectores de carga suelen contar con una protección que evita posibles filtraciones de líquidos hacia las partes más sensibles de su interior, pero esto puede no ser así con los contactos de los cables de carga, que pueden mojarse al ser conectados y convertirse en peligrosos transmisores de electricidad a través del agua.
“Lo primero es apagar el dispositivo o desconectarlo de la corriente eléctrica, y evitar bajo ningún concepto ponerlo a cargar. Si es posible, debe retirarse la batería y meter el aparato durante 24-48 horas en un recipiente con bolsas de sílice, que suelen incluirse con mucha frecuencia en el packaging de calzado, prendas de ropa o determinados alimentos”. También es recomendable recurrir a la ayuda de profesionales especializados, por lo que se aconseja llevar el dispositivo a un servicio de reparaciones para realizar una limpieza y revisar la corrosión de sus componentes internos.
En ocasiones, el aparato puede sufrir un contacto indeseado con el agua sin que el usuario sea consciente de ello. Para estos casos, prestemos especial atención a deterioros inesperados en el funcionamiento del gadget, tales como pérdidas de cobertura, apagados repentinos, bloqueos, niveles de carga incorrectos, caídas en el porcentaje de carga o calentamientos excesivos, que nos pueden dar pistas sobre el daño de algún componente por efecto del agua.
Cualquier elemento de protección física, como carcasas o protectores de pantalla, actúan como una capa adicional frente al agua. Es recomendable contar con fundas impermeables o bolsas cerradas que cubran completamente el dispositivo o hagan estanco, así como gomas que protegen del agua, la suciedad o el polvo las tomas principales del dispositivo, como el conector de carga o la entrada de los auriculares.