Cuando su agente le consiguió una prueba para 'Big Fish', el que sería su debut en Hollywood, Marion Cotillard pasó un mes durmiendo con el guion de la película debajo de la almohada. Le dieron el papel. Y gracias a aquella fábula de Tim Burton el mundo empezó a enamorarse de ella como los franceses ya llevaban años haciendo. 'La vie en rose', 'Origen' o 'Annette', su última película aún en cines, la han llevado a ese panteón exclusivo de las estrellas que acumulan por igual prestigio crítico y éxitos de taquilla.
La actriz parisina, que este año ha recibido el premio Donostia en el festival de San Sebastián, tiene el rostro de una estrella de cine clásica, el cuerpo de una bailarina y la mente de una folclórica supersticiosa. Pero, ¿por qué iba a dejar de creer en las fuerzas del cosmos con lo bien que la han tratado hasta ahora?
Su madre era profesora de teatro y su padre era mimo. De él Marion aprendió a recrear emociones sin hablar, imitando a divas como Greta Garbo o Louise Brooks, lo cual la acabaría convirtiendo en una de las intérpretes más especiales de su generación: en 2014 el crítico Robbie Collin la definió como "la mejor actriz muda de nuestro tiempo" por su habilidad para expresar sentimientos solo con la cara y el lenguaje corporal.
Sus tres hijos tenían permiso para pintar lo que quisieran en las paredes y claro, salieron artistas (Marion tiene dos hermanos gemelos, uno escritor y el otro escultor), pero la vocación de la niña tuvo más que ver con una necesidad de ser cualquier otra persona menos ella.
"Me odiaba tanto a mí misma que realmente creía que jamás conseguiría ser feliz. Era más que tímida: estaba socialmente perturbada. No entendía el comportamiento de los humanos. Creo que por eso me hice actriz, para comprenderlos. Quizá pensé que si interpretaba a otras personas y conseguía conectar con ellas se convertirían en aspectos de mí".
Los Cotillard eran lo que en Francia se llaman "Bobos" (bourgeois bohemian) y Marion creció con una profunda pasión por el arte que a veces se le ha ido de las manos. Cuando vio 'Celebración' se puso a estudiar danés y cuando vio 'Los amantes del círculo polar' decidió estudiar castellano.
En 1996, a los 21 años, vio en la televisión que una sucursal del Crédit Lyonnais estaba quemándose. Un reportero entrevistaba a un cliente muy preocupado porque aquel banco tenía un cuadro de Modigliani suyo en la caja fuerte. Marion salió de casa, cogió el metro y se presentó en el banco en llamas. Se puso a preguntarles a todos los bomberos si habían visto al señor con la chaqueta verde. Quería pedirle que le enseñase el Modigliani si sobrevivía.
En 2011 Cotillard se convirtió en la primera mujer que encabezaba la lista de los intérpretes mejor pagados de Francia. Para entonces, ya era una estrella mundial. Su carrera despegó en 1998 gracias a la comedia 'Taxi', un taquillazo que generaría cuatro secuelas, pero cuando cinco años participó en la tercera parte ya estaba cansada de ser "la chica de la peli". Así que le dijo a su representante que no le enviase más guiones porque se iba a hacer activismo con Greenpeace. Él respondió que retrasase el ecologismo, porque acababa de conseguirle una reunión con Tim Burton.
A pesar de haber hecho 12 películas en Estados Unidos desde entonces, Hollywood apenas ha sabido aprovecharla más allá de papeles de femme fatale ('Origen', 'El caballero oscuro, la leyenda renace'), fantasía masculina exótica ('Medianoche en París', 'Nine') o estrella de melodramas con aires de cine clásico ('Aliados', 'El sueño de Ellis'). Su belleza roza lo sobrenatural. Habría sido una estrella de cine en cualquier década, lo cual la ha beneficiado y la ha limitado a partes iguales.
Sus personajes con más entidad los ha seguido haciendo en Francia: 'De óxido y hueso', 'Pequeñas mentiras sin importancia' o 'Dos días, una noche', que le dio su segunda nominación al Oscar. La primera, claro, fue por 'La vie en rose'. Al ganar se convirtió en la quinta persona que lo hacía en un idioma distinto al inglés. Y eso que el productor no quería darle el papel. Le parecía demasiado guapa.
Gracias a la fe que el director Olivier Dahan tuvo en ella, Cotillard consiguió el papel de la cantante francesa más icónica de todos los tiempos, Edith Piaf, en 'La vie en rose'. Dahan argumentaba que, aunque no se parecieran físicamente, sí tenían la misma mirada y eso era lo más difícil de encontrar.
La película fue tal fenómeno en Francia que los críticos franceses celebraron que Piaf volviese a la vida para actuar una vez más a través del cuerpo de Cotillard, quien recibió una ovación de 15 minutos en el festival de Berlín. Aquel mismo día firmó un contrato con una agencia de representación estadounidense.
La actriz se afeitó las cejas y la línea del cabello, se encorvó hasta aparentar 20 centímetros menos y dejó que Piaf la poseyese hasta tal punto que después del rodaje tardó ocho meses en sacarla de su cuerpo.
"Lo intenté todo" contaría, "Exorcismos con sal y fuego. Un viaje a Bora Bora. Otro al Machu Pichu de Perú, donde hice ceremonias con chamanes para limpiarme. Al final, me di cuenta de que en realidad no quería desprenderme de ella. La abandonaron de pequeña. Su mayor miedo era estar sola".
En 2007, Cotillard expresó sus dudas respecto a la versión oficial del atentado contra las Torres Gemelas comparándolo con el incendio del Windsor en Madrid. "Creo que nos mienten respecto a muchas cosas. Hemos visto aviones chocando contra torres del mismo tipo. Había un edificio, creo que en España, que ardió durante 24 horas. Y no se derrumbó. Ninguna de estas torres se derrumbó. Y allí [en Nueva York] todo colapsó en cuestión de minutos".
Su diatriba siguió con otra de las teorías de la conspiración predilecta de los escépticos: el alunizaje de Neil Armstrong. "¿Caminó el hombre sobre la luna realmente? He visto muchos documentales y me lo pregunto. En cualquier caso, no me creo todo lo que me dicen, desde luego".
Estas declaraciones pasaron desapercibidas, hasta que en plena campaña al Oscar alguien (probablemente un estudio con otra actriz nominada) decidió reflotarlas. Cotillard adujo que estaban sacadas de contexto y se disculpó, aunque fuese una de esas disculpas en condicional: "Lamento sinceramente si mis comentarios ofendieron o hirieron a alguien".
En 2018 Cotillard se unió a la lista de actores que lamentaban públicamente haber colaborado con Allen, después de que su hija Dylan Farrow insistiese en las acusaciones de abusos sexuales que se publicaron en 1993. Cotillard aseguró no conocerlas cuando trabajó con el director en 'Medianoche en París' en 2011.
"No sabía mucho sobre su vida personal, la verdad. Sé que se había casado con una de sus hijas [Allen lleva 27 años con Soon-Yi Previn, hija adoptiva de Mia Farrow], lo cual me parecía extraño sinceramente. Pero no puedo juzgar algo que no conozco. Pero tengo que decir que si me ofreciese un papel hoy investigaría más, lo cuestionaría más. No sé, no conozco la historia pero veo que duele ver a gente sufrir".
En cualquier caso, Cotillard asegura que no querría trabajar con él otra vez porque no se entendieron durante el rodaje de 'Medianoche en París'. "Mi experiencia con él fue extraña. Admiro parte de su obra pero no conectamos durante el rodaje".
Cotillard conoció a Guillaume Canet en 1997 y seis años después rodaron juntos la extravagante comedia romántica 'Quiéreme si te atreves', pero él estaba casado con la también actriz Diane Kruger. Finalmente, en 2010 empezaron una relación y han tenido dos hijos, Marcel y Louise. La familia vive en una finca al sur de Francia y pasa sus días libres paseando por mercadillos. "Siempre me he sentido una marginada" confiesa, "Hay algo extraño en mí. Nunca me siento a gusto con los demás, tengo que luchar para superar mis miedos".
Desde que es madre no se somete a tanto sufrimiento por sus personajes. "Antes de tener una familia, todo en mi vida se lo dedicaba a mis personajes. Cuanto más me afectase más cerca me sentía de ellos. Pero ya no puedo encerrarme en otros mundos. No quiero que afecte a mi hijo si yo estoy en un estado de 'depresión' o de 'matar a un rey'", explica.
La actriz cuenta que su discurso ecologista solía hacer que la gente la mirase como si estuviera loca, pero ahora el mundo empieza a pensar como ella lleva años pensando. En 'Nine' convenció al equipo de que reciclase (sus padres ya reciclaban en los 80, cuando ella era una niña) y admite que su condición de estrella de cine contradice sus ideales: viaja en aviones privados y es imagen de marcas de lujo. "El activismo y la interpretación no son compatibles. Por eso Audrey Hepburn dejó la interpretación. Por eso Angelina Jolie lo acabará dejando. Yo no estoy preparada para parar todavía", señala.