El descubrimiento de la tumba del faraón egipcio Tutankhamón, hace cien años en el Valle de los Reyes, fue el hallazgo del siglo y convirtió al egiptólogo Howard Carter en una celebridad mundial. Pero además de avivar la egiptomanía en todo el mundo, también propició el nacimiento de la legendaria 'maldición del faraón' sobre aquellos que se atrevieron a profanar su tumba.
La supuesta maldición es una historia alimentada en parte por la prensa al vincular varias muertes trágicas de personas involucradas con la excavación de la tumba y una serie de eventos increíbles que dieron fuerza a la superstición. Así, cinco meses después de la excavación, Lord Carnarvon, benefactor de Carter y uno de los primeros en entrar en la tumba, murió a a causa de una neumonía y envenenamiento de la sangre causado por la picadura de un mosquito infectado en el rostro. Se cortó la picadura cuando se afeitaba y se le infectó. Curiosamente, la autopsia de Tutankamón encontró una lesión en la mejilla izquierda del faraón, en el lugar exacto donde el mosquito había picado a Carnarvon.
Seis semanas después de la muerte de Carnarvon, otro visitante de la tumba de Tutankhamón, el financiero George Jay Gould, falleció de una infección pulmonar similar. Un año después, el británico Hugh Evelyn White, un egiptólogo que había asistido a la apertura de la tumba, se quitó la vida y dejó una nota que decía que había "sucumbido a una maldición".
Las circunstancias extrañas se sucedían. En 1924, Archibald Douglas Reid enfermó el día después de tomar una radiografía de la momia de Tutankhamón y murió tres días después. Dos años más tarde, Aaron Ember, un egiptólogo estadounidense que estuvo presente cuando se abrió la tumba, murió en un incendio en su casa. Arthur Cruttenden Mace, miembro del equipo de excavación de Carter, murió en abril de 1928, después de haber sufrido pleuresía y neumonía en sus últimos años.
Otro desafortunado incidente le ocurrió a Sir Bruce Ingram, amigo de Carter, después de que le regalaran un pisapapeles compuesto por una mano momificada con la muñeca adornada con un brazalete de escarabajo marcado con "Maldito sea el que mueva mi cuerpo. A él vendrán fuego, agua y pestilencia". No mucho después de recibir el regalo su casa se incendió y se inundó poco después de ser reconstruida.
Richard Bethell, el secretario de Lord Carnarvon y la primera persona detrás de Carter en entrar a la tumba, murió en circunstancias sospechosas en 1929. En tan solo una década, murieron al menos nueve personas que tenían algún vínculo con la excavación. Pese a todo, Carter siempre se mostró completamente escéptico sobre la Maldición de los Faraones y vivió hasta 1939, cuando murió de linfoma a la edad de 64 años.
Los científicos no tardaron en encontrar una explicación alternativa a la presunta maldición. Las muestras tomadas del cadáver del rey muerto revelaron que había sido plagado de esporas fúngicas de Aspergillus, unas bacterias mortales que podrían haberse liberado cuando fueron abiertas. El envenenamiento por Aspergillus encaja como un factor que contribuyó a la muerte de al menos tres de las víctimas de la llamada maldición de la momia.
El escritor de novela histórica Antonio Cabanas, que ha publicado recientemente el libro 'El sueño de Tutankhamón', rebaja la magnitud de la leyenda y nos cuenta que "en realidad, la la única desgracia que hubo que lamentar entre las personas que tuvieron un contacto directo con la tumba de Tutankhamón, fue Lord Carnarvon; un hombre cuya delicada salud había sido la causa de su llegada a Egipto, al haberle sido recomendado por sus médicos el clima de este país"
Según Cabanas, "Herbert Winlock, conservador del Museo Metropolitano de Nueva York y muy vinculado al equipo de excavación de Howard Carter, hizo una lista de las muertes acaecidas entre aquellos que habían participado en la excavación y posterior vaciado de la tumba. El resultado no puede ser más concluyente: tras el descubrimiento del hipogeo en 1922, Carter murió en Londres en 1939; Lady Evelyn, hija de Lord Carnarvon y una de las primeras personas que entró en la tumba, falleció en 1980; A. Gardiner, filólogo del equipo, lo hizo en 1963, a los 84 años, y el doctor D. Derry, autor de la autopsia de la momia de Tutankhamón, murió en 1969 a los 87 años"