José Antonio Gismera, el hombre que da cuerda a los 230 relojes del Palacio Real: "Me fascina el ingenio humano"
Nos adentramos en el taller de este relojero de Patrimonio Nacional. Tiene a su cargo piezas únicas y antiquísimas
Después de tres décadas de oficio, no deja de asombrarse por lo que es capaz de idear la mente
El ajuste con cada cambio de hora, dos veces al año, pone a prueba su más que demostrada paciencia
Más de tres décadas de oficio no han conseguido que José Antonio Gismera, el relojero de Patrimonio Nacional, deje de fascinarse por esas mentes humanas que fueron capaces de crear los 230 relojes que componen la colección del Palacio Real, en Madrid. Nos cuenta que desde muy pequeño siempre tuvo la inquietud de "armar y desarmar" lo que caía en sus manos con la curiosidad siempre insaciable de conocer sus vísceras. No imaginó que con el tiempo tendría en sus manos estas delicadas y complejas piezas ideadas para que el hombre se adaptara a su entorno físico y social.
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Le impresiona cada fragmento que compone su mecanismo, pero, igual que ocurre con el cerebro humano, no posee una maquinaria perfecta. De ahí sus horas de taller, situado en la cuarta planta del antiguo Alcázar de Madrid, para reparar, corregir y anticiparse a cualquier fallo. Trabaja con guantes de látex y bata blanca con unos generosos bolsillos azules que le permiten tener a mano algunas de sus herramientas, como pinzas destornilladores o llaves para dar cuerda. Gismera pasa las horas en un silencio que solo rompen el tintinar de los relojes. Se ha acostumbrado al interés que despierta su trabajo. "Cada reloj es una pieza de arte. No es extraño que la gente quiera saber cómo pueden funcionar tan perfectamente después de siglos. Los más antiguos se remontan al siglo XVI".
Si aquellas mentes inventoras fueron las compositoras de la sinfonía que ha marcado el tictac a varios siglos de historia de España vivida en este palacio, antigua residencia de jefes de Estado y uno de los más grandes del mundo, Gismera es desde hace 33 años el auténtico director de orquesta. Sus manos hacen de batuta para coordinar el movimiento de cada reloj en una compleja organización temporal. "Necesitan que se les dé cuerda de forma manual y, cada ajuste horario bianual, el último domingo de marzo y el último domingo de octubre, requiere alrededor de tres días de trabajo. No se puede dar la vuelta, porque si tiene calendario tienes que darle las 24 horas para que no cambie a las 12 del mediodía".
Piezas con alma inmortal y cuerpo mortal
Se podría atribuir a estos relojes esa percepción platónica del hombre: una combinación de alma inmortal y perfecta conectada con un cuerpo mortal y con posibilidad de destruirse. Afortunadamente, Gismera conoce mejor que nadie la mecánica de la relojería después de reparar, afinar y dar cuerda desde 1992 a cada reloj. Tiene licencia para moverse por todas las estancias de Palacio. "Son auténticas joyas. Desde 'El Candil', que Felipe II encargó a Hans de Evalo, en 1583, hasta piezas del siglo XX", indica.
Aún le quedan años para jubilarse, pero no se plantea el relevo. Tampoco parece que haya nadie encargado de tomar el testigo. Sus hijos no han heredado el gusto por este oficio. "Yo llegué aquí como ayudante y después aprobé una oposición. Supongo que el siguiente relojero hará lo mismo", dice.
Los años de oficio le han permitido cultivar un perfeccionismo extraordinario. "Los relojes requieren paciencia y meticulosidad. Con la edad te vuelves un poco maniático, quieres que todos estén perfectos. Cada uno tiene una historia que él podría contar. Uno de los favoritos del público es 'El Pastor', adquirido por Fernando VI en 1758, casi al final de su reinado. Es un reloj astronómico construido por el relojero suizo Pierre Jaquet-Droz. La caja está fabricada de madera y planchas de metal dorado. En la parte superior, un pastor sentado toca la flauta flanqueado por un perro y una oveja. Debajo, dos amorcillos se columpian. Debajo de la esfera, un balcón con una dama sentada y a la izquierda un niño juega con un pájaro. Cuando el reloj da las horas se acciona, por medio de diez palancas. La dama mueve los brazos, el pájaro inicia su canto, el niño gira hacia él y los amorcillos se columpian y giran la cabeza. Mientras, el pastor toca la flauta moviendo sus dedos.
Reloj de globo sostenido por Atlas
Otro de los que más admiración suscita es 'El Atlas', del siglo XVIII. La caja del reloj representa a Atlas sosteniendo el globo celeste. En su interior, el reloj y un planetario. El globo está adornado con las constelaciones policromadas en dorado sobre fondo azul. Todo sobre pedestal de madera con brújula a los pies del titán. O 'El Elefante', una pieza recubierta de oro que mueve la trompa y la cola. "La colección es muy variada -explica el relojero-. Hay relojes británicos, franceses, españoles, alemanes y suizos. Es asombroso que sigan funcionando y a la vez importante porque son piezas únicas. Esa es la responsabilidad que asumí y sigue tan presente como el primer día". Antes de dar por terminada la entrevista, Gismera nos confiesa que tantas horas de oficio le han vuelto algo maniático. "No puedo evitar interesarme por un reloj cuando llama la atención o veo que está parado o no suena bien".