Sea porque la cuarentena nos ha contagiado del sentimiento trágico de la vida y cierto delirio creativo; sea porque has decidido abrir esa caja de cartón y sacar tu vieja guitarra acústica, has de saber que grabar un disco en casa no es nada nuevo. Muchos grupos tomaron las armas antes que tú, se alejaron de los grandes estudios y grabaron así alguno de los temas que ya son parte de nuestra educación sentimental. En casa, sí, como estamos todos.
No enciendas todavía la grabadora de DVD. Aquí te contamos algunas de estas sesiones históricas de sótano, garaje y vecinos cabreados por el ruido.
Un disco nacido a raíz de la fantasía urbanita de irse al campo a contemplar el crepúsculo, sin mundanal ruido, sin caceroladas a las 8, o en este caso, lo bastante lejos de la bohemia y la lisergia. A Dylan, un accidente de moto que casi le deja rebanado en 2x1 le llevó a entender la necesidad del reposo y la reclusión. Pidió ayuda a su banda de entonces, The Hawks, para terminar treinta canciones en un casoplón cerca de Woodstock de nombre estrafalario, ‘Big Pink’, por su fachada rosa. Tres músicos encerrados en una casa. Ropa interior y colillas por todas partes, lo más probable.
El sonido del disco es tosco, de garganta raspada, e íntimo, como las horas (cuéntalas si te atreves) que llevas sentado en el balcón mirando a uno de tus vecinos sanos recuperar su afición por el ukelele o el chotis. Bueno, quizá el resultado no sea el mismo. Lo que importa es la ilusión. Cuenta todavía menos si después corres a grabar tus sesiones en un DVD. Haz caso a tus hijos.
Los Stones ya eran perros viejos con el sistema del estudio móvil. Meses antes habían grabado en la mansión de Jagger en Hampsire. Coincidió que Keith Richards tenía una casa alquilada en Francia con aires de palacete sureño y que a todos les una buena idea convertirse en renegados del fisco y huir de las deudas para irse a grabar un monstruo del que luego saldrían temas como ‘Happy’ o ‘Tumbling dice’.
Baste añadir que Richards también tenía sobre la mesa su adicción a la heroína, y Jagger, por su parte, un grave problema de disciplina. Se pasaba a grabar cuando le venía bien. Como se suele decir: al principio parecía una buena idea, y lo fue. Hasta consiguieron que Gram Parsons participara en la fiesta en todas esas sesiones nocturnas que no parecían ir a ninguna parte.
Un disco mítico que se grabó con los medios más rudimentarios en una casa de Nueva Jersey. Imaginad al Boss sentado entre una grabadora Tascam de cuatro pistas, su clásica guitarra y una armónica bailando entre los dedos. El artista venía de un periodo creativo tormentoso. Solo un par de años antes acababa de sacar ‘The river’, un disco de folk sombrío y desesperanzado lleno de letras que pugnaban por estremecer la piel de los oyentes. ‘Nebraska’, de corte similar, reúne temas parecidos con raíces en la actualidad norteamericana, como la historia de Charles Starkweather y sus diez asesinatos a finales de los años 50. Su destino: la silla eléctrica. Springsteen tuvo que decidir qué hacía con ese material. Intentó versionar estas maquetas caseras con la E Street Band, aunque al final eligió la tosquedad de los originales para sacar el disco. La cita, suya: “Suena muy bien con las luces apagadas”.
La vuelta al garaje (se grabó en uno) de Dave Grohl, con un sistema analógico que les forzó a varias semanas de ensayo antes de tener la confianza suficiente para acometer estos temas de aire retro. En el caso de Radiohead, el lugar elegido para uno de sus mejores discos fue St Catherine Court, una mansión con fama de estar embrujada. El eco (literalmente, el de la escalera de piedra) acabó por darle el toque final a temas como ‘Exit Music (For a Film)’.
Hay que reconocer que 'For Emma' tiene en su génesis cierto aire de confinamiento y síntomas médicos: mononucleosis, infección hepática y un compositor, Justin Vernon, que después de ser despedido de su vieja banda y de cortar con su chica decidió recluirse forzosamente en la cabaña de caza de su padre para pasar los síntomas.
Si a ratos cazaba ciervos para poder llevarse algo a la boca y esquivaba a un oso que trataba de mojar el morro en su botella de bourbon (o pedirle para probar uno de sus muslos), otros grababa temas tan míticos como 'Skinny Love', que tantos imitadores de garganta melancólica ha tenido. Un folk intimista y hermoso con textura de autotune. A primera vista, la inspiración ideal para pensar en nuestro confinamiento como la puerta de entrada al palacio de las musas. Bon Iver suena a nieve y a oscuridad invernal, y es posible que la leyenda de cómo nació el disco, algo exagerada, deba dejar paso a la lección más valiosa de todo encierro: reclúyete y ponte a rasguear acordes.