Tras una desgracia tras otra en la vida del escritor Paul Auster, una alegría le ha traído un soplo de aire fresco. El autor de novelas como 'Ciudad de cristal' o 'El palacio de la luna' ha sido investido este jueves como doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
En su discurso, además de hacer alusión a la "devastación" que ha supuesto la invasión rusa a Ucrania, ha querido abrirse en canal y compartir dos anécdotas muy especiales para él: una sobre su abuelo y otra sobre cómo empezó a escribir.
El autor, que ha recibido los símbolos que acompañan al birrete laureado (un anillo, guantes blancos y el libro de la ciencia), ha bromeado antes de pronunciar su discurso: "¡Miradme, qué pensaría mi madre!". Así ha sido lo más íntimo de su discurso.
El novelista, poeta y guionista es uno de los autores estadounidenses contemporáneos más reconocidos desde la publicación de su novela 'La invención de la soledad' en 1982. Y, aunque la vida últimamente la ha dado varios mazazos tras la muerte de su nieta primera, y el suicidio de su hijos días después, en este acto ha querido compartir una pequeña parte de su historia.
Y no hay nada como recordar a los antepasados para contar la historia de uno mismo. Auster ha recordado en un día tan especial la figura de su abuelo.
"No había razón para ir, salvo la curiosidad o, más bien, algo que llamaría el señuelo de una nostalgia falsificada. Nunca conocí a mi abuelo y aún hoy no sé casi nada de él. Mi abuelo murió 28 años antes de que yo naciera; es una sombra, un reflejo de un pasado perdido y no escrito. Cuando viajé a la ciudad que él dejó en los últimos años del siglo XIX o en los primeros del siglo XX, me di cuenta de que el lugar en el que pasó su infancia y su adolescencia no era el lugar en el que yo iba a pasar la tarde", ha relatado.
El autor utilizó estas palabras de su texto The Wolves of Stanislav: An improbably true parable for the pandemic age, un relato de un viaje a Ucrania occidental, la tierra de su familia paterna, como discurso.
Otro de los grandes momento del acto ha sido cuando la encargada de nombrar los méritos de Auster, la profesora Laura Arce, ha recordado la anécdota que llevó a Auster a convertirse en escritor.
No conseguir el autógrafo de su ídolo de la liga de béisbol cuando tenía ocho años por culpa de no tener un bolígrafo encima, le descubrió la importancia de este sencillo objeto del que desde entonces no se desprende.
"Después de aquella noche comencé a llevar un lápiz conmigo allí donde iba. Si llevas un lápiz en el bolsillo, hay bastantes posibilidades de que un día te veas tentado a utilizarlo", relataba Auster. Porque como dicen muchos autores, el truco para escribir un libro ese ese: escribir.