Entenderemos mejor 'Pretty Woman' si la valoramos como una exquisita maniobra de seducción a la que Julia Roberts y Richard Gere se entregaron gustosos. Ella tenía 21 años y él estaba a punto de cumplir 41, aunque cada uno mostró sus reticencias antes de aceptar el papel. A Gere el guion le pareció demasiado ñoño, pero su visión cambió después de recibir una nota manuscrita que decía "Por favor, di que sí". Su autora era la propia Roberts y el actor no pudo sino sucumbir. De su negativa inicial pasó a un jactancioso "el papel es un traje hecho para mí". Fue un asunto de vanidad.
El primer encuentro de la actriz con su personaje Vivian, una prostituta arrabalera, fue más descorazonador. A ella le llegó el guion original, una historia truculenta escrita por el joven guionista J. F. Lawton bajo el título '3.000'. Esta era la cantidad que recibiría Vivian por una semana de servicio. "Oscura, horrible, deprimente y con un final muy fuerte", confesó años después. Y no le faltaba razón. Este primer texto tenía un cierre dramático y opuesto al de 'Pretty Woman': el millonario arroja a Vivian fuera del coche, le tira el dinero encima y la deja abandonada en un callejón oscuro y mugriento. La muchacha acaba muriendo por una sobredosis. El protagonista masculino, Edward, es aún más abyecto: malhumorado, malhablado, poco agraciado físicamente y con el hígado podrido a causa del alcohol. Nada que ver con el seductor que la admira embelesado mientras se da un baño de espuma con los cascos puestos cantando 'Kiss', de Prince.
Touchstone Pictures, propiedad de Disney, adquirió el proyecto y el guion fue sometido a una intervención quirúrgica radical. Hubo hasta seis versiones diferentes, cada una más almibarada aún que la anterior. A Lawton se le apartó desde el principio y la guionista Barbara Benedek fue quien le dio el pulido definitivo. El resultado, ahora sí, era un cuento de hadas muy del gusto de la factoría Disney y también de Julia Roberts, que se mostró encantada con el papel que la lanzaría al estrellato. Cuando Garry Marshall asumió la dirección de la película ya disponía del nuevo guion con final romántico y un título llamativo muy comercial: 'Pretty Woman'.
Disney quiso redimir al villano y a la prostituta. Había que jugar el mito del final feliz y darle un romanticismo que nos dejase sin aire. Fue tan fácil como colocar unas poquitas perdices que comer para cerrar la historia y conseguir que la protagonista usase hilo dental, no besase en la boca y se emocionase en la ópera. La versión que llegó a las pantallas se había desprendido de la fealdad de la prostitución y de todos esos detalles hiperrealistas que Lawton había observado en los suburbios californianos. En lugar del crack que inhala Vivian, el nuevo guion coloca en sus manos un collar de diamantes y rubíes que prestó la firma francesa Fred Joaillier valorada en 250.000 dólares. Por cierto, un guarda de seguridad se encargó de protegerla durante el tiempo que duró el rodaje.
En este giro, aparentemente fácil, su amiga Kit (Laura San Giacomo) es el contrapunto que nos conecta con la realidad de Lawton. Drogadicta en busca de proxeneta y siempre en las garras de las peores alimañas. Aunque consigue despertarnos ternura, no se puede negar que el destino la castiga por ello. Al contrario que Vivian, es posible que su final sea un contenedor de basura después de haber sido asesinada. En principio era un papel pensado para Demi Moore, pero lo rechazó.
También Al Pacino y Michelle Pfeiffer se negaron a protagonizar la historia. Sin duda, habrían formado una pareja explosiva, pero quizás más adecuada al guion canalla de '3.000' que a la edulcorada 'Pretty Woman'. Hubo otras aspirantes -Sandra Bullock, Meg Ryan, Kristin Davis, Sarah Jessica Parker o Drew Barrymore, que aún era una adolescente-, pero el productor, Steven Reuther, pensó que Julia Roberts, con su amplia sonrisa y melena pelirroja era la candidata idónea. En 2007, la actriz Daryl Hannah sorprendió con un demoledor discurso contra 'Pretty Woman', confesando que ella también rechazó el papel. "Lo vendieron -dijo- como un cuento de hadas romántico cuando en realidad es una historia sobre una prostituta que se convierte en una dama al ser mantenida por un hombre rico y poderoso. La película es degradante para toda la humanidad".
¿Superaría hoy 'Pretty Woman' el tamiz del feminismo? ¿Sería posible conjugar la lucha por la igualdad con la película de los noventa? Difícil. El rico que supera prejuicios de clase para amar a una prostituta, por más que se presente como un hombre encantador atenazado por sus miedos, es hoy repulsivo. Y más que se haya convertido en el reflejo del sueño de muchas adolescentes que esperan ser salvadas por un hombre que les abre el camino con la absurda creencia de que el dinero garantiza felicidad.
La generación que asistió al estreno se ha ido haciendo adulta y hace tiempo dejó de contar la leyenda del zapatito de cristal y del hada buena que convierte en oro todo lo que toca. Al final, 'Pretty Woman' no deja de ser una suerte de 'Cenicienta' con su hada madrina magistralmente encarnada por Héctor Helizondo, el gerente del hotel. Hay que reconocer el acierto de Marshall en elegir para este papel a un actor al que él mismo consideraba un amuleto de la suerte, a pesar de sus elevadísimas demandas salariales.
Julia Roberts ha admitido que hoy no habría aceptado un papel así. Ni siquiera ve posible que la historia hubiese salido a la luz después del movimiento #MeToo. Su argumento sería impensable, a pesar de que este tipo de prostitución, nada obscena y sin apenas sexualidad, sigue en el imaginario de muchos jóvenes. En su día ya despertó suspicacia. Hubo incluso problemas para encontrar marca de coche. Ferrari y Porsche se negaron a prestar su imagen. Lotus, que contribuyó con su deportivo Esprit SE, consiguió triplicar después sus ventas.
La escena final, con Richard Gere escalando la escalera de incendios con su impecable traje de chaqueta gris con doble abotonadura y ramo de rosas rojas en la mano, al más puro estilo Rapunzel, es el broche redondo que lleva al extremo el mito del amor romántico. Hubo que repetir la escena nueve veces hasta conseguir la imagen soberbia del amor que todo lo puede. Tres décadas son suficientes para perder la inocencia y saber que lo que realmente nos tocó la fibra fue la química sexual.
Pero Vivian nos seduce y le concedemos el permiso de soñar igual que si fuese una niña. También al espectador le gusta que le deslumbre sus ojos, por eso sigue siendo un clásico, imprescindible en la parrilla de televisión al menos un par de veces al año. Siempre podemos detenernos en nuevo gesto, tal vez en un rasgo que inexplicablemente había pasado desapercibido. O simplemente porque no nos cansamos de admirar ese espectacular vestido rojo drapeado con los hombros al descubierto con el que Vivian se presenta en la ópera, una pieza icónica en el mundo de la moda que han copiado reinas, modelos y actrices a lo largo de estos últimos años.
Es más que una historia de amor con un final romántico. Son 115 minutos de fetichismo, espacios sugerentes y mucho encanto decorativo. No hay necesidad de buscar más profundidad de campo. El resto es historia trillada. Con un ajustado presupuesto de 14 millones de dólares, consiguió recaudar 463,4 millones de dólares. A España llegó el 10 de octubre de 1990 y también batió récords de taquilla. El autor de la canción 'Oh, Pretty Woman', Roy Orbison, falleció dos años antes del estreno y los 20 millones de dólares que podría haber ganado los recibió a título póstumo.
Julia Roberts fue, desde entonces, una de las actrices mejor pagadas del mundo. Recibió el título de novia de América y elevó su status a diva a la altura de la gran dama del cine Meryl Streep. No vamos a culpabilizarnos por volver a verla, aunque la vida real sea otra cosa. Seguimos con el anhelo del mito del final feliz. Si no puede ser en la vida, en la pantalla.