Las confesiones a corazón abierto de Nick Cave: "Fe, esperanza y carnicería"

"En general, las entrevistas son una mierda. De verdad. Te consumen. Las detesto". Así comienza 'Fe, esperanza y carnicería' (Sexto Piso), un libro que, paradójicamente, no deja de ser una larga entrevista en profundidad a Nick Cave realizada por el periodista Seán O'Hagan. Y leyéndolo no da precisamente la impresión de que al intérprete de 'Red Right Hand' le disguste hablar de sí mismo. Más bien al contrario. En sus páginas se abre emocionalmente sin pudor para disertar sobre fe, arte, amor, dolor y duelo, como si en realidad estuviera en un confesionario frente a frente con su interlocutor.

Sabido es que la muerte de su hijo Arthur, de 15 años, al precipitarse por un acantilado tras haber consumido LSD en Brighton en 2015, marcó un punto de inflexión en la vida de Cave. Desde entonces, la sombra de aquella tragedia ha sobrevolado permanentemente la trayectoria artística del músico australiano en discos como 'Skeleton Tree' (2016) o 'Ghosteen' (2019), obras paridas desde el vacío emocional en las que ha ido buscando a tientas redención y consuelo con el que llenarlo, al tiempo que se alejaba cada vez más del formato de canción tradicional.

Ese Nick Cave más espiritual, sobrio e incluso ligeramente pudoroso a la hora de rememorar su pasado más salvaje y tortuoso, es el que se encontró O'Hagan en la serie de conversaciones (parece ser que reunió 40 horas largas de grabaciones) que aquí se recopilan con el objetivo de pintar un retrato impresionista, cautivado y cautivante, del bardo australiano como nunca antes se había visto. Cortesía de la editorial, reunimos aquí algunos de las confesiones más importantes del artista.

Sobre la muerte de Arthur

"Cuando Arthur murió se apoderó de mí un caos interno, sentía un rugido físico en lo más hondo de mi ser, así como una terrible impresión de terror y fatalidad latente (...) Era, desde luego, un tormento mental, pero también una especie de aniquilación física del yo, profundamente física, un grito interior".

"Estaba desolado. No creo que el enfado formara parte de mis emociones. No para mí, aunque quién sabe qué se cuece en nuestro interior. Susie -su mujer- ingresó en un círculo de infierno que está reservado únicamente para las madres que pierden a sus hijos (...) Hay todo tipo de emociones asociadas: culpa, vergüenza y un autodesprecio tan primario, pero tan complejo que es casi imposible de desenmarañar".

Sobre el duelo

"¡Sabes?, me gustaría transmitir, si puedo, un mensaje que tiene que ver con la pregunta horrorosa, solitaria, que hace toda la gente que pasa por un duelo: ¿te sientes mejor en algún momento? Y la respuesta es que sí. Nos volvemos diferentes. Mejores."

"Todo fue progresivo. Creo que mejoré cuando empecé a escribir y a hablar sobre ello, cuando intenté articular lo que sucedía (...) Verme obligado a hacer un duelo público me ayudaba a encontrar una forma de reconstruir lo que había sucedido. Para mí, ese lenguaje se convirtió en la forma de escapar".

"Creo que Susie y yo comprendimos que podíamos ser felices y que la felicidad es una forma de insubordinación ante, no sé, la vida, supongo. Que era una elección (...) Nadie puede controlar lo que le sucede, pero sí podemos elegir cómo reaccionar. Hay en ello cierto desafío, de cara a la indiferencia del mundo y a su aparente crueldad casual".

Sobre hacerse mayor

"Tengo la gran ventaja de haber pasado una buena parte de mi vida cometiendo terribles errores (...) La gente mayor puede estar rota, pero también somos grandes depósitos de vivencias y, si hemos puesto la debida atención al mundo, hemos cosechado una cierta cantidad de sabiduría. Es algo significativo, de valor".

Sobre su madre

"El amor de mi madre fue siempre mi soporte vital (...) Me dejó experimentar el mundo de manera plena, incluida la parte oscura: adicciones, duelos, rupturas, decepciones, todo eso. Por su amor, no me hundí del todo. Mi madre siempre estuvo ahí como una red de seguridad."

Sobre la heroína

"Mi propósito era distinto del de muchos drogadictos. Alguna gente consume psicodélicos porque le encanta el caos y el desorden: yo tomaba heroína porque encajaba con mi necesidad de tener una vida conservadora y bien ordenada. ¿No estás viéndolo de manera positiva en retrospectiva? No. Estoy seguro de que eso es un vicio. Te levantas por la mañana con una necesidad en particular, tienes la compulsión de conseguir droga, así que la consigues, te inyectas, y por la tarde, haces lo mismo otra vez. Y así es básicamente como sucede, una y otra vez. Un año tras otro".

Sobre volver a escribir canciones convencionales

"Hay una profunda nostalgia por las viejas canciones que sigue a nuestra banda como un amodorrado perro viejo. Supongo que The Bad Seeds existen desde hace tanto tiempo que alguna gente se siente muy apegada a ese pasado, o por decirlo con mayor precisión, a su propio pasado: lo consideran tiempos mejores. Así que la idea de que hagamos un tipo de música distinto les parece casi una traición, pero no podemos permitir que los impulsos nostálgicos o sentimentales de ciertos fans de toda la vida detengan el progreso natural del grupo".

Sobre el impulso creativo

"He sacado más de veinte discos y simplemente no puedo seguir haciendo lo mismo una y otra vez. Es necesario moverse, al menos una parte del tiempo, en el mundo del misterio (...) Para mí, el impulso creativo es una especie de perplejidad y a menudo se experimenta como algo disonante y desconcertante".

Sobre la música actual

"Actualmente la música me resulta irritante la mayor parte del tiempo. Creo que puede tener algo que ver con la edad y con el trauma, pero ¡también con el hecho de que buena parte de la música de hoy es altamente irritante! Es decir, supongo que siempre fue así, pero antes yo era más fuerte y resistente a la estupidez. La ignoraba. Ahora soy vulnerable a ella. Me duele más. ¡Me lo tomo todo personalmente! Quizás estoy siendo poco amable".

Sobre el poder del arte

El arte debe tener la capacidad de mejorar las cosas. Si no, ¿para qué sirve? Creo que la música, en particular la música en directo, tiene la capacidad de elevarnos a nuestra mejor expresión. En el momento colectivo de un concierto, a la gente la vincula la música. Eso, en sí, posee fuerza moral (...)  Hay algo que une y eleva el alma colectiva. Y está la disolución del yo, el verse incorporado a algo que nos trasciende. ¿Dónde podemos acceder a esa sensación hoy en día, salvo en una iglesia?".