Los secretos de los escritores rusos clásicos: "El más fiestero era Bulgákov y Maiakovski vivió años en un trío"
El libro 'Escribir en la nieve' del escritor Santiago Velázquez explora la parte más intima de los grandes escritores de la literatura rusa
Las obsesiones, amores, enfermedades, angustias y sueños de Turguénev, Chéjov, Gorki o Zamiatin componen un retrato del alma rusa a través de sus grandes escritores
"Ajmátova escribió cartas al gobierno y a Stalin pidiendo explicaciones de muchos de sus amigos y familiares desaparecidos"
A raíz del conflicto de Ucrania y Rusia ha surgido el debate de la cancelación de la cultura. ¿Debemos de dejar de consumir arte ruso?
El nuevo libro del escritor Santiago Velázquez se asoma con una mirada literaria a las complejas personalidades de figuras como Gógol, Dostoievski y Bulgákov, Ajmátova, Tsvietáieva o Grossman con el fin de hacerlas atractivas y ayudar a que su estela no se difumine. “La mejor forma de combatir esa caza de brujas es pensar por nosotros mismos y ser conscientes de que, en realidad, nada tienen que ver los grandes autores rusos con las tropelías de Putin. Y no hay mejor antídoto contra la sinrazón que leer a estos escritores, ahora más que nunca”, afirma durante su entrevista con Uppers el autor.
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Así, 'Escribir en la nieve' (Editorial Dospassos) es, en palabras de su autor, “un libro apasionante que cuenta las vidas de los veinte grandes genios de la literatura rusa, narradas con amenidad y rigor”. Una invitación a descubrir (o redescubrir) sus obras, para muchos desconocidas.
Cosas en común
“Todos ellos, en general, llevaron vidas muy duras donde el alcohol, la enfermedad o el juego tuvieron una influencia notable. Todos también, de alguna manera, fueron perseguidos. Pero el elemento común más relevante es, por encima de lo anterior, la pasión que tenían por escribir. Algunos incluso murieron por ella. Como Mandelstam, por ejemplo, que murió literalmente por escribir un poema contra Stalin”, relata el autor.
Parece que la escritura rusa no tiene tanto éxito como, por ejemplo la anglosajona, sobre todo entre los más jóvenes, ¿qué puede ver los millenial en los rusos? “El mundo anglosajón domina nuestra cultura, estamos muy influidos por él. Yo creo que cualquier joven que coja un libro de un autor ruso descubrirá enseguida un mundo sin límites, apasionante y único, que le agitará de inmediato”, explica. Algunas sugerencias para comenzar son 'Tarás Bulba', de Gógol; 'Corazón de perro', de Bulgákov; 'La muerte de Iván Ilich', de Tolstói.
Sus rasgos más curiosos
¿Quién dirías que era el autor o autora más fiestero de todos? ¿Por qué?
Hubo unos cuantos, pero el más divertido debió de ser Bulgákov, porque le encantaba ir al teatro, a la ópera, a los restaurantes. Se paseaba por Moscú con su chistera y su bastón, cogía taxis, y no tenía un solo rublo… era pobre como una rata, pero se divertía de lo lindo cuando podía. Aunque lo pasó muy mal, fue perseguido y ninguneado. También debió de divertirse mucho Turguénev.
¿El más Don Juan?
Pushkin. Contó las mujeres con las que se fue a la cama: 113. Estaba obsesionado con el Don Giovanni de Mozart, donde uno de los personajes, Leporello, el criado de Don Juan, cuenta las conquistas de su amo: 834, un número verdaderamente formidable incluso para un libidinoso como Pushkin. Claro que Maiakovski no se le quedaba atrás.
¿El que más jugueteaba con las drogas?
Bulgákov. Fue adicto a la morfina y hasta llegó a picharse cocaína. Era médico, y llegó a ellas por un fallo: se contagió de difteria mientras limpiaba las membranas que recubrían la garganta de un niño. A partir de ahí le vino el tormento de las drogas. Pero consiguió salir de ellas.
¿El más enamoradizo?
Una mujer: Marina Tsvietáieva. Se enamoraba con una facilidad pasmosa, ya fuera hombre o mujer, le daba igual. Llegó a enamorarse perdidamente de gente que sólo conocía por carta.
¿El más egocéntrico?
Quizá Tolstói, que era un portento intelectual, y él lo sabía. La gente le miraba con devoción y mucho respeto, aunque intentaba rehuir del halago.
¿El más deportista?
Diría también que Tolstói, que tenía una gran afición por la gimnasia. Le gustaba levantar pesas, nadaba todos los días, un rato cada mañana, incluso cuando hacía frío, y le gustaba ir a la poda y a la siega con sus siervos, a ejercitar los músculos.
¿El más loco?
Gógol. Al final de sus días, creía que el mal era un tembloroso y repugnante diablillo enano de piernas arqueadas y blandengues. Se volvió un místico y quemó toda su obra. Afortunadamente su fiel sirviente la salvó del fuego.
¿El más reivindicativo?
Ajmátova escribió cartas al gobierno y a Stalin pidiendo explicaciones de muchos de sus amigos y familiares desaparecidos. Fue una mujer valiente y aguerrida.
¿El más atrevido?
Maiakovski, el poeta del futurismo, que rompió todos los moldes del convencionalismo burgués. Vivió casi tres lustros en un ménage à trois con su amante Lily y su marido, Ósip Brik, el primer editor de Maiakovski.
¿El más sensible?
Goncharov, un escritor que hizo un canto a la pereza y la indolencia en su excelente novela titulada Oblómov. Tenía una sensibilidad especial. Rehuía la fama y le gustaba vivir retirado en su apartamento, no le gustaban las fiestas y andaba siempre muy introspectivo.
¿Cuál tenía más miedo a envejecer?
Quizá todos, no lo sé. Pensemos que de los veinte escritores aquí recogidos muchos murieron jóvenes, por unas u otras circunstancias: Pushkin y Lérmontov a los 27, Maiakovski a los 36, Chéjov a los 44, Mandelstam a los 47 o Tsvietáieva a los 48.
¿Y a la muerte?
En las circunstancias en las que vivieron, no sé si alguno llegó a temer a la muerte verdaderamente.