Naranjito, espías y un viejo vídeo Beta, la novela definitiva sobre el Mundial del 82: "Lo viví con auténtica pasión"
Miguel Ángel Lara publica 'Derrotas', una novela ambientada en el Mundial del 82 en la que el fútbol es lo de menos
¿Cómo vivió el Mundial de España el único periodista de la URSS que estuvo aquí? ¿Y un niño de 12 años?
España repetirá como anfitrión de un Mundial en 2030, 48 años después de Naranjito
El pasado 4 de octubre de 2023 la familia del fútbol español recibió una de las mejores noticias que se le pueden dar. Gianni Infantino, presidente de la FIFA, anunció que España será uno de los organizadores de la Copa del Mundo 2030. O lo que es lo mismo, el mayor evento del balompié mundial volverá a nuestro país 48 años después.
La noticia, obviamente, es un bombazo a todos los niveles para el país por lo que va a generar a nivel de inversión extranjera, mejora de infraestructuras, llegada de turismo, proyección mundial de la imagen de España… Nadie se va a querer quedar fuera, lo que se traduce en millones y millones de euros generados por un evento capaz de paralizar el planeta durante un mes.
MÁS
En España ya sabemos lo que es eso, aunque poco o nada se parecerá la piel de toro de 2030 a la de 1982. Bien lo sabe Miguel Ángel Lara, autor de ‘Derrotas’ (Cordel d’prata), un libro que acaba de ver la luz y que está ambientado en aquella España del 82, en la que era raro pasear por cualquier calle a las puertas del verano y no cruzarte con una camiseta, un cartel o cualquier otro reclamo publicitario de Naranjito, mascota del evento. Es una novela, tal y como reza en su portada, ambientada en el Mundial 82 "aunque el fútbol es lo de menos".
“El Mundial del 82 es mi Mundial. Yo tenía sólo 12 años, pero lo viví con auténtica pasión. Vi todos los partidos, desde el inaugural hasta la final. De hecho, gracias a un viejo vídeo BETA los he podido ver repetidos mil veces. ¡Quién me iba a decir que 40 años después todo aquello me ayudaría a escribir un libro!”, nos explica Miguel Ángel, periodista con más de un cuarto de siglo de historias a sus espaldas recorriendo el mundo para Marca.
Lara, como le conoce todo el mundo en el gremio, aprovechó la cuarentena que metió a España entera en casa por culpa del Covid para desempolvar de nuevo su viejo vídeo y repasar ‘su’ Mundial. Más allá del fútbol, él recuerda perfectamente aquel verano del 82 a pesar de que por entonces era sólo un chaval y para lo que no esta en su memoria ha recurrido a la hemeroteca, repasando todas y cada una de las cabeceras que nutrían los quioscos en aquel no tan lejano 1982. “España vivía una situación convulsa. La gente siempre ha dicho que aquí hubo una tregua de ETA por el Mundial, pero de eso nada, siguieron matando. A nivel social, en general, era una situación delicada”.
“España vivía una situación convulsa. La gente siempre ha dicho que aquí hubo una tregua de ETA por el Mundial, pero de eso nada, siguieron matando
Sin embargo, lo que le llevó a escribir ‘Derrotas’ no fue la situación particular de España durante su Mundial sino más bien la del mundo. “Siempre me había preguntado cómo vivirían un Mundial desde la guerra. En el caso del 82, cómo lo vivirían los argentinos y los ingleses, inmersos en la Guerra de las Malvinas; o cómo se viviría en Líbano; o los soviéticos y los afganos, ya que en aquella época estaba teniendo lugar una guerra en Afganistán de la que casi nadie hablaba”.
'Enamorado' de la URSS
Precisamente la URSS tiene un gran peso en la obra, pues Miguel Ángel se enamoró de aquel gigante de niño (una redacción que le encargaron como deberes en 6º de EGB y una enciclopedia tuvieron la culpa) y el destino quiso que se cruzara en su camino la hija del único periodista que acompañó a la selección soviética durante el Mundial de España. Ella, profesora de ruso en Madrid allá por los 90, le regaló el diario de su padre cubriendo el evento (traducido al español) y con él comenzó todo.
Porque Miguel Ángel no sólo recibió un diario de un periodista incrustado en la expedición de la selección de la URSS, vigilado día y noche por la KGB, sino que con aquella joya también recibía el diario de un padre cuyo hijo había sido llamado a filas para combatir en Afganistán y del que no tenía noticias durante semanas y semanas. En las mismas páginas se mezclaban el día a día profesional de un soviético en Estepona cumpliendo con su obligación y el sufrimiento de un padre sin noticias de su hijo.
“En el 82 no era como ahora, que más o menos tienes comunicación con todo el mundo, información casi al segundo… Entonces era complicadísimo tener noticias sobre alguien que estaba en un agujero perdido de Jalalabad mientras que tú, además, ni siquiera estabas en tu país sino que habías ido a España a cubrir el Mundial”, explica Miguel Ángel.
De este modo se entrelazan la historia autobiográfica del propio autor durante su niñez, su juventud y la pandemia, con las de un periodista único en el mundo en aquel momento y su hijo en una guerra (como todas) sin sentido.
“En España se miraba de reojo al mes de octubre, cuando se iban a celebrar las elecciones generales en las que arrasaría Felipe González, pero durante el Mundial se paralizó todo. Y eso que la selección no hizo un buen papel. Yo iba con la URSS y, lógicamente, nadie lo entendía. ¡Cómo un niño podía animar a un país que no era el suyo!”, apunta sin olvidar que se 'fabricó' su propia camiseta para animar a la selección soviética (aún la conserva).
“La guerra de Afganistán era un conflicto que interesaba a occidente. Los rusos luchaban contra gente formada en Moscú y que tenían armas americanas, japonesas… En el fondo aquello tenía mal final pasara lo que pasara”.
“Ahora no nos podemos ni imaginar que sucedan cosas como las que pasaron en aquel Mundial. Nada de lo que pasaba entonces tiene sentido ahora. Imagina que tu crónica la lee antes el seleccionador que el que compre tu periódico; que un policía alemán sea capaz de ir a una comisaría a poner una denuncia contra su propia selección por el bochorno de un partido que le ha generado una diarrea; que una selección llegue a su sede el día antes de debutar; que la organización se planteé cambiar sobre la marcha las sedes porque no le gustan los cruces que se han ido produciendo; o que un seleccionador se emborrache con un enviado especial y se vayan abrazados juntos a sus respectivas habitaciones del hotel de concentración... Son cosas que sólo podían pasar en el Mundial de España”, explica Lara.
Los partidos y las emboscadas
El libro, de hecho, está salpicado por mil y una anécdotas tanto deportivas como bélicas, ya que el conocimiento de primera mano de lo que sucedía en Afganistán en el 82 también se expone negro sobre blanco. Las tormentas de arena eran durísimas allí, pero mucho más el hecho de tener que llenar los ataúdes con los que compartían los militares su día hasta que iban encontrando ‘inquilino’ y eran devueltos a Moscú. Eso sí, todo pasaba a un segundo plano durante la hora y media que conseguían una señal para escuchar los partidos de la URSS en España, aunque aquello supusiera exponerse a una emboscada enemiga.
Aquella guerra del 82, de la que pocos se acuerdan, supuso el punto y final de miles de vidas de afganos y soviéticos que perecieron en el campo de batalla, pero otros tantos quedaron muertos en vida: “Ninguno quería volver de allí. Todos preferían regresar en un ataúd porque les trataban como apestados, les juntaban en guetos y no eran capaces de recuperar una vida normal”, explica Miguel Ángel, que también desmenuza cómo aquel conflicto fue parte del germen de atentados como el 11S o el 11M. Ya se sabe, 'Derrotas'.