A pesar de las noticias sobre nuevos contagios, provincias en retroceso y vaticinios sobre rebrotes, esos días de marzo y abril en los que la curva no frenaba y en los balcones se aplaudía la labor de los sanitarios resuenan en la memoria colectiva como algo lejano. Apenas han pasado dos meses de aquello y el virus sigue causando estragos -en los últimos siete días han muerto 10 personas en España-. Relatos trágicos y de esa primera línea de cuidados que van teniendo menor cabida en la actualidad mediática y pelean por no caer en el olvido en redes sociales.
Así fue como descubrí que a Estela (39), una amiga coína que vive en París y trabaja como enfermera, su vecina Christine (45) sigue rindiéndole su particular homenaje. Desde hace tres meses, Christine sube cada dos o tres días al cuarto piso de un edificio en Vincennes, en la Petite Couronne de la capital, para dejarle tuppers con comida y flores frescas en su puerta a modo de agradecimiento.
"Cuando empezó el confinamiento, el 15 de marzo, casi todos los vecinos del último piso se marcharon. Son casas con apartamentos muy pequeños que alquilan principalmente estudiantes o solteros y solteras. Pensé que Estela, que es enfermera, no solo se iba a quedar sola sino que además iba a tener mucho trabajo cuidando a enfermos, y eso me puso muy triste", cuenta Christine Duval a Uppers por correo electrónico. Desde entonces, su entrega y la de su hija Lucie, de 16 años, que también cocina, ha sido constante.
"Me mandó un mensaje y me preguntó si podía subirme un plato que había cocinado para cenar, pero esa noche yo estaba en el hospital. Al día siguiente me volvió a escribir diciéndome que en mi puerta encontraría un plato vegetariano y algo dulce para acompañar el café", cuenta Estela Arana. "Cuando llegué me encontré con cuatro tuppers y un ramito de flores cogidas de su jardín, que está como el mío en la parte trasera del edificio. Ensalada de pasta con verduras frescas, lasaña vegetal (una de las más ricas que he probado), fresas, frambuesas, arándanos, tiramisú casero… Christine se acordaba de que yo soy casi vegetariana, y eso que solo hemos comido juntas una vez hace dos años".
Su emoción por estos recibimientos se ha traducido en forma de fotos y mensajes que Estela ha ido compartiendo en Instagram. Un pequeño bálsamo al volver a casa mientras en el hospital se iban sucediendo los días más duros. "Ha sido muy reconfortante saber que había alguien pendiente de mí y tan accesible. Aunque no nos viésemos, la sentía pegadísima a mí".
Estela lleva desde 2014 en Francia, allí compagina sus estudios de cine con el trabajo de enfermería por horas. Y cuenta que, a pesar de estar en excedencia, no dudó en volverse de sus vacaciones en Gran Canaria para dar el callo en la sanidad francesa. "La semana en que empezó el confinamiento había alrededor de 500 peticiones de enfermeros en espera solo para la región parisina, nunca había visto tantas", cuenta. "Me daba miedo, claro, pero sentí que si me quedaba en casa de observadora no hubiese podido mirarme nunca más al espejo de la misma manera. Igualmente, ahora tampoco me puedo mirar al espejo de la misma manera. Nos ha tocado ver demasiado".
Además del tiempo libre que ha llevado a Christine, a su marido Eric (47), a su hijo Adrien (18) y a Lucie a sacar más rato para la cocina, el "sentimiento de gratitud hacia los enfermeros y médicos y la sensación de no poder hacer mucho más", fueron lo que la impulsaron definitivamente a estar pendiente de su vecina. Como ella, Mina, de la frutería, ha mandado cajas de fruta a Estela y a otros sanitarios del barrio. Y otras asociaciones y mujeres anónimas han estado al pie del cañón con iniciativas de soporte también en el hospital, según cuenta la enfermera. Llevando desde alimento a mascarillas.
"La situación ha cambiado mucho, aunque sigue habiendo muchos pacientes hospitalizados. Lo que vivimos esas semanas fue una avalancha muy difícil de gestionar por el número de pacientes, por nuestra falta de conocimiento previo a ese tipo de situaciones y al comportamiento del propio virus; por la agresividad y la rapidez con la que actúa. Ha sido muy violento", reflexiona Estela Arana. "Los duelos normalmente se hacen con tiempo y los hacen las familias junto a las personas que están falleciendo. Aquí lo hemos hecho nosotros junto a las camas con los pacientes y por teléfono con las familias. Por todo eso, por las -hasta ahora- 477.000 familias que se han quedado como si hubieran perdido una parte de sí mismas y ya no sepan cómo seguir, no podemos olvidarnos de esto".
Los tuppers, a pesar de que Christine ya ha vuelto a trabajar a la oficina de administración de fincas que dirige. Menos platos caseros y más comida preparada porque los ritmos mandan pero que siguen siendo una ayuda y, a su vez, un gesto simbólico. Una manera de recordar que, aunque ahora podamos disfrutar de encuentros con amigos en jardines o terrazas y retomar una aparente normalidad, el virus no se ha erradicado y los contagios continúan. "Lo mejor que me llevo de esta experiencia es saber que personas así, sí existen. Que ya es mucho. Da como un poco de esperanza en el ser humano", ríe Estela.