El adjetivo “excéntrico” se utiliza a menudo para describir comportamientos atípicos por parte de las estrellas de Hollywood, pero pocas lo merecen más que Nicolas Cage. El actor de 58 años tiene una vida mucho más intrépida, surrealista y espectacular que cualquiera de sus películas. Y eso que ha hecho más de cien. De ellas, ha rodado 48 solo en la última década. Y de ellas, 13 se han estrenado directamente en formato doméstico.
La carrera de Cage tampoco tiene comparación. Empezó en el cine independiente encadenando varias obras de culto, luego saltó a los blockbusters con un método interpretativo que él mismo ha inventado y que denomina “mega-actuación” y ahora acumula productos de serie B, que alterna con experimentos aplaudidos por la crítica como 'Pig', 'Mandy' o 'El insoportable peso de un talento descomunal'.
En esta última se interpreta a sí mismo. Y en su próximo proyecto hace de Drácula, quizá en un guiño a la teoría de internet, apoyada por retratos y fotografías antiguas, de que Nicolas Cage es un vampiro que lleva siglos deambulando por la Tierra. Y este no es, ni de lejos, el rumor más extraño en torno a él.
Ser sobrino del genio Francis Ford Coppola, autor de 'El padrino' y 'Apocalypse Now', inevitablemente marcó la adolescencia de Nicolas Kim Coppola (ese es su verdadero nombre). Aunque sus padres eran de clase media, creció rodeado de riqueza. “Yo iba en autobús a un colegio en el que todos mis compañeros conducían Ferraris y Maserattis”, ha contado. Este contraste le hizo desarrollar una fascinación por el dinero: la única manera en que alcanzaría la vida de aventuras que anhelaba era siendo millonario. “Cuando visitaba a mi tío en verano... esos veranos... quería ser él. Quería tener las mansiones. Esa era mi motivación”, admitiría después.
Leía tantos cómics que estaba convencido de que era una criatura mágica. “De niño me sorprendía cuando mi padre me llevaba al médico y no le decían que mi sangre era verde y que tenía 20 costillas, que era una anomalía del espacio exterior”, recuerda. Al afrontar sus primeros trabajos como actor, decidió prescindir de la losa de su apellido y adoptó un nombre artístico en honor al superhéroe de Marvel Luke Cage. Cuando tuvo un hijo en 2005 lo bautizó Kal-El, en honor al nombre real de Superman.
Durante los 80 Cage se sentía atraído por papeles impactantes. Su preparación lo era aún más. Para experimentar el dolor de un soldado de Vietnam en 'Birdy', se arrancó cuatro muelas. Para interpretar a un vampiro en 'Beso de vampiro' se comió una cucaracha. “Cada músculo de mi cuerpo me decía que no lo hiciera, pero lo hice de todas formas”, contó el actor después.
En 'Leaving Las Vegas' hacía de un alcohólico que viaja a la ciudad del pecado para beber hasta la muerte, así que se encerró a consumir alcohol sin parar delante de una cinta de vídeo para estudiar luego cómo funciona el cuerpo ebrio. El papel le dio un Oscar y Cage entendió que esa fama podía abrir la puerta a la vida grandilocuente que siempre había soñado. Así que se convirtió en la estrella de acción más improbable de la historia de Hollywood al encadenar 'La roca', 'Con Air', 'Cara a cara', '60 segundos' o 'La búsqueda'. En esta última interpretaba a un cazador de tesoros. Basado, claro, en hechos reales.
Mientras Cage aumentaba su fortuna con cada taquillazo, se la iba gastando en caprichos como dos islas contiguas a la isla de Johnny Depp, coches de lujo (solo en 2007 compró 22) o una calavera de dinosaurio, por la que pagó 350000 euros. Le ganó en la puja a Leonardo DiCaprio, pero tuvo que devolverla al gobierno de Mongolia cuando se descubrió que la calavera había sido desenterrada ilegalmente y que pertenecía al patrimonio nacional mongol.
La mayoría de su dinero fue a parar a las 15 casas que compró entre 2002 y 2012: fincas, castillos y mansiones encantadas. El motivo era que empezó a leer libros sobre el Santo Grial, la copa legendaria que otorga la eterna juventud a aquel que la beba, y cada vez que descubría un posible enclave para el grial compraba la propiedad para poder explorar el terreno tranquilamente. “Empecé a interesarme por la mitología y fui encontrando propiedades inmobiliarias relacionadas. Todo giraba en torno a encontrar el grial. ¿Está aquí? ¿O quizá está allí?”, señaló.
Este derroche le llevó a la ruina. En 2013 Hacienda le reclamó once millones de euros y tuvo que vender todas sus casas, su colección de cómics (incluido el número 1 de Superman, que habría comprado por 200000 euros y vendió por diez veces más) y sus docenas de coches.
“A veces haces buenas inversiones y otras veces haces malas inversiones”, explicó. “Tenía que poner el dinero en algún sitio. Y yo creo firmemente en el mercado inmobiliario. No me fío de la bolsa y no me fío de los bancos. Lo curioso es que mi problema vino por la compra de propiedades, no por comprar esas calaveras de las que a la prensa le gusta tanto hablar. Nadie va a arruinarse por comprarse un pulpo”. (El pulpo en cuestión le costó más de 100000 euros).
Su derroche también incluía las acciones solidarias: en 2006 Forbes publicó que Cage era la tercera persona más generosa del mundo con causas benéficas, solo por detrás de Bono y Sandra Bullock.
Mientras intentaba recomponerse económicamente haciendo todas las películas baratas que podía, Cage llevó una vida austera en Las Vegas: desayunaba en el mismo bar cada mañana un menú de 10 euros, utilizaba el transporte público y hacía ejercicio en un gimnasio low cost. En el vestuario se cambiaba de ropa con cuidado de no quedarse desnudo en ningún momento, por temor a que le hiciesen fotos o vídeos.
Cage ha estado casado cuatro veces y por motivos muy distintos. Se enamoró de Lisa Marie Presley porque es un gran admirador de su padre, Elvis, y colecciona todo tipo de pertenencias. Casarse con su hija era el homenaje definitivo. Se separaron cuatro meses después. En el caso de la maquilladora Erika Koike, la cosa no llegó a una semana: se casaron borrachos en Las Vegas mientras Cage le contaba a la gente que ella tenía otro novio y que se dedicaba al narcotráfico. Cuatro días después el actor solicitó la anulación del matrimonio.
Pero el romance más Nicolas-Cage de Nicolas Cage es el que vivió con la actriz Patricia Arquette. Le pidió matrimonio nada más conocerla, en 1986, cuando ella tenía 18 años. Para quitárselo de encima Arquette le puso dos condiciones: que le encontrase una orquídea negra (no existen) y un autógrafo del ermitaño escritor J.D. Salinger.
Casi una década después, Cage se presentó en su casa con los dos tesoros (la flor estaba alterada genéticamente) y ella accedió a casarse con él. En la boda los testigos fueron dos nutrias. Y no es lo más sorprendente que ha hecho Cage con una mascota.
Un amigo dejó una bolsa de setas alucinógenas en su casa y Cage pilló a su gato comiéndoselas “vorazmente”. “Así que pensé 'Qué demonios, será mejor que le acompañe'. Me pasé horas tumbado en la cama y él se quedó tumbado en un escritorio enfrente de mí, mirándonos a los ojos, sin movernos. Pero él me miraba y yo no tenía la menor duda de que era mi hermano”, contaría después.
A veces no le ha quedado más remedio que renunciar a sus mascotas. El actor reveló que sus dos cobras albinas gigantes intentaron hipnotizarle y temió por su vida. Su vecino le vio contarlo en el programa de David Letterman, llamó a las autoridades y Cage tuvo que donarlas a un zoo. En otra ocasión, confesó que su pasatiempo favorito era observar a su pulpo porque además le ayudaba a ser mejor actor. También ha tenido un tiburón y un cocodrilo.
Su conexión con los animales va mucho más allá de la compañía. Para decidir qué carne come y cuál no utiliza el sexo como criterio: si considera que la manera de fornicar del animal es sucia o indigna (como, según él, es el caso del cerdo) no se lo come; si le parece que el sexo del animal es aceptable (aves y pescado) sí se lo come.
Nicolas Cage tiene previsto descansar para la eternidad (o, quizá, para la inmortalidad) en un sarcófago de casi tres metros que se hizo construir en un cementerio de Nueva Orleans. Hay espacio de sobra para que le acompañen sus tesoros y sus calaveras de animales y exóticos y de pigmeos, con las que asegura mantener conversaciones a diario en su salón. Nueva Orleans es una ciudad especial para Cage. Allí, dice, perdió la virginidad. Y además del sarcófago compró una mansión encantada y una capilla.
“Yo invito al espectro completo de mis emociones. Ese es mi mayor recurso como actor. Podría tomar ansiolíticos, pero necesito poder sentirlo todo así que rechazo cualquier tipo de medicación”, afirma. El crítico de cine del New York Times David Marchese definió su barroco estilo interpretativo como “un hombre solo en guerra contra el naturalismo, que rechaza que las ideas formales de lo que debe ser el comportamiento 'normal' de las personas dicten sus interpretaciones; es un actor que ve posibilidades en el arte (y quizá también en la vida) que nadie más ve”.
Cage es conocido por su extrema profesionalidad y entrega a cada proyecto, sea una superproducción o un thriller irrelevante. “Trabaja mucho, se prepara extremadamente”, aseguró el director Barbet Schroeder. “A veces parece que está haciendo algo espontáneamente, pero en realidad lo ha reflexionado mucho, lo ha calculado. Y es muy intolerante con los actores que no se preparan”. Cage admite que trabaja mucho por dinero, pero también porque nunca es tan feliz como en un set de rodaje.
“No todas mis películas han sido un triunfo, pero todas me han mantenido en contacto con mi instrumento. Funcione o no la película, siempre ofrezco algo divertido de ver. Y yo soy un hombre mejor cuando estoy trabajando. Tengo estructura. Tengo un lugar al que ir. No quiero sentarme a beber mai tais y Dom Pérignon y a cometer errores en mi vida personal. Quiero estar actuando”, explica.
Tal y como demuestra su eléctrica interpretación haciendo de sí mismo en 'El insoportable peso de un talento descomunal', Nicolas Cage está más al corriente de lo que el mundo piensa de él de lo que parece. “He corrido riesgos”, admite. “Pero ha habido una colisión entre mis experimentos y los memes que se han sacado de ellos. Esa no era mi intención. No tengo redes sociales. No quiero que mi vida personal quede expuesta. Al principio de mi carrera decidí intentar construir una mitología en torno a mí mismo. Quería tener el misterio de las estrellas clásicas, siempre preservadas en un aura enigmático”. Misión cumplida.