Javier está detrás de una cámara de fotos. Tiene todo preparado para este momento. Ajusta los parámetros, encuadra, enfoca. Y dispara. Clic. Delante, un rostro casi irreconocible acaba de ser retratado. Un rostro manchado de tierra que está, aunque no lo pretenda, mostrando su alma. En la serie de fotografía 'Tierra', Javier homogeneiza a todos sus modelos desnudándolos, mojándolos, embadurnándolos de barro y sembrando en ellos un semilla de intranquilidad. "Es una serie de retratos, pero en realidad forma un discurso unitario vertebrado por un mensaje: que el ser humano es el único animal que es consciente de su propia mortalidad. Y esa consciencia es una experiencia personal que puede llegar en cualquier momento de la vida", nos cuenta el artista. Nos espera la tierra. Convertirnos en polvo. Y Javier lo deja claro cada vez que se cierra el obturador. 'Que la tierra te sea leve'. El epitafio romano es el pie que acompaña cada una de las fotos.
El proyecto de estas fotografías nació hace años: "Surgió después de una depresión y una crisis existencial larvada, unos años después de que a mi madre le diagnosticaran dos cánceres en muy poco tiempo. La muerte se convirtió durante unos años en un pensamiento cotidiano que terminó cuajando en los retratos de 'Tierra'". Comenzó fotografiando a familiares y amigos. Pero esas fotos despertaron el interés de su entorno profesional y algunos rostros conocidos posaron para él. Laura Ponte fue la primera. Una serie de coincidencias e inseguridades propias hicieron que Javier se olvidara del proyecto. "El año pasado intenté recuperarlo, pero se suicidó mi expareja y no encontré el ánimo ni las fuerzas para hablar de la muerte". Y no ha sido hasta este verano cuando la sesión ha visto la luz. "Ahora, emocionalmente estoy en otro lugar y muy fuerte para hablar incluso de lo que me incomoda". El pasado 1 de agosto publicó la primera foto de la sesión en sus redes sociales. Y la admiración del público comenzó a brotar. Inmediatamente, empezó a recibir mensajes de gente que quería participar. Y 'Tierra' adquirió una dimensión y una relevancia que él jamás imaginó. "Se ha hecho un monstruo que camina solo", comenta.
La honestidad con la que Javier habla se ve también reflejada en su trabajo. En 'Tierra', el artista consigue que algo tan poderoso como una mirada se clave en el espectador. Y que le haga preguntarse cosas. No es sólo una serie de retratos. 'Tierra' significa mucho más. "Se ha convertido, sobre todo, en una charla con gente que viene a hablar y a compartir su vida y su experiencia con la muerte", nos cuenta el autor. "Hay algo en 'Tierra' que hace que quien posa para ella se sienta vulnerable, y los recuerdos y las emociones florezcan inmediatamente".
Javier coloca a los modelos cara a cara con sus propios miedos. Y por eso es un trabajo tan atrevido: "Cuando parí 'Tierra' pensé que nadie querría venir a posar semidesnudo, pringarse hasta las orejas y exponerse de esa manera delante de un objetivo para ponerse, además, a pensar en la muerte", nos confiesa. Pero se equivocaba. Los modelos se mojan, en todos los sentidos. Sin florituras. Sin adornos. Sólo con su piel, su mirada y la tierra que los ensucia. Después de esos primeros retratos, vinieron más. Ana Milán, Lydia Bosch, Nacho Guerreros, Carmen Ruiz, Rocío Muñoz-Cobo, Óscar Higares, Alberto Velasco, Fernando Albizu, Itziar Castro, Elvira Sánchez Gallo, Jorge Usón, Manuel Baqueiro... "No quería que se convirtiera en una colección de rostros bellos y jóvenes. Desde el principio quise que 'Tierra' fuera diversa y plural y esa diversidad la encontré entre las actrices y actores con los que trabajo a diario", recuerda Javier.
El escritor Máximo Huerta ha sido una de las personas que se ha colocado ante el objetivo de Javier. Y ante su propio miedo a que un día se convertirá, como todos, en tierra. “La carcoma que te tritura por dentro me hundió en la sesión de fotos -creo que se nota en la mirada de la imagen elegida- y el desasosiego me llevó a no dejar de pensar en la parca durante varios días. Así volví a casa, con la zozobra de la muerte como quien mastica un chicle sin sabor” escribiría en su página web tras de la sesión de fotos.
Las redes sociales y su página web son parte de las herramientas del día a día de Javier. "Las redes son absolutamente imprescindibles para mi trabajo. No son solo un escaparate comercial. Soy un fotógrafo impulsivo y no tengo paciencia. Cuando necesito expresar y compartir algo, las redes son el vehículo perfecto para poder hacerlo inmediatamente". En Instagram comparte su trabajo con más de 3.000 personas que le dan feedback con cada nuevo retrato.
Javier se aficionó a la fotografía en la adolescencia, después de que le regalaran una mítica Polaroid en su comunión. Aprendió a manejar la Olympus y la Yashica de su padre con una enciclopedia de fotografía práctica. Y comprobó que, en la era analógica, no era fácil tener un hobby tan caro: "Jamás tenía un duro para revelar los carretes". Su interés fue desapareciendo paulatinamente, y se enterró del todo cuando ingresó en la universidad para estudiar Ciencias Políticas. Hasta que un revés en su vida profesional lo hizo florecer: "En 2008 me despidieron de la Escuela de Negocios donde trabajaba en el departamento de marketing. Fue lo mejor que me ha pasado en mi vida profesional. Eso me hizo encontrarme de nuevo con el niño y el adolescente creativo que había sido y con el hobby que después se ha convertido en mi profesión". Aquel niño que robaba la cámara a su padre ha crecido, pero algo se mantiene intacto desde entonces: "Siempre tuve un punto de vista respecto a todo lo que me rodeaba y una necesidad de expresarlo de alguna manera. Pasé muchos años de mi vida negando ese impulso y viviendo de espaldas a él, hasta que una depresión me conectó de nuevo con esa necesidad".
Con todo ese bagaje personal, hoy Javier Mantrana se ha convertido en un fotógrafo profesional y multidisciplinar. "La cámara solo es un medio para poder expresarme y conectar con lo que me rodea". Con el tiempo, ha aprendido que "no se puede vivir negando lo que somos por intentar ser como los demás". Ha afinado su ojo de artista. Le preguntamos por algún sueño de su juventud que aún no haya cumplido. "Soy joven, sigo teniendo sueños", responde conciso. Touché.