Nadie sabe nada del mejor actor del mundo: la misteriosa vida de Daniel Day-Lewis tras los focos
La vida privada del considerado mejor actor del mundo es uno de los mayores enigmas de Hollywood
Su biografía está plagada de datos intrigantes: entre 1997 y 2002 vivió en Florencia, donde ejercía de aprendiz de zapatero
asado con la hija del dramaturgo Arthur Miller. Tienen dos hijos. De su primer hijo, con la actriz francesa Isabelle Adjani, no se sabe nada.
Cuando Daniel Day-Lewis se retiró de la interpretación hace cuatro años, muchos se sorprendieron. Pero si se observa su trayectoria esta decisión no resulta tan chocante: el actor británico llevaba queriendo dejarlo desde su debut en 1985. Desde entonces, ha ido espaciando más sus papeles y en los últimos 30 años solo ha rodado once películas.
Sus extravagancias van desde pasarse años como aprendiz de zapatero en Florencia hasta comportarse como sus personajes ininterrumpidamente durante meses antes, durante y después de cada rodaje. Estas anécdotas, junto a su carácter reservado (Day-Lewis vive aislado en medio de las montañas irlandesas con su esposa y sus dos hijos), lo han convertido en el mayor enigma de todo Hollywood. A menudo se le describe como el mejor actor del mundo, pero ¿quién es realmente Daniel Day-Lewis?
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Un actor de método extremo
El actor no recurrió a prácticas inmersivas para ninguno de sus tres primeros papeles importantes. Ni en 'Mi hermosa lavandería', ni en 'Una habitación con vistas', ni en 'La insoportable levedad del ser'. Pero tras esta última Day-Lewis terminó devastado emocionalmente al sentir que, al hablar en inglés con acento checo, estaba cayendo en la pantomima traicionando la verdad del personaje. Esta insatisfacción le llevó a una depresión de la que salió convirtiéndose en otra persona: el protagonista de 'Mi pie izquierdo', el artista con parálisis cerebral Christy Brown.
Sin romper personaje en ningún momento, Day-Lewis pasó varios meses en silla de ruedas en la postura de Brown (lo cual le provocó graves lesiones musculares) y precisó ayuda del equipo para subirse y bajarse de la silla de ruedas. Los operarios se mostraban irritados, pero el actor absorbió esa energía para entrar en personaje: un discapacitado físico debería estar acostumbrado a convivir con gente irritada de ayudarle. El papel le dio un Oscar y la satisfacción personal de un trabajo bien hecho, así que Day-Lewis repitió la fórmula en cada proyecto posterior.
Para 'El último mohicano' se pasó seis meses viviendo a la intemperie, cargando con un fusil de seis kilos que llevaba hasta a las cenas de Navidad (su razonamiento es que su personaje, un soldado británico que se alía con los indios, jamás dejaría solo su arma). Al empezar el rodaje era capaz de despellejar conejos y hasta se construyó su propia canoa.
Para 'La edad de la inocencia' se pasó varias semanas paseando por Nueva York ataviado con ropa del siglo XIX hasta que encontró la fragancia adecuada para el caballero que interpretaba. Según él, el mayor sufrimiento se lo trajo 'En el nombre del padre', cuando pasó varios días encerrado en una celda de aislamiento sin comer para comprender el estado mental del hombre falsamente acusado de terrorismo al que interpretaba.
En 'El crisol', una recreación de los juicios de Salem en la Nueva Inglaterra del siglo XVI basada en la obra de Arthur Miller, construyó su propia casa. Para 'The Boxer' pasó dos años y medio practicando boxeo dos veces al día (lo cual le provocó una hernia y varias costillas rotas). Y se negó a que le quitasen el abrigo empapado en agua helada de 'Gangs of New York' porque quería experimentar las mismas condiciones climatológicas que su personaje, El carnicero (por supuesto, también aprendió a descuartizar reses).
El actor explica, con total simplicidad, que su vocación interpretativa viene de la necesidad de generar la ilusión de otras vidas, otros mundos y otras aventuras. Por tanto, entrar y salir de personaje con cada "acción" y cada "corten" entorpecería esa ilusión para la que tanto ha trabajado.
Pero esta entrega extrema le ha jugado malas pasadas. En 1989 interpretó al protagonista de 'Hamlet', un peaje casi obligatorio para todo actor británico que aspire a la gloria, pero durante su segunda noche en Nueva York se quedó bloqueado en plena función. En la escena en la que a Hamlet se le aparece el fantasma de su padre Day-Lewis vio a su propio padre, empezó a temblar y a sollozar y acabó yéndose del escenario. No volvió. Un actor tuvo que reemplazarlo y terminar la obra. Daniel Day-Lewis no ha vuelto a subirse a un escenario teatral desde entonces.
Un padre "emocionalmente distante"
Así definió Tamsin, la hermana cocinera y documentalista de Daniel, a su padre, el poeta Cecil Day-Lewis. Según ella, se criaron con un ejército de niñeras. El poeta envió a su hijo a un colegio público para ser consecuente con sus convicciones socialistas, pero en cuanto vio que Daniel se metía en pandillas de vandalismo lo matriculó en un colegio privado. En cada uno de los dos colegios, el chaval puso en práctica su talento innato para la mímesis y para los acentos: fingió que era de clase obrera en el primero y se hizo pasar por niño pijo en el segundo.
A los 13 años Daniel se escapó del internado e hizo autoestop para intentar matricularse en Bedales, un colegio centrado en la formación artística. Al director de Bedales le impresionó la iniciativa del chaval y le propuso a su padre que efectivamente le dejasen matricularse. Allí Daniel encontraría sus dos vocaciones: la interpretación y la carpintería.
¿A qué se dedica Daniel durante sus años de retiro?
Desde 1997, Daniel Day-Lewis solo ha hecho seis películas. En los largos periodos de retiro, que han llegado a durar cinco años, se ha dedicado, primero, a asegurarse de no estar “emocionalmente distante” de sus hijos. Al menos de dos de ellos. Del primero, fruto de su relación de seis años con la actriz francesa Isabelle Adjani (a la que se rumoreó que dejó mediante un fax), nunca ha hablado. Por eso muchos asumen que apenas tiene relación con él.
Sus otros dos hijos, dentro del matrimonio con Rebecca Miller (hija del dramaturgo Arthur Miller a la que conoció durante el rodaje de 'El crisol'), rondan los 20 años. La boda de la pareja fue tan repentina que la entonces todavía novia del actor se enteró de la noticia a través de la televisión... en el piso en el que vivía con él.
Además de ejercer como padre de Ronan y Cashel, el actor dedica su tiempo libre a pintar, construir muebles y hacer zapatos. De hecho pasó la mayor parte de los cinco años entre 'The Boxer' y 'Gangs of New York' como aprendiz en el taller florentino de Stephano Berner, uno de los zapateros más célebres del mundo. Pero esta vida aislado del mundanal ruido no significa que Daniel Day-Lewis sea un ermitaño. Simplemente le gusta sentir que su experiencia del mundo es real, de ahí su afición a las actividades físicas. Al construir (cuadros, muebles, calzado), siente que su paso por el mundo es tangible.
Pero en el pueblo irlandés en el que vive, perdido en las montañas, socializa cada día cuando va a hacer la compra o se toma una pinta de cerveza en el pub. Confiesa que le gustaría vivir en Londres, la ciudad donde nació, su ciudad favorita del mundo, pero que su profesión le otorga una fama que le hace imposible vivir en ninguna ciudad. Y en vez e luchar contra ello, ha aceptado la derrota y se ha retirado a vivir de forma anónima en medio de la naturaleza.
Porque Daniel Day-Lewis tiene un don sobrenatural para convertirse en otras personas y se somete a aflicciones cruentas para conseguirlo. Pero el resto del tiempo se dedica a vivir una vida lo más auténtica posible. Y así puede conseguir algo a lo que mucha gente aspira pero casi nadie logra: se dedica, esencialmente, a ser él mismo.