Antonio Banderas ha encarnado el sueño americano a la española desde principios de los 90. Si Penélope Cruz agradeció el Oscar con el famoso "crecí en un lugar llamado Alcobendas, donde tener un sueño así no era algo muy realista", ¿cómo iba a pensar doña Ana Bandera que de las actuaciones en la plaza de su Carratraca natal a Hollywood había solo un paso y que ese lo daría su hijo José Antonio?
Banderas, que como C. Tangana bien podría colocarse un neón gigante en la calle Larios con eso de 'El Malagueño' escrito en mayúsculas, siempre ha abanderado el orgullo por su ciudad y la marca España. Un peso no siempre fácil de gestionar pero que con el tiempo se le hizo más liviano: pasó de pronunciarse a sí mismo aquello de "Antonio, no la cagues" a reconocer en una entrevista con Juan Sanguino en 2018 que ya no tiene "esa ansiedad por demostrar cosas". Ahora, con 60 años,y habiéndose recuperado de un infarto y del zarandeo de un divorcio mediático, se reafirma en la decisión de jugar en casa y demostrar que también se pueden hacer cosas grandes desde una localidad mediana. La última, presentar los Goya junto a María Casado desde el Teatro Soho Caixa Bank que él mismo regenta.
En el Madrid de la movida al que Antonio se mudó para hacer teatro con la mayoría de edad recién cumplida, conoció a Almodóvar. Fue en un encuentro en el Café Gijón en el que, tras verlo en una obra de teatro, el director manchego se le acercó y le dijo aquello de: "Tienes una cara muy romántica, deberías hacer cine algún día". Él mismo le dio la oportunidad: en 1982 estaban rodando juntos 'Laberinto de pasiones'. Después vendrían 'Matador', 'La ley del deseo', 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' y '¡Átame!' en esa primera etapa juntos.
En 1989, cuando 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' estuvo nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa, Banderas tuvo el primer contacto con la que sería su casa en las siguientes décadas. Y también con su futura esposa -ahora ex pero aún amiga-. “Llegamos a la alfombra roja y de pronto veo a una mujer rubia que me sonaba mucho porque la había visto en películas, pero en ese momento no recordaba cómo se llamaba. Así que le dije a Pedro: '¿quién es?, ¿quién es?, ¿cómo se llama?' y Pedro me dijo: 'Antonio, es Melanie Griffith'. Y dije: 'Eso, eso. Ay Dios mío'. Pues bien seis años más tarde me estaba casando con ella", contó en una entrevista en Vulture.
Después de aquello aterrizó en Hollywood bajo la amenaza agorera de su amigo y descubridor, Almodóvar -"Hollywood te va a aplastar, vas a malgastar tu talento. Y yo te lo habré advertido"- y sin tener ni idea de inglés. Lo único que sabía decir entonces, según recoge la hemeroteca, es esa frase que suena a hipérbole del espíritu más yankee: "I can do it".
Entró bajo la etiqueta, entonces a estrenar, de actor latino 'hollywoodiense'. Entre las películas que marcaron la primera etapa de su trayectoria recién aterrizado en Los Ángeles en los 90, están títulos como 'Philadelphia', 'Entrevista con el vampiro', 'Evita’, 'Frida' o 'La máscara del Zorro'. Con la última, en la que compartía protagonismo con Catherine Zeta-Jones se colocó en primera línea. En los dosmiles hizo tándem con Robert Rodríguez y protagonizó la saga 'Spy Kids'. Éxito en taquilla pero más alejado del cine que había trabajado hasta entonces.
En esa misma segunda década en Estados Unidos volvió a los teatros -a los de Brodway, nada menos- con el aplauso generalizado por su trabajo en el musical 'Nine'. Se lanzó a la carrera como director con ‘Locos por Alabama’ y ‘El camino de los ingleses’. Y también puso voz y carisma al gato con botas de 'Shreck'.
Durante todo ese tiempo sus visitas a España eran como profeta a su tierra. Banderas contribuyó al idilio de Hollywood con los veranos marbellíes. En tiempos en los que no había redes sociales y era imposible saber qué habían desayunado los famosos, él y Melanie Griffith, que paseaba orgullosa su Antonio tatuado en el brazo por la ciudad costera, atendían cada verano al llegar con una rueda de prensa a los paparazzis agolpados en su puerta. Entre las visitas estivales y las de Semana Santa, en las que tampoco faltaba el saludo a los malagueños ávidos de procesión y brilli brilli desde un balcón, marcaron un etapa que alimentó el mito de la celebridad que triunfa fuera nunca antes visto.
Pero el 2015 Antonio y Melanie se divorciaban poniendo fin a una era. Juntos durante esos casi 20 años (desde 1996), se habían convertido en una de esas parejas del star system que marcan la excepción por su larga duración. Tuvieron a una única hija, Stella del Carmen, pero Banderas siempre se refiere a Dakota Johnson y Alexander Bauer como si lo fueran también.
Una colonia, una marca de ropa, sus estudios de moda, una escuela de teatro en su Málaga natal… Banderas continuó haciendo su marca y trabajando en el cine en lo que él mismo definía en una entrevista con The New York Times como un círculo vicioso, reconociendo que durante sus años de Hollywood pensaba: "Tengo que hacer lo que sea que me ofrezcan, de otra forma no podré sobrevivir aquí en esta jungla. Durante ese periodo de mi vida, la verdad es que me sentí bastante perdido. Estaba yendo en círculos, sin solución".
En 2017, sin embargo, todo cambió a la fuerza. Estaba con su actual pareja, Nicole Kempel, haciendo ejercicio en casa cuando empezó a notar un dolor en el pecho. Le estaba dando un infarto. La rápida reacción de Nicole, que le colocó una aspirina bajo la lengua, le salvó la vida. A partir de ese momento vino un punto y aparte vital, un momento de revelación del que el actor no escatima en detalles en entrevistas o entregas de premios.
Cuando a los 59 recogió el Goya por su gran regreso al cine español con 'Dolor y Gloria', de Pedro Almodóvar -donde interpreta al propio director y que paradójicamente le valió su primera nominación al Oscar como mejor actor-, dijo visiblemente nervioso: "Si mi cardiólogo está viendo esto estará flipando, porque se me va a salir el corazón por la boca (…) Ahora que se cumplen tres años de que me dio un ataque al corazón puedo decir que no solo estoy vivo sino que me siento vivo".
Tras el infarto se volvió a vivir a su Málaga natal, desde donde este 6 de marzo presentará los Goya, y empezó a hacer todos los checks en la lista de cosas que hacer antes de dejar el mundo sin pena ni gloria. Montó su propio teatro, el Soho Caixa Bank, desde donde presentó el musical que él mismo protagonizaba 'A Chorus Line' con la intención de exportarlo, en español, a Nueva York - la pandemia ha dejado el plan en stand by-. Alí ha montado su productora, de mismo nombre, que dirige María Casado, y han grabado 'Escenas en blanco y negro', una serie de entrevistas que se puede ver en Amazon Prime. Y sigue barriendo para casa proyectos culturales que den vida a los jóvenes del audiovisual malagueño.
Lejos del acoso mediático de los 90, con 60 años y el regreso a su tierra, Antonio ya no es la estrella que pasa por casa a saludar, sino que se va convirtiendo en un vecino más. No hay malagueño que no sepa señalar dónde está el ático del actor en el centro, o que se lo haya cruzado dando un paseo con Nicole por Gibralfaro o comiendo en la cantina de su escuela de teatro en pleno verano con los alumnos que acuden a sus campamentos. Antonio se ha reseteado y ha vuelto a los básicos.
"Antes del infarto pensaba que mi carrera estaba… bueno, no que estaba acabada pero sí desacelerando. Pero desde el infarto, es casi como si las ventanas y las puertas comenzaran a abrirse, y comencé a descubrir otros aspectos de mí mismo que ni siquiera sabía que tenía. Sé que esto puede sonar muy estúpido, pero ese evento cardíaco es probablemente una de las cosas más hermosas que me han pasado en la vida", dijo a The Newy York Times. Antonio Banderas, segunda parte.