Robinson Crusoe, Pocahontas y otras historias españolas que nos copiaron los ingleses

  • Para su Robinson, Defoe se inspiró en la historia de Pedro Serrano ocurrida 200 años antes

  • Se conserva y se puede leer en varias webs el manuscrito de Serrano contando a Carlos V su aventura

  • Juan Ortiz y la princesa Uleleh son los verdaderos protagonistas de la leyenda de Pocahontas y John Smith

Que ingleses y americanos venden mejor su historia que nosotros está fuera de toda duda. El marketing que manejan es de tan alto nivel que nos encantan sus películas aunque los malos seamos los españoles. Muchas de las historias y leyendas que forman parte de su cultura están basadas en hechos protagonizados anteriormente por españoles. Si les digo Pedro Serrano seguramente no les suene de nada, pero seguro que saben quién fue Robinson Crusoe. Lo mismo ocurre con Juan Ortiz y John Smith. La vida de Ortiz da para varias películas, pero lo que pasa en que aquí no tenemos Hollywood. 

El Robinson español

Que Robinson Crusoe se inspiró en la historia de Pedro Serrano es innegable, si uno lee el documento manuscrito que dejó el olvidado náufrago español. Se conserva en el Archivo de Indias, es accesible en internet y se entiende bastante bien. En unas pocas páginas, Pedro Serrano cuenta a su Rey Carlos V la alucinante epopeya de cómo sobrevivió en un islote sin agua, durante 8 años. La aventura ocurrió en 1528, y en el relato se reconocen los protagonistas y las situaciones que recogiera casi 200 años después, en 1719, Daniel Defoe para su universalmente conocida novela Robinson Crusoe.

Las fuentes originales

Las peripecias y penalidades que tuvo que sufrir Serrano en esos ocho años son increíbles. La expedición en la que viajaba partió en 1526 desde La Habana hacia Cartagena de Indias en busca de nuevas tierras, riquezas y descubrimientos. Tras varias peripecias con los indios "flecheros", un huracán destrozó el barco y los arrojó cerca de un banco de arena.

Serrano llegó a tierra a nado y después logró rescatar del barco encallado a un grupo de hombres y llevarlos a tierra. El islote no tenía agua, pocos árboles y poca caza. "Comimos casi dos meses carne cruda y bebimos sangre de lobos marinos y cuervos que a la isla venían", cuenta Serrano en su crónica.

También se alimentan de tortugas marinas, y de sus huevos, y utiliza los caparazones para recoger agua de lluvia y mezclarla con la sangre de focas y tortugas para que les durase más. Las condiciones extremas del islote hicieron que todos los hombres intentaran escapar de allí en una balsa, pero Serrano se quedó, y acertó, porque de los otros nunca más se supo.

A los cuatro años de sobrevivir en el islote llegó a la isla otro náufrago, con el que convivió otros cuatro, ¿se acuerdan de Viernes en Robinson Crusoe? Igual que en la novela, Serrano relata los duros días que pasaron juntos, comiendo cangrejos y caracoles, "estábamos harto temerosos de perder el uno al otro, porque en esto estaba cierta la muerte del que quedase vivo" cuenta el relato, que después explica cómo surgieron las desavenencias, los cabreos, y luego la reconciliación.

Finalmente, en 1534, un galeón español los rescata a ambos. En compañero de Serrano murió en la travesía, pero Serrano llega a España y su relato causa tal impresión en el Rey Carlos V, que le obsequia con una pensión de cuatro mil pesos "para disfrutar de la recompensa por sus fatigas", pero no disfrutó mucho ya que murió poco después en Panamá.

Garcilaso

La historia de Serrano se hizo muy conocida cuando el Inca Garcilaso de la Vega la recoge, y modifica en parte, en 1609 en su obra "Comentarios Reales". De algún, modo cien años después la historia llegó a manos de Daniel Defoe que comerciaba por España en aquel entonces, y años más tarde, en 1719 escribiría su obra magna "Las aventuras de Robinson Crusoe".

La isla que fue testigo de la epopeya de Serrano y sus compañeros existe todavía. Se encuentra a 130 millas del archipiélago de San Andrés, al norte de la actual Colombia. Se llama La Serrana, en honor del intrépido náufrago que inspiró a Defoe.

Juan Ortiz y Uleleh

Mientras Serrano sufría penalidades en su islote comenzó la expedición de Pánfilo Narváez a La Florida, que terminó convirtiéndose en una de las epopeyas más espectaculares vividas por un grupo de seres humanos. Se puede ver el relato original de este increíble viaje en el testimonio de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios.

La expedición de Pánfilo de Narváez llegó a la bahía de Tampa en el Golfo de México en 1528. Narváez dividió a su tripulación en dos equipos para explorar la zona; 300 hombres marcharían hacia el norte, mientras que el resto de la expedición a bordo de los tres barcos navegarían por la costa siguiendo a sus compañeros como apoyo.

Los grupos se separaron y cada uno vivió su epopeya particular. Juan Ortiz y otros tres hombres fueron capturados por los indios. Sus compañeros fueron muertos y a él le llevaron ante el cacique Hirrihigua. Le esperaba un destino cruel: ser quemado vivo. Lo que pasa es que Ortiz debía tener buen porte y cayó bien a Uleleh, hija del cacique, que intercedió por él: "¿Qué daño nos puede hacer un solo hombre?", dijo la princesa mientras abrazaba al español y rogaba a su padre que le perdonase la vida. El pasaje está recogido por el Inca Garcilaso de la Vega en uno de los capítulos del Segundo Libro de La Florida del Inca publicado en 1605.

Once años pasó Ortiz esclavo entre los indios, hasta que en 1539 es rescatado por la expedición de Hernando de Soto en la Florida. Tal pinta debía tener que los hombres de De Soto estuvieron a punto de matarle por confundirle con un indio: "Señores, por amor de Dios y de Santa María no me matéis, que yo soy cristiano como vosotros, y soy natural de Sevilla y me llamo Juan Ortiz", cuenta Garcilaso. 

Ortiz se convirtió en eficaz guía e intérprete durante el largo recorrido de la hueste de Soto por el sur de los actuales Estados Unidos, otra aventura extraordinaria. Los españoles buscaban la fuente de la eterna juventud, que ya le había costado la vida a Ponce de León, y las inexistentes “Siete Ciudades de Cíbola”. 

Ortiz, junto al resto del grupo, atravesó los territorios de La Florida, Carolina del Norte y del Sur, Tennessee, Alabama, participó en la batalla de Mobila (1540), donde miles de indios se enfrentaron a 500 españoles y criollos, y estuvo en el descubrimiento del río Misisipi. Sin embargo, su salud no pudo soportar un duro invierno más y murió a principios de 1542.

Casi 100 años después, en 1624, John Smith publica su Historia general de Virginia, Nueva Inglaterra y las islas del verano, en la que se atribuye de manera casi literal la relación vivida  entre la princesa Uleleh y Ortiz, pero en vez de en La Florida, en Virginia, y con Pocahontas como compañera de fatigas. En el siglo XIX, cuando los americanos se independizan y se necesitan héroes propios, la historia de John Smith y Pocahontas les viene como anillo al dedo, y de ahí a Hollywood hay un paso.

Hay otras historias fascinantes protagonizadas por españoles que se han apropiado ingleses y americanos. Por ejemplo, en 1831 el joven pirata gallego Benito de Soto realizó una salvaje cacería por las costas africanas y españolas en la que capturó a cinco barcos ingleses, dos holandeses y uno portugués, mató a casi un centenar de personas y cometió atrocidades sin cuanto. Acabó sus 25 años de vida "ahorcado, arrastrado, descuartizado y sus cuartos expuestos en ganchos a orillas del mar". ¿Saben cómo se llamaba su barco? La Burla Negra, ¿les suena?

Temas