En los últimos años la tecnología se ha apoderado prácticamente en su totalidad de nuestras vidas y pocos rincones de nuestro día a día quedan sin digitalizar. Posiblemente uno de los lugares vírgenes de la tecnología son los cementerios, hasta ahora, claro. Aún es prácticamente desconocido, pero ya comienza a ser común ciertos servicios funerarios adaptados al siglo XXI que se han unido a la tecnología para ofrecer algo más que lo tradicional. Entre ellos se ha llegado a realizar testamentos grabados por la propia persona fallecida o, algo que será recurrente en los próximos años, los códigos QR sobre los nichos o lápidas. Nada que ver con lo que hacía, por ejemplo, la familia Fisher en 'A dos metros bajo tierra'.
Realmente esto no es nuevo, en una búsqueda rápida por Internet ya se hablaba de los códigos QR en las lápidas allá por 2012 o 2013 como una novedad que ya vemos que no prosperó lo suficiente pero que ha vuelto a resurgir y se emplea en algunos países de Sudamérica, por ejemplo. Algunas de las nuevas lápidas ya lucen un código QR, disponible para para Android como para iPhone, que las funerarias ofrecen dentro su diseño uniéndose a la tecnología imprimiendo ese cuadradito sobre la cerámica tradicional que conforma el nicho. Pero, ¿qué contiene ese código?
En principio en su interior puede recogerse todo tipo de datos sobre la persona fallecida, desde vídeos y fotografías hasta una especie de biografía del difunto. Su funcionamiento es tan sencillo como el de cualquier otro código QR al que con la pandemia nos hemos visto obligados a acostumbrarnos. Tras detectarlo con la cámara, se da acceso desde el smartphone a un sistema en el que se encuentra lo que el fallecido o la familia haya decidido incorporar.
Pese a que puede parecer algo irreal, es un servicio que ya muchas funerarias españolas ofrecen como cualquier otra prestación. Eso sí, mientras que unas optan por grabar directamente el código sobre la lápida, hay otras que las incorporan de una forma más discreta en un rincón de la cerámica de la tumba. Además de imágenes o biografía, en la web de varias empresas funerarias la oferta es más amplia, pudiendo añadir canciones, poemas, oraciones, textos, otras páginas web o un libro de condolencias digital para los que no lo pudieron dedicar presencialmente sus condolencias.
Y aquí viene la parte de rechazo que esconde esta iniciativa. Los cementerios son públicos, cualquier persona puede acudir a ellos para recordar o llevar flores a los seres queridos que han fallecido. Por tanto, cualquier persona que esté en el cementerio podría acceder a ese contenido personal del fallecido, algo que deben plantearse las familias o recurrir a un código de seguridad para limitar ese acceso a familiares, amigos y otras personas cercanas para no dar vía libre a los más curiosos, que ya sabemos que el turismo negro tiene su público en España.