Este año se cumple medio siglo del estreno de Cabaret, la obra que encumbró la carrera de Liza Minnelli y que revolucionó por completo el género musical. Estrenada en octubre de 1972 y dirigida por Bob Fosse, la adaptación cinematográfica del exitoso musical homónimo de los compositores John Kander y Fred Ebb fue un bombazo que conquistó tanto al público como a la crítica, que la encumbró como uno de los mejores estrenos del año al nominarla a diez categorías en la 45ª edición de los Premios Oscar y a ocho en los Globos de Oro.
A pesar de que ese mismo año se había estrenado El Padrino, la obra maestra de Francis Ford Coppola y una de las películas más importantes del séptimo arte, Cabaret logró salir de la gala de los Oscar como la gran ganadora: de las diez estatuillas a la que estaba nominada, se llevó ocho, mientras que El Padrino, la gran favorita, solo pudo hacerse con tres.
Entre los premios que se repartieron aquella noche, uno de los más destacados es el de Mejor Actriz Principal que se llevó Liza Minnelli. La hija del director Vincente Minnelli y de la eterna Judy Garland demostró con este galardón que no estaba allí por ser hija de, sino por su talento, con el que había dado forma y profundidad a uno de los personajes más interesantes e icónicos del séptimo arte: la bailarina Sally Bowles. Sin embargo, y aunque ahora nos resulte inconcebible imaginar otro rostro para la protagonista, en su momento Bob Fosse no quería que Minnelli fuese su actriz principal.
A pesar de ser hija de una de las grandes actrices del séptimo arte y del que para muchos es el padre de los musicales, Minnelli tuvo que sufrir para conseguir el papel que la llevaría al estrellato, porque Fosse no quería darle el papel.
El director, cuyo último trabajo, Sweet Charity (1968), se había dado de bruces contra la taquilla y que había logrado imponerse a los favoritos de los ejecutivos del estudio, que preferían que el proyecto lo digiriese Billy Wilder o Gene Kelly, creía que Minnelli no tenía demasiada experiencia en el mundo artístico como para interpretar a la icónica bailarina del Kit Kat y su Money, Money, Money.
La actriz, que ya había intentado, sin éxito, hacerse con el papel de Sally en Broadway y que estaba decidida a interpretar al personaje, recurrió entonces a su padre, Vincente, y le pidió consejo para conseguir el papel.
El consejo de su progenitor marcaría por completo la interpretación que haría del personaje. En lugar de buscar inspiración en Marlene Dietrich, una de las grandes actrices del cine alemán, Liza debía centrarse en imitar a Louise Brooks, uno de los personajes más destacados del cine mudo.
Liza tomó nota, y de Brooks imitó tanto el maquillaje como los gestos. Según ella misma contó en una evento con Vanity Fair de 2012, consiguió el papel de Sally después de interpretar su propia versión frente a un ejecutivo. “Le dije que viniese a ver mi show de esa noche y entonces interpreté Cabaret para él. Fue entonces cuando dijo: lo tienes. Fue entonces cuando lo conseguí [el papel]”, declaró.
El estreno de Cabaret fue un éxito inmediato. A pesar de que la obra de teatro original, que por entonces ya llevaba seis años de éxito en Broadway, también había conseguido buena fortuna, nada es comparable a lo que supuso la adaptación cinematográfica, que se convirtió en un icono del movimiento LGBTI+ al tratar temas que, por aquel entonces, no tenían espacio en la gran pantalla, como la homosexualidad o el aborto.
Tras el estreno de la película, se han seguido haciendo representaciones de la obra teatral, pero todavía no ha aparecido nadie que pueda hacer sombra a Liza Minnelli en su papel de Sally. Y quién sabe si algún día lo habrá. Cincuenta años después de su estreno, Cabaret sigue estando considerado como uno de los diez mejores musicales de la historia, y todo apunta a que seguirá ahí durante mucho tiempo.