Los zafiros de Napoleón, en venta: salen a subasta las joyas pertenecientes a la hijastra del emperador Bonaparte
Los diamantes, las gemas más puras y preciosas, han fascinado a la humanidad desde hace siglos y han contribuido a escribir la historia, provocando guerras, conquistas y traiciones.
Las joyas de Beauharnais pertenecieron una vez a la hija adoptiva de Napoleón Bonaparte, Stephanie de Beauharnais, Gran Duquesa de Baden.
Son nueve piezas y se ofrecerán a la venta en lotes individuales: una tiara, un collar, un par de pendientes, dos colgantes, dos broches, un anillo y una pulsera, que forman lo que se conoce como "parure".
Sus zafiros y diamantes resplandecen como si fuera el siglo XIX, cuando los lucía en una tiara, unos pendientes o un anillo la joven Estefanía de Beauharnais, hija adoptiva de Napoleón I. Su colección de joyas, que carga con una larga historia dinástica de riqueza, gusto, estilo y poder, conoce mundo antes de subastarse al mejor postor.
La que también fuera Gran Duquesa de Baden (1789-1860) salvaguardó estas piezas cual tesoro cuando se las entregó su prima Hortensia de Beauharnais (1783-1837), esposa de Luis Bonaparte y madre del emperador Napoleón III de Francia, y pasaron de mano en mano hasta que un día, en 1861, unieron su destino a joyas de la dinastía Braganza.
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Son nueve piezas y se ofrecerán a la venta en lotes individuales: una tiara, un collar, un par de pendientes, dos colgantes, dos broches, un anillo y una pulsera, que forman lo que se conoce como "parure", un juego de joyas, y en los que se utilizaron un total de 38 zafiros originarios de Ceilán (actual Sri Lanka) a principios del siglo XIX.
“Es una oportunidad única en la vida para que los coleccionistas compren una pieza de tanta importancia histórica. Normalmente, estas piezas solo se pueden ver en museos como el Louvre en París, el Victoria y Alberto de Londres y otras instituciones importantes de todo el mundo”, asegura a Efe Lukas Biehler, experto en joyas de Christie’s.
La venta de estas joyas coincide con el 200 aniversario del fallecimiento un 5 de mayo del emperador Napoleón I (1769-1821) en su residencia, Casa de Longwood, durante su exilio en la pequeña isla de Santa Elena. “Desde ese día, la leyenda napoleónica ha florecido. Es una coincidencia extraordinaria que este espectacular conjunto de zafiros y diamantes de la colección de su hija adoptiva, llegue a Christie's en mayo de 2021”, añade el especialista.
Estas piezas han aterrizado en Ámsterdam, su única parada europea, antes de marchar a Nueva York a finales de abril para volver a Ginebra, donde se venderán en una subasta en Christie’s, ampliando el legado de colecciones reales que han atravesado en más de dos siglos las puertas de esta casa de subastas.
Observar estas joyas se asemeja a abrir un libro de historia
Josefina de Beauharnais, que estaba casada con Napoleón I desde 1796, se acabó haciendo cargo de la educación y manutención de Estefanía, que perdió a su madre dos años después de nacer y pasó sus primeros años viviendo con las monjas en Francia.
Un mes antes de la boda de la joven Estefanía, que creció entre las paredes de Versalles y Paris, Napoleón decidió adoptarla como hija para que pudiese llevar el título de Su Alteza Imperial la princesa Estefanía Napoleón y poder casarse con un miembro de la familia del Gran Ducado de Baden, el príncipe Carlos de Baden, el 6 de abril de 1806. ¿Cómo llegaron a sus manos estas joyas?
El registro encontrado entre las cajas de Estefanía señalaba a su prima Hortensia, que aparecía con frecuencia junto a su madre, la emperatriz Josefina, en muchas pinturas donde se las puede ver luciendo cinturones preciosos. Los documentos financieros de Hortensia, conservados en el archivo de Napoleón en París, dan testimonio de su fortuna de 1817 hasta 1937, cuando murió, subraya Christie's.
Al fallecer Estefanía, su segunda hija Josefina Federica recibió el "parure" de zafiro, descrito como “collar, colgante, pendientes, 7 alfileres y un cinturón”.
“Los cinturones decorados con piedras preciosas formaban parte de cualquier adorno de joyería, ya que la moda dictaba que la cintura fuera muy alta en los vestidos y las mujeres de la Corte necesitaban un cinturón que se colocaba justo debajo del escote”, analiza la casa de subastas.
El cinturón fue remodelado en una tiara y un brazalete, que, sumados a un collar, unos pendientes y colgantes, formaron parte de la herencia que recibió su hijo mayor, Leopoldo (1835-1905), quien se casó con la infanta Antonia, la séptima hija de María II de Portugal, uniendo así el destino de dos "parures", el de Estefanía y el de María da Gloria, que tenía unos broches desmontables y una corona engastada con un notable zafiro birmano en el centro.
Esta colección recoge la historia europea de amor y odio que unió a la dinastía Braganza de Portugal y los Napoleón.