En 1757 el tejado de la casa donde vivió William Shakespeare en Stratford-upon-Avon, al sureste de Birmingham, sufría graves daños. Los entonces dueños de la propiedad, descendientes de la hermana del famoso dramaturgo, encargaron a un operario su reparación. Entre las vigas y los azulejos apareció un documento que en aquel entonces fue atribuido al padre de William Shakespeare.
En Uppers nos hemos hecho eco de que el manuscrito se ha vuelto a analizar recientemente y se descubren datos ocultos sobre su desconocida hermana. Además, el texto revela que la familia del escritor y su entorno más cercano practicaba la religión católica en secreto a pesar de estar prohibida por orden del rey Enrique VIII, que obligaba a seguir los mandatos de la iglesia anglicana.
El documento se denominó Testamento Espiritual porque era “una especie de declaración religiosa, una proclamación personal a morir fiel a la fe católica”. En un principio, aquellos que lo estudiaron afirmaron que su autor era John Shakespeare, el padre del dramaturgo, una teoría válida ya que diversos documentos analizados sacaron a la luz que había sido multado por haber rechazado presenciar las liturgias anglicanas. Tiempo después, ese legajo se perdió hasta que ha vuelto a ser estudiado por Matthew Steggle, un profesor experto en literatura y filosofía de la Universidad de Bristol. Sus conclusiones se han publicado en marzo pasado en la revista Shakespeare Quarterly de Oxford Academic.
Por una parte, seguía quedando claro que el autor del manuscrito dejó clara su profunda fe en el catolicismo, la aceptación de la muerte según la voluntad de Dios y la gratitud por la vida. Por otra parte, se reconocía el amor a dos mujeres: a la Virgen María y a santa Winifred, lo que aporta nuevas pistas para el análisis de esas palabras. Con todo ello, tras una exhaustiva investigación, el profesor Matthew Steggle demostró que Testamento Espiritual en realidad era una traducción al inglés de un texto religioso italiano conocido como La última voluntad y testamento del alma escrito por san Edmund Campion, un jesuita que fue ajusticiado en 1581.
Incluso en diversas bibliotecas europeas localizó la traducción de la obra a otros seis idiomas. Lo interesante es que tal documento fue escrito varios años después de la muerte del padre de Shakespeare con lo cual era imposible que el Testamento Espiritual fuera obra suya. Al final, Matthew Steggle ha atribuido su autoría a Joan Shakespeare Hart, la hermana pequeña del escritor inglés y la menos conocida. Joan, que nació en 1569, se casó con un comerciante y tuvo cuatro hijos hasta que murió en 1646, siempre a la sombra de su hermano.
Las declaraciones de ese texto ya fueron impactantes en su primer análisis, porque reconocer que se era católico en aquella Inglaterra que se había separado de Roma tiempo atrás suponía exponerse al castigo.
Cuando nació William Shakespeare en abril de 1564 en la citada localidad de Stratford-upon-Avon, reinaba en Inglaterra la casa Tudor con Isabel I, que se mantuvo en el trono desde 1558 y hasta su muerte en 1603. Su padre, Enrique VIII fue rey de Inglaterra y señor de Irlanda desde 1509 y ejerció el poder más absoluto incluyendo la ruptura con la Iglesia católica para convertirse en jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra (Iglesia anglicana). Isabel I no fue tan estricta pero seguía sin permitir ciertas licencias.
El dramaturgo, poeta y actor, que murió en 1616, ejerció su profesión dejando entrever que al igual que su familia era fiel a Roma y practicaba el catolicismo en la clandestinidad. Pruebas de todo ello es que un familiar directo de su madre fue condenado a muerte por haber escondido a un sacerdote y una de las hijas de William fue señalada como católica. Además, los expertos en su obra destacan que en Romeo y Julieta se dejan entrever “ideas y ritos católicos” o se muestra simpatía por curas y monjes, como sucede con uno de sus personajes, el católico fray Lorenzo.
Eso mismo se repite con fray Francisco en su obra Mucho ruido y pocas nueces, donde también hay invocaciones a la Virgen María. Incluso, los entendidos destacan que en Hamlet Shakespeare condena el régimen de los Tudor, al igual que critica la desintegración social, el incesto, la infertilidad, la locura y el asesinato, unos términos con los que los católicos acusaban tanto a Enrique VIII como a Isabel I.