El 4 de enero cumplió 91 años y mañana iba a recibir el Goya de honor. Será el único de los grandes premios que no podrá recoger personalmente. Carlos Saura ha muerto después de pasar los últimos meses convaleciente de un pequeño ictus. Sin embargo, el realizador de ‘La caza’, ‘Peppermint frappé’, ‘Elisa, vida mía’ o ‘¡Ay, Carmela!' ha estado activo durante 70 años, casi hasta su fallecimiento. Con él se va el último clásico del cine español, un clásico combativo que dio la batalla durante el franquismo. A través de sus películas, esquivando la censura, logró cartografiar la España de la dictadura mientras obtenía un enorme reconocimiento internacional.
Con el tiempo, también llegaría el prestigio de la industria nacional: rodar con Saura era el signo de estar entre los grandes del cine. Así lo explicaba Fernando Méndez Leite, director de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, cuando compartía por qué se le había hecho merecedor del Goya de honor: "Por su extensa y personalísima aportación creativa a la historia del cine español desde fines de los años cincuenta hasta hoy mismo".
El 3 de febrero el cineasta estrenó 'Las paredes hablan', su último largometraje, un documental exhaustivo sobre la evolución del arte en las paredes, desde las cuevas prehistóricas hasta el grafiti actual, una cinta en la que, probablemente, habría tenido mucho que decir el pintor Antonio Saura, su hermano y un grande de la pintura moderna.
Saura poseía una creatividad y una curiosidad insaciables. El mismo espíritu aventurero caló en su vida personal. El realizador tuvo cuatro grandes amores, cuatro historias intensas que también tuvieron su correlato cinematográfico.
Empezó a estudiar Ingeniería Industrial, pero muy pronto abandonó la carrera para estudiar cine. Eran los años 60. En la Escuela de cine conoció a la periodista y directora de documentales Adela Medrano, con quien se casó y tuvo a sus dos primeros hijos, Antonio y Carlos. Ambos se dedican al cine, en tareas de producción y realización.
A finales de los 60 conoce en el Festival de Berlín a Geraldine Chaplin, hija de Charles Chaplin. Fue una de sus relaciones más largas: con ella vivió 13 años y realizó algunas de sus películas más famosas, como ‘Cría cuervos’, 'Elisa, vida mía' o 'Peppermint Frappé'. Saura trabó una buena relación con Charles Chaplin, fan incondicional del realizador. El ínculo familiar se fortaleció con la llegada de Shane, el único hijo que tuvo con Geraldine Chaplin.
La relación con Geraldine acabó de manera abrupta cuando, a finales de los 70, el director se enamoró de Mercedes Pérez. La joven tenía 30 años menos que Saura y era la persona que cuidaba de los hijos y la casa de la pareja. La historia tuvo ciertas repercusiones en la época, aunque tanto el realizador como la actriz decidieron ser discretos con los medios. De su matrimonio con Mercedes Pérez nacieron Manuel, Adrián y Diego. El matrimonio se rompió al tiempo que Geraldine Chaplin rehacía su vida con el cineasta chileno Patricio Castilla.
El amor volvió a llamar a su puerta en pleno rodaje de ‘¡Dispara!’. Así conoció a Eulalia Ramón, su cuarta mujer y otra de sus musas. Con ella trabajó en ‘Goya de Burdeos’ o ‘El rey de todo el mundo’, entre otras producciones. Hoy, la actriz despide así al cineasta: "Hasta el último momento lo has hecho elegante, bonito y lleno de amor".
Eulalia Ramón es la madre de su primera y única hija, Anna, "la niña más bonita del mundo", como declaró cuando nació. El director tenía entonces 63 años. Anna ha sido la persona en la que más confío para desarrollar todos sus proyectos cinematográficos, con permiso de Elías Querejeta, su productor de referencia, además de otros realizadores, productores ya actores con los que llegó a formar otra gran familia.
Anna Saura también se dedica al mundo audiovisual como productora. En Uppers produjo 'Living la vida Uppers', un formato de vídeos en los que entrevistaba a distintas personalidades del mundo de la intelectualidad y del cine; entre ellos, el propio Carlos Saura, que habló con su hija sobre la vida y el arte de hacer películas en 2020.
Más que cineasta, Carlos Saura fue un artista total. Cámara en mano, ha sido capaz de capturar el momento. Como realizador, se ha acercado a terrenos ingratos, difíciles de abordar por su complejidad. Así abordó el mundo del cante jondo con la trilogía formada por 'Bodas de sangre', 'Flamenco, flamenco' y 'Flamenco', o la relación entre Luis Buñuel, Dalí y Lorca en 'Buñuel y la Mesa del Rey Salomón'.
Animado por su hermano, también tiene obra pictórica. La pintura ha sido una constante en su vida, al igual que el cine. Mezcló las dos artes en unas originalísimas obras llamadas 'fotosaurios'. Poco antes de morir diseñó la portada de la reedición del disco de C. Tangana ‘El Madrileño. Sobre todas esas pulsiones, contaba: “Tengo una profesión muy extraña: hacer lo que me da la gana".