La movilización del submarino ruso K-329 Bélgorod bajo las aguas de Ártico ha hecho saltar las alarmas de la OTAN. ¿El motivo? Este sumergible porta el llamado arma del Apocalipsis, el Poseidón, un supertorpedo indetectable, capaz de viajar hasta 10.000 kilómetros de distancia con total precisión y de generar tsunamis nucleares si explotan cerca de la costa.
La Alianza cree que la intención del Kremlin es probar la efectividad del Poseidón y del propio Belgorod, según el diario italiano 'La Repubblica'. Este submarino es mucho más grande que cualquier otra fuerza naval, incluidas todas las que posee la Marina de Estados Unidos. Mide 184 metros de largo, desplaza 30.000 toneladas y su capacidad de inmersión es de unos 500 o 520 metros de profundidad. Puede viajar a unos 60 kilómetros por hora bajo el agua y pasar hasta 120 días sin tener que regresar a la superficie.
El espionaje occidental ha apuntado su posible implicación en el reciente sabotaje a los dos ramales del gaseoducto Nord Stream en el Báltico.
El Bélgorod va armado con seis torpedos nucleares Poseidón, que también son los más grandes jamás construidos, ya que tienen 25 metros de largo, el doble del tamaño de un misil balístico habitual de un submarino y 30 veces más grande que un torpedo normal.
Este torpedo nuclear fue presentado en 2018 por Rusia como la vía para garantizar su supremacía militar. “Es un tipo de arma completamente nueva que obligará a las marinas occidentales a cambiar su planificación y a desarrollar nuevas contramedidas”, manifestó el experto Hi Sutton.
El Poseidón, también conocido como Status-6, no es realmente un torpedo, sino un dron submarino que puede pilotarse a distancia y guiarlo a un objetivo hasta una distancia de 10.000 kilómetros. Su carga nuclear puede explotar bajo el mar, lanzar al aire enormes masas de agua y generar un tsunami que produzca daños añadidos si lo hace cerca de la costa. Es decir, podría provocar olas gigantescas que arrasarían litorales completos.
Pero además de eso puede crear una lluvia radiactiva debido a la combinación de los componentes atómicos con el agua del mar, que no solo causaría un gran número de víctimas de manera inmediata sino que contaminaría amplias superficies de terreno durante décadas, como la catástrofe de Chernóbil en 1986.
La gran amenaza del Poseidón radica en que es muy difícil de rastrear y resulta prácticamente imposible de detener una vez disparado. Escapa a las posibilidades de un torpedo convencional y solo estaría al alcance de determinados misiles intercontinentales, siempre que se sepa por dónde navega. Además, al tratarse de un dron, tiene más recursos para esquivar un misil.
La OTAN ha mantenido al Bélgorod bajo su radar. Se sabe que ahora navega por el mar Blanco y todo apunta a que Rusia pretende experimentar con el torpedo dentro de los límites del mar de Kara; es decir, en el Ártico y en zonas despobladas. Sin carga atómica. El objetivo es comprobar la capacidad del misil debajo de una gruesa capa de hielo y disipar cualquier rastro de calor. Por eso, la movilización del Belgorod podría tratarse más de una demostración de fuerza ante Occidente que de una amenaza real de guerra, aunque en un escenario como el actual cualquier ejercicio táctico puede ser un peligro potencial.