Oda al bidé: "Es uno de los mejores inventos de la humanidad, que no se pierda"

  • La interiorista valenciana Verónica Montijano ha escrito un manifiesto a favor de este elemento higiénico para impedir su defunción

  • Desde su origen, fue muy reclamado por las damas de las cortes europeas y ayudó a limpiar el rastro de las relaciones adúlteras

  • Los diseñadores lo usan hoy casi como pieza de museo. Son elegantes, menos voluminosos y tienen múltiples funciones

"Ya sea con chorro horizontal o con chorro vertical, una ducha invertida, un convertido en butaca, un caballo pequeño o uno de Troya, una fuente, un readymade o un objet trouvé, quiero expresar mi más firme convicción en defensa de uno de los mejores inventos de la humanidad que no se pierda el bidé. Vive le bidet!" Con estas palabras y poniendo blanco sobre negro, la diseñadora de interiores valenciana Verónica Montijano García ha querido devolver la dignidad a esta pieza tan singular en la última edición de Casa Decor, la popular plataforma de interiorismo. No solo le ha dado un lugar visible en el restaurante Muttard, un lujoso espacio con aire parisino creado para la ocasión, sino que ha colocado sobre él este curioso manifiesto.

Un objeto multiusos que despierta la imaginación

Y es momento de preguntarse en qué hemos convertido esta pieza sanitaria. ¿Cuánto tiempo lleva ninguneada en los baños de nuestras casas? Alguno de nuestros lectores señala que jamás lo usó, pero sí recuerda cómo a su madre le venía bien para colocar en él algún producto de higiene personal. "Bajaba la tapa y quedaba transformado en un pequeño armario". Otro confiesa que lo ha reconvertido en "bañerita" para su pequeño Yorkshire, colocando en el grifo una manguera de ducha. Y más de uno acaba dando la razón a la interiorista Montijano en eso de que es uno de los mejores inventos de la humanidad, pero con un matiz: no para lavar sus partes pudendas, sino los pies. "No hay nada como sentarse en un taburete y dejarlos a remojo en el bidé con un buen puñado de sales".

Bañera para mascotas, cubitera para las bebidas cuando hay invitados, zapatero, el lugar idóneo para el prelavado de las deportivas… Sin duda, es el cofre multiusos que mejor despierta nuestra imaginación. Ni uno solo repara en las virtudes higiénicas de esta palangana con chorros. "¿Para qué, si existe papel higiénico, ducha y bañera?" Y si echamos un vistazo a los planos de los edificios de nueva construcción, observaremos que en la mayoría ha desaparecido el bidé. ¿Ni siquiera merece una última oportunidad?

Igual que cabalgar sobre un poni

Veamos si, haciendo un poco de historia, podemos devolverle la dignidad perdida. El lexicógrafo británico Francis Grose, autor de 'Un diccionario clásico de la lengua vulgar' lo describió en 1785 como "una especie de tina, inventada para que las damas se aseasen, para lo cual la montan como si fuera un poni francés". Su origen habría que buscarlo en la corte de Versalles en tiempo de Luis XV, el Bien amado, en el siglo XVIII. En 1710, el ebanista de la familia real, Christopher de Rosiers, había ideado un mueble con lavabo colocado sobre un soporte con patas para guardar en el dormitorio junto al orinal que fue bien recibido en palacio.

Algún texto de la época relata cómo Madame de Prie, la marquesa que durante un tiempo ejerció un férreo control en la corte francesa, "cabalgaba" sobre un mueble con palangana incorporada para lavar sus partes íntimas. Su diseño no tenía nada que ver con los actuales y más bien parecía una silla de montar a caballo.

Símbolo de poder e instrumento para prostitutas

El marqués de Argenson, uno de los ministros de Luis XV, describe en sus memorias que un día, al ser recibido en audiencia, se encontró a la marquesa “sentada a horcajadas en un curioso mueble en el que se disponía a lavar sus partes íntimas” mientras despachaba con él. María Carolina de Austria, reina de Nápoles, mandó instalar uno en su baño privado dentro del Palacio Real de Caserta, en la región italiana de Campania, como símbolo de poder, a pesar de que sus asesores le advirtieron de la mala fama que este artilugio, considerado instrumento de meretriz, le podría causar. Hizo caso omiso. Su aparición ya había despertado la suspicacia de la Iglesia, por el riesgo de que se utilizase como método anticonceptivo y para borrar las pruebas del adulterio, además de incitar a la inmoralidad.

Marcel Duchamp, uno de los artistas más influyentes del siglo XX, lo elevó a categoría de arte y lo expuso en un museo con la misma naturalidad que pintó bigotes a la Gioconda. En él pensó Montijano cuando este año recibió el encargo de recrear una casa parisina. Ha sido su oportunidad para reivindicar el bidé y lo ha hecho con una pieza del fabricante Jacob Delafon. Lo ha colocado en la entrada del aseo e iluminado como habría hecho con cualquier otra obra de arte, además de coronarlo con el elegante manifiesto. Tal ha sido la expectación que, en su defensa, alega que en su familia siempre hubo cultura de bidé. ¿Qué razón habría para excluirlo de un proyecto de interiorismo?

Un contenedor ideológico

El escritor erótico Luciano Spadanuda le dedicó en 2003 todo un tratado, 'Storia del Bidet'. En él cuenta cómo, además de simple artículo sanitario, ha sido, desde su aparición, una práctica higiénica "cuanto menos sospechosa". Lo presenta como un contenedor ideológico y la metáfora de la relación entre el hombre y su naturaleza sensual. "Desde los mugrientos armarios de las casas de la vida hasta las alcobas más nobles de Europa, el bidé ha sido durante mucho tiempo objeto de desconfianza, pero también de reflexión creativa para escritores, filósofos y artistas".

Resulta apasionante imaginar las traiciones que se habrían descubierto sin él. Relegado casi a la insignificancia y absuelto de cualquier significado erótico carnal, hoy nadie diría que su presencia sugiere una vida lujuriosa. En los hogares franceses prácticamente ha desaparecido. En Italia, Portugal, Grecia y algunos países de América Latina siguen gozando de estupenda salud. En España aún resiste y en Japón se encuentran incluso en los baños públicos con algunos diseños tan sofisticados que precisarían un manual para regular la presión, la temperatura del agua, la dirección del chorro o la velocidad de secado.

En el arte siempre encontrará un lugar reservado

Al bidé le queda al menos el amparo de los interioristas que hacen todo cuanto está en sus manos por convertirlo casi en pieza de deseo e icono de la decoración con modelos menos voluminosos y mucho más atractivos y ligeros. Suspendidos o en el suelo, tienen un aspecto elegante y se integran de forma orgánica y armoniosa en el baño. Artistas como Miguel Navarro, Julio Cuaresma, Rablaci o Eladio de Mora lo han reconvertido en auténticas esculturas. Y sin duda, sus innovadoras e inteligentes funciones habrían hecho las delicias de Madame de Prie o cualquiera de las damas de la época que tanto afán empleaban en sus partes más íntimas.