Casi siempre llegan por WhatsApp pero también te aparecen cuando entras en Facebook o en Twitter. Los ves porque los comparten tu primo, tu cuñado o tus colegas del gimnasio. Suelen reafirmar tu opinión: si no te gusta el PP, te llegará una foto de Pablo Casado con una bandera franquista; si lo que no te gusta son los nacionalistas, te llegará un tuit de Roger Torrent pidiendo fusilar a los españoles; si eres afín a Pablo Iglesias, leerás que Felipe González ha dicho que prefiere a Franco que a Podemos… Todos estos ejemplos son mentiras que circulan por la red. Se lanzan intencionadamente, con ánimo de influir en la opinión de las personas, pero serían inocuos si no fuera porque miles de usuarios los comparten. Muchos de ellos de un modo ‘inocente’, casi frívolo, porque solo es darle a un botón, porque a alguien le va a encantar, porque “ya lo decía yo”. Pero con nuestra acción, con nuestro WhatsApp o nuestra cuenta de Twitter, por muy pequeña que sea, contribuimos a agrandar el monstruo. Una mentira que se va haciendo enorme a base de pequeñas ramificaciones y que cobra especial fuerza en las Elecciones Generales.
Los mayores de 65 años son los que más contribuyen a diseminar los bulos, seguidos de las personas de entre 45 y 65 años, según un estudio de las universidades de Nueva York y Princeton. Aunque el informe no ha estudiado las razones que les llevan a compartir esas fake news, los investigadores tienen dos teorías: la primera es la carencia de habilidades digitales y la segunda es que con la edad se pierde parte de la capacidad de detectar que una información es falsa. Además, en las redes sociales todos los medios parecen iguales, no están priorizados en función de su credibilidad y acabamos compartiendo algo que les ha gustado a nuestros amigos sin fijarnos en quién lo publica.
Precisamente vamos a empezar por ahí, por quién lo publica. Lo primero que hay que hacer con una noticia falsa es pinchar en el enlace y ver a dónde te lleva. Si es de un medio desconocido, desconfía. Y si no tiene enlace, desconfía aún más. Hacer un montaje de una foto, de una portada de un periódico, de una noticia o de un tuit es sencillísimo y está al alcance de cualquiera con un móvil. Si te lleva a un medio desconocido, busca en Google el titular a ver si algún otro medio lo recoge. Si no está no creas que hay una conspiración mundial para ocultar determinados temas. Desconfía. Si solo dispones de una foto la puedes buscar en Google Imágenes. En el botón de la cámara seleccionas ‘Subir una imagen’, la subes y el buscador chequeará si se ha publicado en algún lugar y hace cuánto tiempo de ello. Así es como, por ejemplo, uno descubre que las imágenes que supuestamente eran de los incendios de este año en la Amazonia eran en realidad de 2015. Si la imagen no aparece, desconfía también. Y, sobre todo, ante la duda, no compartas.
Con seguir estos pasos ya nos habremos quitado de encima buena parte de la morralla que nos llega, pero además hay equipos realizando trabajos de verificación profesionales como el de Maldito Bulo en cuya web puedes comprobar las últimas tendencias en mentiras. Si lo que buscas no está ahí, siempre se lo puedes proponer para que lo investiguen. Facebook también tiene un equipo de verificadores para vigilar a los medios de comunicación. Se vio obligada a tomar esta decisión acorralada por las acusaciones de permitir que las mentiras circularan a sus anchas por la plataforma. Son en torno a 40 organizaciones en todo el mundo y pueden verificar unas 40 informaciones al mes, un grano de arena en una plataforma con 2,4 billones de usuarios activos al mes. Pero algo es algo, al menos es algo más que lo que hace Facebook con los anuncios de los políticos que pueden decir lo que quieran sin que nadie verifique esas promociones antes de ser publicadas. Comprobar todos esos anuncios sería una misión imposible. Zuckerberg podría haberlos prohibido como Twitter pero suponen una fuente importante de ingresos y ha decidido darles vía libre sin control. La senadora demócrata Elizabeth Warren, indignada, ha mostrado lo grotesco de la situación publicando el anuncio de una mentira: Zuckerberg apoya la reelección de Trump.
La manipulación a través de estas publicaciones es especialmente peligrosa en periodos electorales. En Estados Unidos detectaron que cuentas falsas rusas habían invertido 100.000 dólares en 2016 en anuncios que promovían el voto a Trump. En el mismo año la campaña pro Brexit gastó 3,5 millones de libras en anuncios con mentiras como esta en la que se afirma que los turcos no iban a necesitar visado para viajar a cualquier país de la Unión Europea.
Hace solo unos días El País y El diario.es han destapado una red de páginas de Facebook que se han gastado 40.000 euros en anuncios que promueven la abstención para las próximas elecciones del 10 de noviembre. Se hacen pasar por simpatizantes de diversos partidos pero sus enfoques favorecen al PP. Después de investigarlas, Facebook ha decidido permitir su actividad porque no incumplen ninguna de sus reglas, pero lo que sí parece que incumplen es la regla de la transparencia. El votante tiene derecho a saber quién le dirige un mensaje electoral. Si te parece raro, desconfía. Y no compartas.
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