A pesar de ser la mayor estrella del Hollywood de los últimos 50 años, Harrison Ford lleva toda su carrera empeñado en abordar su profesión como un obrero. Su vida personal ha atravesado tres matrimonios, dos divorcios (el segundo, uno de los más costosos de la historia), cinco hijos, cuatro nietos y una legendaria infidelidad sin que nadie se atreva a meterse en sus asuntos. A pesar de haber sufrido tres aparatosos accidentes de avión en la última década, el actor de 78 años sigue pilotando su avión cada vez que necesita desplazarse a otro estado: la semana pasada voló a Boston para recoger a su hijo Liam y así pasar Acción de gracias en familia. Porque, dentro o fuera de la pantalla, nadie va a decirle a Harrison Ford lo que tiene que hacer.
Sus inicios en el cine suelen reducirse a "Harrison trabajaba como carpintero cuando George Lucas lo descubrió y le dio un papel en American Graffiti", pero la historia de orígenes del estrellato de Harrison Ford no es solo una anécdota. Es una definición de su carácter. A los 22 años se casó con su novia de la universidad, Mary Marquardt, y tuvo dos hijos con ella. La familia se mudó a Los Ángeles porque Ford deseaba ser actor desde que se dio cuenta durante una clase de teatro (en la que solo se había matriculado para sacar créditos fáciles) que la interpretación le liberaba de su timidez patológica. En aquella época también empezó a tomar clases de aviación, pero no podía permitirse los 12 euros (al cambio, unos 106 actuales) la hora que costaba.
Un estudio lo contrató y le dio una foto de Elvis Presley para que fuese con ella al peluquero. "Harrison Ford no es un buen nombre para ti" le dijeron, "Suena demasiado pretencioso". Así que él les sugirió "el nombre más estúpido" que se le ocurrió, Kurt Affair, y los ejecutivos lo "mandaron a la mierda". Como no conseguía papeles que mereciesen la pena, sacó varios libros sobre carpintería de una biblioteca y aprendió el oficio por su cuenta.
"Sabía manejarme con las herramientas. Sabía cortar una línea recta. Me importaba que fuese recta, lo cual es la parte más importante del oficio", explicaría años después respecto a la carpintería, aunque Ford aplicó esa misma filosofía a la interpretación. "Era al mejor carpintero que había", aseguraba el escritor John Gregory Dunne, a quien Ford le remodeló la casa de la playa, "Nos construyó unas estanterías sin necesidad de clavos". Ford construyó un suelo de parqué para la actriz Sally Kellerman, un escenario para los Doors, un estudio de grabación para Sérgio Mendes y unos armarios para George Lucas. En su labor como carpintero, Ford encontró una identidad, una autoestima y una dignidad. "Me parecía valioso ser una persona que acudía a las entrevistas no como un actor en paro, sino como un trabajador que venía de algún sitio y se dirigía hacia otro con cosas que hacer. Ni siquiera me arreglaba para las entrevistas porque venía de trabajar", recordaría. Y Ford mantendría esta mentalidad profesional pragmática, productiva y sobria en su carrera como actor, incluso después de convertirse en la estrella más taquillera de todos los tiempos.
Ha descrito los eventos de alfombra roja como "una pesadilla", asegura que considera a sus fans "clientes" y a sus personajes "encargos" y reduce su ambición a "hacer un buen trabajo, por el cual me pagan, allá donde me contraten". "En Illinois no tenemos tiempo para los halagos, nuestra actitud laboral es práctica y con una fuerte ética profesional" señala, añadiendo que atribuye el resto de su éxito a la suerte. Cuando le preguntan sobre el eterno debate de si el Deckard de Blade Runner era o no un replicante, él aclara "no lo sé, yo solo soy un empleado". Cuando le preguntan qué debería tener la quinta parte de Indiana Jones para que él aceptase protagonizarla, sentencia "financiación". George Lucas lo contrató para que construyera le ofreció un papel en 'American Graffiti', que él rechazó porque ganaba más dinero fabricando muebles, aunque terminó por participar en la película. Francis Ford Coppola le pidió que, mientras actuaba para él en 'La conversación', remodelase su oficina en los estudios de Paramount. Y entonces llegó Han Solo.
El cazarrecompensas de 'La guerra de las galaxias' suponía un contrapunto cínico, arrogante y experimentado al idealismo ingenuo y sin matices de Luke Skywalker. Han Solo heredaba la tradición socarrona de los cowboys clásicos americanos y resulta imposible no imaginarse a Lucas escribiendo el papel específicamente para Ford. Lo cierto es que antes que a él se lo ofrecieron a Al Pacino, Nick Nolte, Christopher Walken o Kurt Russell. Pero la hoy mítica frase con la que Ford se quejó de la infantilidad de los diálogos ("George, que tú puedas escribir estas frases no quiere decir que nosotros podamos pronunciarlas, prueba a decirlas en voz alta mientras las escribes") podría perfectamente haber salido de la boca de Han Solo. Ford, de hecho, improvisó la réplica "lo sé" al final de 'El imperio contraataca' cuando la princesa Leia le decía que le quería: en el guion decía "yo también te quiero".
"¿De qué sirve una recompensa si no estás vivo para gastártela?" es una frase de Solo que podría ser de Ford. "Yo estoy en esto por el dinero" es, literalmente, tanto una frase de Solo como de Ford. Ambos comparten un sentido del humor seco, vacilón y carismático, como cuando describía en 1977 su participación en la película explicando que "mi trabajo era relacionarme con los robots como me relacionaría con los seres humanos con cerebros de hojalata y, al fin y al cabo, conozco a personas así constantemente".
Y aunque el carácter gruñón de Indiana Jones, su espíritu de "héroe a su pesar" y la desidia con la que disparaba a un pobre infeliz que le retaba con su espada también parecen concebidas para Harrison Ford, Lucas y Steven Spielberg escribieron el personaje con Tom Selleck en mente. Ford, muy dado a desmitificar Hollywood, aclara que no se siente parte de ninguna pandilla de artistas fundadores de la industria del cine moderna (Lucas, Spielberg, Coppola): "La percepción de que yo echaba el rato con estos tipos nunca fue correcta, solo trabajé con ellos unas pocas veces, paso periodos de tiempo muy pequeños y finitos con toda la gente con la que trabajo".
En 1983 el actor se compró un rancho de 320 hectáreas en Wyoming para irse a vivir con su segunda esposa, Melissa Mathison (guionista de 'E. T. El extraterrestre'), a la que conoció durante el rodaje de 'Apocalypse Now' cuando todavía estaba casado con Marquardt. Diseñó los interiores, supervisó la obra y participó en la construcción de la casa de invitados y del granero. Hollywood lo percibió como una huida justo cuando su carrera empezaba a volar por encima de Han Solo, pero no se lo tuvo en cuenta porque Harrison Ford es así y esa independencia obstinada es parte de su encanto como estrella. "Necesito equilibrio, necesito estar en una situación donde no se me concedan todos los caprichos, donde tenga que cortarme mis propias uñas, hacer la compra y fregar los cacharros. Ser normal es una especie de victoria. Arreglo la valla, reparto los electrodomésticos, quito la nieve de la entrada... Siempre hay muchas cosas que hacer", indica el actor.
Durante los 80 y los 90 Ford se estableció como una de las figuras más queridas por el gran público, que siempre identificaba el carácter de sus personajes con el actor: en cuanto él aparecía en pantalla, el espectador sabía que estaba viendo a un hombre directo, honesto y sin paciencia para pamplinas. Su imagen se desmarcaba del glamour de los 80. En 'Único testigo' se postulaba como un héroe romántico no solo por proteger a la mujer amish indefensa y a su hijo (que había presenciado un asesinato), sino por escenas como la construcción de una casa de madera o un baile lento mientras arreglaba el motor de un coche. Harrison Ford era un clásico atemporal.
"Si América tuviera una cara sería la de Harrison Ford", analizaba el periodista Dave Kehr. "Es la cara de alguien que conoces y siempre has conocido: una persona sólida, leal, en quien puedes confiar para hacer un buen trabajo, ser un buen marido y educar a sus hijos. Pero hay algo más en esa cara. Algo en los ojos que tiene miedo y es vulnerable, algo en la boca que es sardónico, algo en esa sonrisa jovial que se vuelve burlona sin que percibas ningún cambio en los músculos faciales. Hay una tensión en él, entre ser un hombre de familia y un aventurero temerario, que es una tensión fundamental para América. Un componente crucial de la historia que nos contamos a nosotros mismos sobre nosotros mismos". Harrison Ford no es un héroe, como Tom Hanks, porque confía en la bondad de los seres humanos. Es un héroe porque desconfía de todos los seres humanos y sus misiones, muy a su pesar, siempre interrumpen una vida que él vivía en sus propios términos. Harrison Ford personificaba unos valores heroicos pero sin artificio, representaba una conexión con la tierra y defendía que la vulnerabilidad no es sinónimo de debilidad. Que ser cínico no significaba ser corrupto. Que se puede ser guapo sin abrumar. Que se puede ser gracioso sin hacer el payaso.
Si Harrison Ford trascendió con semejante popularidad en la cultura fue, sencillamente, porque supuso un arquetipo de hombre inédito con el que todo el mundo podía sentirse cómodo. No había existido una estrella así (a medio camino entre Cary Grant, Humphrey Bogart y Gary Cooper: tres iconos masculinos en teoría imposibles de fusionar) y ha habido montones de actores que han emulado ese rol. O lo han intentado, al menos.
El divorcio entre Ford y Mathison, tras dos hijos en común, fue escandaloso no por las circunstancias en las que se produjo (amigables y sin terceras personas), sino por la cifra con la que el actor tuvo que indemnizar a la guionista: 70 millones de dólares, que se quedaron a 12 de igualar el récord que Steven Spielberg y Amy Irving aún ostentan como el divorcio más caro de Hollywood. Él mismo experimentó esa tensión americana que describía Dave Kehr, la de ser un hombre de familia y un aventurero temerario, cuando empezó a tomar clases de piloto tras comprarse un avión a los 50 años. Lo cierto es que para cuando firmaron los papeles el matrimonio ya llevaba un par de años haciendo vidas separadas, periodo durante el cual Ford conoció a Calista Flockhart en los Globos de Oro de 2002. Ella estaba nominada por la última temporada de 'Ally McBeal', él acudía para recoger un premio honorífico. Se pasaron toda la noche hablando y empezaron a quedar para cenar, con la compañía de James Marsden (que entonces trabajaba en 'Ally McBeal') para no despertar sospechas.
"Estoy enamorado. El amor romántico es uno de los tipos de amor más emocionantes y satisfactorios y creo que hay potencial de encontrarlo en cualquier etapa de tu vida. No me sorprendió ser capaz de enamorarme" presumía recién cumplidos los 61 años. Ford adoptó a Liam, el hijo que Flockhart había adoptado como madre soltera en 2001, y pidió en matrimonio a la actriz el día de San Valentín de 2009. Se casaron un año después. Él iba en vaqueros, ella llevaba un vestido blanco. "Se me olvida que tiene 22 años más que yo", confesaba Flockhart, "porque no es un factor que afecte a nuestra relación en absoluto. Me gusta su cara nada más despertarse. No es apuesto, es adorable. Parece un niño pequeño". El actor explica que dedica los fines de semana a su esposa y su hijo, montando en bicicleta, paseando o construyendo artilugios de madera con Liam. "Creo que las madres tienen un don más natural como cuidadoras. Se les da mejor. Tienen esa conexión. Yo siempre me he sentido conectado a mis hijos pero a veces también estuve muy conectado a mi trabajo y, en particular cuando nacieron mis primeros hijos, no estuve para ellos tanto como debería. Ahora tengo más experiencia" presume el actor.
Desde que cumplió los 60, Ford ha recuperado sus personajes más icónicos ('Blade Runner 2049', 'El despertar de la fuerza' y una quinta parte de 'Indiana Jones' que lleva años en preproducción), ha sufrido varios accidentes de aviación y ha declinado comentar la revelación que Carrie Fisher hizo en su último libro de que ambos tuvieron un romance durante el rodaje de 'La guerra de las galaxias'. Cuando en 2015 tuvo que hacer un aterrizaje forzoso minutos después de despegar, explicó que no recordaba nada de lo que ocurrió durante el incidente. La investigación y la grabación de la conversación con la torre de control desvelaron que Ford había decidido aterrizar en un campo de golf lejano en vez de en la zona residencial más cercana para así evitar el riesgo de herir a seres humanos. A pesar de las felicitaciones él, claro, no quiso darle más importancia a aquella decisión.
Es el mismo tipo de heroísmo que lo convirtió en una estrella. Los mismos valores que le llevaron a donar la mitad de la extensión de su rancho a una reserva natural, o a participar con su avioneta en varias misiones de búsqueda de senderistas perdidos, o a rechazar un título honorífico de su universidad por la sencilla razón de que si dejó la carrera debía ser consecuente, o a decidir ponerse un pendiente a los 51 años como símbolo de independencia. "Y la gente creía que era por una crisis de la mediana edad. Si eso fuese la única señal que estaba en crisis...", bromea.
A pesar de su edad insiste en rodar sus escenas de acción porque, con Han Solo e Indiana Jones, aprendió que el público conoce rasgos esenciales de los personajes cuando los ve reaccionar al peligro: cómo corren, cómo se encaran, cómo reaccionan. Por eso, el segundo día del rodaje de 'El despertar de la fuerza', la puerta del Halcón Milenario se le cayó encima rompiéndole la tibia y el peroné. Podría funcionar como metáfora del peso de 'Star Wars' en su carrera, pero él no ve la vida en esos términos: "La jubilación es para la gente mayor. Yo sigo en este negocio, tengo un hijo pequeño y quiero vivir para verlo crecer. Tengo nietos pequeños. Estoy disfrutando mi vida y quiero quedarme aquí todo el tiempo que pueda".