En 'El filo de Wenlock', un relato de 'Demasiada Felicidad', el libro más celebrado de Alice Munro, la recientemente fallecida Premio Nobel de Literatura relata, con su brillantez habitual, un relato de abusos sexuales en los que la pareja del 'viejo Purvis', el abusador, colabora activamente con él para agredir sexualmente a la narradora. La lectura del cuento cobra ahora un matiz diferente tras las acusaciones realizadas por su hija menor, Andrea Robin Skinner, contra Gerald Fremlin, quien fuera marido de Munro entre 1976 y la muerte de él en 2013. El mismo año de su boda, Fremlin habría violado Skinner. Ella tenía nueve años. Según la misma denuncia, Munro conocía los hechos al menos desde 1992, pero decidió mantener su relación con su marido.
Este domingo, Andrea Robin Skinner (57) tercera hija de la desaparecida Alice Munro, empezaba así su artículo en el Toronto Star (Canadá): "En 1976, fui a visitar a mi madre, Alice Munro , a pasar el verano en su casa de Clinton, Ontario. Una noche, mientras ella estaba fuera, su marido, mi padrastro, Gerald Fremlin, se metió a la cama donde yo estaba durmiendo y me agredió sexualmente. Yo tenía nueve años. Era una niña feliz, activa y curiosa, que acababa de darse cuenta de que no podía crecer para ser un perro pastor de ovejas, una gran decepción, ya que amaba tanto a los perros como a las ovejas".
A partir de ahí, según refiere Skinner, empezaron para ella larguísimos años de acoso por parte e Fremlin, -exhibición, comentarios lascivos, insinuaciones y tocamientos- mismos que generaron en ella una serie de problemas psicológicos que iban desde la bulimia a la depresión. "A la mañana siguiente no podía levantarme de la cama -continúa su relato Skinner-. Me había despertado con mi primera migraña, que con el paso de los años se convirtió en una enfermedad crónica y debilitante que persiste hasta el día de hoy. Anhelaba volver a casa, a Victoria, para estar con mi padre, Jim Munro, mi madrastra, Carole, y mi hermanastro, Andrew".
Fueron casi 50 años de una conspiración de silencio, según Skinner, para quien a fama de su madre fue un factor determinante en el velo que se corrió sobre el abuso, a pesar de que ella misma se lo contara a la Premio Nobel en una carta de 1992. "Querida mamá -comenzaba- . Por favor, busca un lugar en que estar a solas antes de leer esto... He estado guardando un terrible secreto durante 16 años, Gerry abusó sexualmente de mí cuando tenía nueve años. Toda mi vida he tenido miedo de que me culparas por lo que pasó”.
Y aunque Skinner nunca asegura que su madre la culpó, si que afirma que esta no solo dudó de su versión de los hechos, ("eras una niña tan feliz" dice Skinner que le dijo su madre con incredulidad) sino que mantuvo su relación con Fremlin. Incluso, cuando, tras distanciarse de ellos, reunir finalmente valor para denunciarlo en 2005 y que el hombre, de 81 años en aquel entonces, fuese sentenciado a dos años de libertad condicional y a mantenerse alejado de menores de 14 años por el mismo periodo de tiempo. A pesar de todo eso, Munro siguió a su lado ochos años más, hasta que el supuesto agresor murió de cáncer en 2013.
Al parecer, según el testimonio de Skinner, Fremlin habría amenazado a la autora con llevar las cosas un nivel más allá: "Fremlin actuó rápidamente. Le dijo a mi madre que me mataría si alguna vez iba a la policía, y escribió cartas a mi familia, culpándome por el abuso. Describió a mi yo de nueve años como un destructor de hogares y dijo que el hecho de que mi familia no interviniera sugería que estaban de acuerdo con él", ha señalado también Skinner, para matizar cualquier idea de complicidad de su madre con los hechos. Asegura, sin embargo, que "confrontada con la verdad de lo que había sucedido, mi madre eligió quedarse con mi abusador y protegerlo. Y su fama hizo que el silencio continuara".