Entre los recuerdos de adolescencia de la fotógrafa Helena Alarcón, uno de los más vívidos es el de su madre en la playa. No dentro del agua, sino detenida en la arena, como contemplando, aparentemente a salvo, esa voz antigua de viento y de sal. La realidad era muy distinta. "Muchas veces yo misma podía adivinar si había bebido o no cuando estábamos en la playa o en la piscina. Si bebía, no se metía en el agua", dice Helena al recordar esos veranos que quedaron registrados en unas fotos que encontró en casa de su abuelo. La playa que requiebra el alma. El alcoholismo camuflado entre los ruidos del agua: "el sonido de la manguera al regar la terraza, o el del grifo de la cocina, eran los que ella utilizaba para camuflar el ruido al abrir una lata de cerveza". ¿Qué ocurre cuando nuestros padres nos sueltan la mano pero son ellos los que se pierden? ¿Y hasta dónde somos capaces de llegar para salvarnos?
A Helena le gusta coleccionar fotos desde siempre. Quizás porque en esos viejos álbumes de verano hay algo de memoria y de refugio. Lo que no podía imaginar era que poco a poco esa vocación de 'archivera' o 'espigadora' -dice ella misma recordando un documental de Agnès Varda- iba a desencadenar, hace unos cuatro años, una especie de obsesión con las imágenes de mujeres alrededor del agua. Cuando ocurrió, no dejó de ir cada semana, puntualmente, al Rastro, en Madrid, a pescar, entre ese otro mar de imágenes, aquellas en las que las mujeres se relacionaban con el agua.
"Me di cuenta de dónde venía esta fijación fue a raíz de que un amigo me preguntó por qué. En ese mismo momento caí en la cuenta de que buscaba a mi madre cada domingo a través de otras mujeres. De que las únicas fotografías que recogí de casa de mi abuelo antes de que la vendieran, fueron aquellas donde mi madre era feliz en el agua".
Poco a poco, Helena fue construyendo una colección importante de cientos de fotografías. "Durante cuatro años me gaste entre 0,50 cm y 48 euros en cada foto. Los vendedores del Rastro empezaron a llamarme 'Helena la bañista' o 'Helena la de los veranos', la de las mujeres en el mar". Pronto empezó a buscar imágenes también en otros países de Europa, como queriendo componer el rompecabezas de un pasado que, sin embargo, permanecía inmutable. Aprendió también de otros 'archiveros' vocacionales. Los fotógrafos Paco Gómez y Fernando Maquieira. Se empapó del trabajo de Erik Kessels. Se conmovió con el cortometraje 'Olores' de Alba Esquinas, con los libros extraños que publican en Ediciones Comisura.
¿Qué encontramos cuando volvemos obsesivamente sobre la misma imagen? La percepción artística es capaz de modular la vida, pero ¿reconfigurar el pasado? Tal vez se trata de que la fotografía no solo construye la memoria, también la proyecta hacia el futuro. Helena Alarcón solo sabe que la relación con su madre ha cambiado a partir de esta investigación fotográfica y emocional. "Mi madre lleva años diciendo que se quiere ir a vivir a la playa, pero no lo hace. Me gusta utilizar esto para decir que en realidad se está negando a ser feliz. Se está negando a dejar de beber. Esta exposición tiene implícito en su nombre que tengo que dejar correr a mi madre, y que tengo que terminar ya la recolección de fotos. Juego con el refrán "agua que no has de beber, déjala correr".
'Déjala correr', la exposición podrá verse del 2 al 12 de julio, en 'Tha House, project space', en el número 58 de la calle Antonio López, cerca a Madrid Río.