Con 26 años, el actor Errol Flynn y su futura primera esposa, Lili Damita, visitaron la casa del pintor Diego Rivera en la Ciudad de México. Mientras las mujeres bebían tequila, Flynn fue tentado por el artista a probar un cigarrillo de marihuana. Ese día, escuchó cantar a los cuadros. También Balzac contó que había llegado a ver pinturas divinas acompañadas de voces celestiales. ¿Cuánto le deben al cannabis los grandes artistas? Si nos atenemos a su delirante anecdotario, la deuda es inagotable.
El escritor estadounidense William Burroghs, gran gurú de la generación Beat, reconoció que muchas de las escenas de 'El almuerzo desnudo' habían nacido de sus efectos. Y Charles Baudelaire narró al detalle sus vivencias con el hachís y otras drogas con las que llamaba a la inspiración en 'Los paraísos artificiales'. El autor fue uno de los convidados más ilustres del Club de los Hachisinos o Comedores de Hachís.
Este curioso círculo, que ideó el concepto de intoxicación intelectual, reunía en París a intelectuales de mediados del siglo XIX entregados a los placeres del cannabis. Aunque Baudelaire lo consumía como experimento psicológico, confesó que prefería el estado de felicidad que le generaban la absenta y el opio.
Arthur Rimbaud, William Butler Yeats, Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling, Jack London, Susan Sontag, Eugène Delacroix, Dalí o Pablo Picasso son solo algunos de los genios que buscaron inspiración en el hachís. Bob Marley expresó que "fumar hierba te revela tu propio yo" y Paul McCartney asegura que la marihuana provocó un giro de ciento ochenta grados" en los Beatles. Incluso William Shakespeare se dejó imbuir por esta droga, a juzgar por los rastros hallados en las pipas enterradas en su jardín.
El novelista Norman Mailer aconsejaba a sus hijos empezar a fumar marihuana una vez terminados los estudios y expuso un sesudo pretexto: "La hierba es maravillosa para realizar conexiones nuevas en el cerebro. Puedes tener pensamientos realmente extraordinarios".
Merece también mencionar 'Mujercitas', una de las obras más populares de la literatura. Su confección está íntimamente vinculada con el cannabis. Cuando en 1867 su autora, Louise May Alcott, recibió el encargo de una novela para niñas por parte de su editor, se llevó las manos a la cabeza. Pero se puso a escribir rápidamente y tras diez semanas de intenso trabajo, entregó una novela que en un mes agotó los 2.000 ejemplares de la primera tirada. Acabó siendo uno de los grandes clásicos de la literatura infantil. "Dios bendiga el hachís", resolvió. Por si quedaba alguna duda, trató el tema en varios relatos cortos con personajes muy apegados a su consumo.
¿Y si resultase que todo es un espejismo, que el cannabis no aumenta la creatividad? A esta conclusión ha llegado un grupo de investigadores de las Universidades de Washington y Singapur a partir de varios estudios publicados en The Journal of Applied Psychology. No han encontrado ninguna prueba contundente que permita concluir tal efecto. Lo que sí han comprobado es que esta droga provoca una sensación de jovialidad que lleva a quien lo consume a percibir sus propias ideas y las de los demás como más ingeniosas. Por tanto, las revelaciones anteriores podrían estar sesgadas, influenciadas por su estado de euforia.
En los experimentos, los participantes que consumieron cannabis se mostraron más propensos a sentirse felices y alegres en comparación con los voluntarios que no lo probaron. También calificaron sus propias ideas como más creativas, un efecto que se asoció a su mejor estado de ánimo. Sin embargo, inesperadamente, este estado de jovialidad no se tradujo en un aumento de la creatividad.
En otro estudio, los investigadores trataron de replicar y ampliar sus resultados en el entorno laboral. De nuevo, detectaron que el cannabis no afectaba significativamente a la función cognitiva, pero sus consumidores sí tenían la sensación de ser más creativos e incluso evaluaban la imaginación del resto de forma mucho más favorable.
Es posible -sospechan los autores y algunos estudios lo atestiguan- que las personas creativas y con mayor predisposición a experimentar se sientan más atraídas por el cannabis. Esto lleva a pensar que, en contextos específicos, como la producción musical y artística, exista un vínculo más lógico.
El cannabis es una de las drogas más consumidas con fines recreativos, religiosos y médicos. Sus efectos curativos fueron descritos por primera vez en China, hace ya unos cinco mil años. Hace un tiempo traspasó la esfera del tabú y hoy es uno de los principios activos de algunos fármacos que se consiguen con receta. También está probado que su uso frecuente tiene efectos neurotóxicos, pudiendo alterar la estructura y función cerebral, sobre todo en adolescentes. Incrementa el riesgo de problemas psiquiátricos, deficiencias cognitivas y reducción de las habilidades motoras, según ha publicado la psiquiatra Jennifer T. Sneider. La neurocientífica Yamin Hurd de Mount Sinai, en Nueva York, añade que el subidón producido por esta droga puede alterar la química cerebral de forma permanente. Son hallazgos que han favorecido que el cannabis pierda su inocencia y no se perciba tan inofensiva como en los ambientes artísticos del siglo XX.