Un paseo por el Madrid de Valle-Inclán: de su cochambrosa buhardilla al café donde perdió el brazo
Por su temperamento, el escritor se hizo popular en las tertulias de los cafés que frecuentaba, casi todos en torno a la Puerta de Sol
La ruta nos lleva a repetir el trayecto de 24 horas que hizo Max Estrella, el personaje de 'Luces de bohemia' con el que inauguró el esperpento
Solo algunos lugares siguen en pie, incluso con el mismo nombre; pero es fácil dejarse llevar por el espíritu bohemio
Hay muchas maneras de visitar Madrid y la que proponemos desde aquí puede ser, sin duda, una de las más sugerentes y poéticas si nos llevamos imbuir por el espíritu de quien nos inspira la ruta: Valle-Inclán (1866-1936). Es el Madrid de animadas tertulias que el genio de las letras encontró cuando, recién fallecido su padre, decide dejar Pontevedra para buscar una nueva vida. Es también el Madrid "absurdo, brillante y hambriento" que recorre Max Estrella, el poeta anciano, pobre y ciego que protagoniza 'Luces de bohemia', la obra con la que inaugura el esperpento. Más un siglo después, algunos de los lugares siguen en pie, aunque difícilmente nos saldrán al paso personajes como los que conformaron el mundo real e imaginario del novelista y dramaturgo gallego.
Sus inicios madrileños en un cuartucho
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El escritor de "rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba", como el mismo se definió, frecuentó los cafés de la Puerta del Sol en cuyas tertulias se hizo popular por su acento, su genio e ingenio y su vehemente forma de exponer sus convicciones y acaparar las conversaciones. Asiste también a representaciones del género chico y va forjando su característica personalidad. Viste capa, chalina, sombrero y polainas blancas, aunque lo más llamativo son, como escribió Rubén Darío en un poema, sus barbas de chivo que con el tiempo iría alargando.
Se vuelve a Pontevedra y en 1895 se instala por segunda vez en Madrid. Dada su maltrecha economía, alquila una buhardilla con dos cuartuchos en un patio de viviendas de la calle Calvo Asensio, 4, en Argüelles. Hoy es un edificio de viviendas cuyo precio ronda los 5.200 euros el metro cuadrado. No hay ninguna lápida que indique que allí residió Valle-Inclán. Sí hay, en cambio, una, acompañada de una efigie, que dice que es la casa en la que nació Enrique Tierno Galván, en 1918.
Se empeñaba en tener la última palabra
La vida de Valle-Inclán era la bohemia de las tabernas, cafés, teatros y esas calles en las que a menudo armaba alboroto con otros escritores, como la Carrera de San Jerónimo, testigo de un encuentro con Miguel de Unamuno y Pío Baroja que acabó en insultos y gritos.
Su carácter nos obliga a hacer parada en la planta baja del hotel París de la época. Allí estaba el Café de la Montaña, antes Café Imperial, en el que acabó perdiendo el brazo izquierdo, en julio de 1899. En una disputa con el escritor Manuel Bueno sobre el valor de los españoles y los portugueses, se empeñó en tener la última palabra y este alzó su bastón para golpearle. Valle-Inclán trató de protegerse con el antebrazo izquierdo ocasionando una rotura ósea con herida que, a causa de la infección, acabó en gangrena y posterior amputación. El café, situado en la Puerta de Sol, haciendo esquina con la calle Alcalá, hoy ha desaparecido y en su lugar está la tienda insignia de Apple.
Tras la estela del último día de Max Estrella
El resto del recorrido lo haremos tomando como guía 'Luces de bohemia', publicada en 1920, y el rosario de situaciones grotescas que vive, desde mediodía hasta el amanecer, Max Estrella, un poeta anciano, pobre y ciego, acompañado por don Latino de Hispalis. Es difícil identificar algunos de los puntos que Valle-Inclán nombra en su obra. Por ejemplo, la redacción del periódico El Popular o el paseo con jardines. En este caso es posible que se refiera al Paseo de Recoletos, donde actualmente hay una escultura dedicada a este ilustre barbudo. Cada 27 de marzo, día mundial del teatro, se le homenajea cubriéndole con una bufanda blanca.
La calle Bastardillos, en la que vive Max Estrella, es también ficticia. Hasta allí llega moribundo y fallece en el portal, no sin antes exponer la teoría del esperpento. No se sabe si es el alcohol, el hambre, el frío o la propia desesperación lo que acaba con una vida que él define como un "círculo dantesco". Tuvo el mismo final de un rey de tragedia: "loco, ciego y furioso". Igual que su amigo, el poeta Alejandro Sawa, que debió de inspirar a Valle-Inclán.
El Callejón del Gato, cuna del esperpento
No es ficticio el Callejón del Gato, el punto exacto donde nace el esperpento con un diálogo entre Max y Don Latino de Híspalis: "Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. […] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. […] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas".
Fue otra manera de mirar el mundo, desde la deformación grotesca de la realidad que provocaron los espejos cóncavos. El Callejón del Gato es hoy un pasaje peatonal en los aledaños de la Plaza de Santa Ana con mucha solera por sus restaurantes y tabernas. En tiempos de Valle-Inclán había una ferretería que usaba como reclamo un par de espejos deformantes. Los que ahora se pueden encontrar allí ni son los originales ni se le parecen, pero eso no impide que en el Callejón del Gato aún se respira esa bohemia literaria y teatral.
Casa Ciriaco, donde un gato hace "fu, fu"
En el número 84 de la calle Mayor. Fue antiguo almacén y venta de vinos. En la obra de Valle-Inclán es el lugar donde Max Estrella inicia su peregrinaje nocturno en su última noche de vida. En su imaginación, Valle-Inclán lo convierte en la Cueva de Zaratrusta, como recuerda la placa de mármol de su fachada. Una librería en la que el poeta ciego es traicionado por el propio librero, donde un "gato hace fu, fu; un perro hace guau; un loro grita ¡Viva España!".
El edificio tiene otro lugar destacado en la historia. Años antes, el 31 de mayo de 1906, el anarquista Mateo Morral Roca lanzó una bomba desde el cuarto piso al paso de la comitiva nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenmberg. La taberna sigue abierta y se puede degustar comida tradicional, como gallina en pepitoria.
De la chocolatería San Ginés a los calabozos
Continuamos en 'Luces de Bohemia' para asistir al encuentro de Max Estrella con sus jóvenes coetáneos en la que el escritor bautizó como Buñolería Modernista. El poeta y don Latino llegan después de abandonar el tugurio de Pico Lagartos (esquina de Puerta del Sol con Montera) y Max no tarda en ser detenido por la policía por su conversación subida de tono. Valle-Inclán escogió este establecimiento, abierto en 1894, al que solía acudir la gente a tomar un chocolate con churros a la salida del teatro. Cerca de allí, en la misma Puerta del Sol, se sitúa el Ministerio de Gobernación, en cuyos calabozos Max tuvo que rendir cuentas.
Café Gijón, último reducto intelectual
Fundado en 1888, fue lugar de tertulias, literatura, arte o historia. En él disertaron Cela, Torrente Ballester, Galdós o el propio Valle-Inclán. E inspiró numerosas obras, como 'La noche que llegué al Café Gijón', de Umbral. Todavía hoy puede considerarse el último reducto de Madrid de los cafés literarios y en parte se debe al compromiso que adquirió en 1914 el barbero Benigno López Jabato con su anterior dueño, el asturiano Gumersindo Gómez. Conserva tan bien su esencia que es fácil figurarse el escritor con su barba, su grandilocuente manera de expresarse y su impaciencia.
Es un recorrido que nos invita a conocer un Madrid pintoresco y lleno de leyendas, como las que plasmó con su peculiar temperamento este gran escritor, inventor del esperpento y renovador de la escena española.