Izquierda o derecha. Es la gran dicotomía y motivo también de uno de nuestros primeros tanteos como ciudadanos. Simple porque abrevia nuestra relación con la política, pero a la vez compleja por sus matices. "No es solo un voto. Aunque esta división empieza a perder sentido, posicionarse a uno u otro lado está ligado a unas actitudes, valores o comportamientos", adelanta a Uppers Javier Lorente Fontaneda, politólogo y profesor de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos. ¿Qué nos lleva a desplazarnos ideológicamente a la derecha a medida que cumplimos años? ¿Es cierto ese mito del imaginario colectivo en el que de joven se es más revolucionario y de mayor más conservador?
En principio, cabe hablar de continuidad de padres a hijos. Puesto que los niños crecen y se desarrollan en el mismo contexto social, en ese primer contacto con la política la tendencia lógica es seguir la ideología de los padres. Pero enseguida se presenta el colegio, los amigos y el barrio.
"Convivimos con individuos de nuestra misma condición social y con características muy similares. A esto se suma el contexto histórico y los eventos políticos que ocurren en nuestra infancia, si bien su impacto se dejará sentir más adelante, durante la juventud", destaca Lorente. Así es como vamos moldeando la ideología. A partir de ahí, cuando queremos formarnos una opinión en temas complejos nos interesamos por saber qué opina el partido al que sentimos cercano o qué piensan los amigos. Son los atajos cognitivos de nuestro cerebro.
Es así como Robert Downey Jr, de 55 años, ha ido reciclando sus planteamientos hacia opiniones más conservadoras. Es una de las escasas celebridades que apoyó públicamente a George W. Bush en su peor momento político. Nacido en una familia casi hippie, el actor de Iron Man ha relatado en alguna ocasión su pasado juvenil de izquierdas y cómo una de sus estancias en la cárcel por asuntos de drogas le llevó a un cambio drástico. "No puedes pasar de vivir en una suite de lujo a dormir en una celda y seguir considerándote de izquierdas", manifestó. Su conversión política no le impidió hacer campaña contra Donald Trump en sus primeras elecciones.
'Si a los 20 no eres de izquierdas, no tienes corazón. Si de viejo no eres de derechas, no tienes cerebro'. La frase, atribuida a varios autores, ha caído en desuso, pero los analistas siguen encontrando cierto fundamento. Los 18 son los años de rebeldía y de cambio, conceptos asociados a la izquierda.
"Los jóvenes -argumenta Lorente Fontaneda- viven en el hogar familiar y sin apenas responsabilidades, lo que les haría ser menos conservadores y más atraídos por transformaciones radicales. Sus preferencias políticas tendrían motivaciones diferentes a las del adulto, económicamente independiente y con un patrimonio, o a las de un jubilado mayor de 65 años, sujeto a alguna prestación. La derecha, más ligada a reformas graduadas, le garantizaría esa estabilidad. Por eso, el viraje ideológico más común desde que llegó la democracia ha sido de posturas liberales a centristas y más conservadoras".
Los años setenta y ochenta fueron los del descontento y el cambio en todas las áreas de la vida ciudadana. Los jóvenes se ubicaron claramente más a la izquierda que los adultos debido a los acontecimientos políticos. La generación de la protesta, llamada del baby boom
Fue una cuestión coyuntural. En las siguientes décadas la separación se ha ido haciendo cada vez más tenue, según los datos que ha ido aportando el Instituto de la Juventud INJUVE. Hay más cruces, vaivenes y una clara progresión a la convergencia ideológica. Jóvenes y adultos son más parecidos entre sí a medida que pasa el tiempo.
En España, destaca el caso del periodista Federico Jiménez Losantos, de 69 años. Su biografía política arrancó en las comunas libertarias de los años 70 y en el Partido Comunista (PCE). Enseguida las lecturas de Alexander Solzhenitsyn, el novelista ruso que mostró los gulags (campos de concentración soviéticos) a Occidente, y de otros disidentes rusos, además de algunos liberales españoles, como Madariaga, le hicieron cambiar de opinión.
"Descubrí que el problema no era Moscú o Mao. Lo que arrebataba la libertad era el comunismo mismo". En una entrevista que concedió a Bertín Osborne, en Telecinco cuando en un viaje a China vio la falta de libertad. "Ahí es donde me hice anticomunista sentimental y científico". Confesó que ya de rojo no le queda "ni la ropa interior".
Lorente Fontaneda sospecha que los jóvenes no hacen el mismo uso de izquierda y derecha que los de generaciones atrás. Esa división la mantienen en el terreno económico y también en cuanto a tolerancia hacia nuevas culturas o inmigración, pero cada vez menos en torno a temas de tipo moral o religioso. Tampoco hoy la izquierda está donde estaba antes ni los valores que defendía el PSOE de Felipe González y Carlos Solchaga son los de la izquierda actual.
La ciencia ha discutido si existe una predisposición que nos pueda definir políticamente y la única conclusión tajante es la plasticidad del cerebro. Nuestras circunstancias vitales a lo largo del tiempo moldean este órgano dirigiendo nuestro pensamiento y, casi siempre, moderando la forma de expresar nuestro discurso, pero no los valores. El escritor y cineasta David Mamet, de 73 años, ha descrito en su ensayo 'Por qué ya no soy un izquierdista de encefalograma plano', por qué dejó de ser "pope de la inteligencia izquierdista norteamericana" para alzarse como uno de los más vehementes voceros de la derecha yanqui.
Como hijo de la década de los 60, aceptó casi como un acto de fe que el gobierno es corrupto, que las empresas son explotadoras, y que las personas, por lo general, son buenas de corazón. "Estos queridos preceptos a lo largo de los años habían arraigado como prejuicios cada vez más impracticables. ¿Por qué digo impracticables? Porque, aunque sigo teniendo estas creencias, ya no las aplico en mi vida". Tampoco en España aquellos jóvenes que salían a la calle a manifestarse contra el franquismo no han dejado de creer en una sociedad más igualitaria y justa.
Por otra parte, se sabe que los acontecimientos traumáticos o significativos, como ocurrió con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York o los asesinatos de París, podrían inclinar a muchos votantes hacia posiciones más conservadoras, según el informe 'Estados Unidos contra el mundo', del centro de investigación CIDOB.
Es el caso del periodista Andrew Anthony (55 años). En su ensayo 'El desencanto. El despertar de un izquierdista de toda la vida', cuenta el impacto sobre su cabeza de todo lo ocurrido aquel 11 de septiembre. Mientras el World Trade Center se derrumbaba, para él se desmoronaba todo un sistema de pensamiento progresista y la visión del mundo que había manejado toda su vida y se preguntó por qué mantener fidelidad eterna a los ideales progresistas cuando la realidad se había encargado de dejarlos caducos.
Todas estas hipótesis ayudan a entender el trayecto político de Mario Vargas Llosa a lo largo sus 84 años. En su juventud, el escritor apoyó el régimen militar instaurado por Juan Velasco en Perú, revolucionario, socialista y nacionalista. "Era muy difícil no ser de izquierdas en mi juventud. Pero la izquierda te empujaba a un marxismo sectario", ha declarado.
También se entusiasmó con el régimen castrista en Cuba, hasta que descubrió "injusticias flagrantes" y se desligó. "Me sentía como un cura que cuelga los hábitos, con una sensación de orfandad, pero de mucha libertad". En los 80 se acercó al partido liberal de Fernando Belaúnde y en l990 se presentó a las elecciones de su país con un partido centrista que no pudo superar en voto a Alberto Fujimori. En su etapa española ha estado muy ligado al Partido Popular y aún participa en algunos de sus eventos.