El lado oscuro del Nobel: escritores que dijeron no y la 'maldición' que cayó sobre otros al ganarlo

El 11 de octubre de 2007, Doris Lessing, 81 años, vecina de West Hampstead, en Londres, volvió de hacer la compra del día -consistente, al parecer, en alcachofas y cebollas- acompañada de su hijo. Le costó bajar del taxi. Y cuando lo logró, se encontró con un montón de periodistas esperándola en su casa. "¿Se ha enterado ya? Le acaban de dar el Nobel". "Oh, por dios", respondió con gesto exasperado y se dio la vuelta para agradecer y pagar al taxista. "¿Como se siente?" la interrumpieron los periodistas. "Llevan hablando de esto treinta años, hay cosas más emocionantes" respondió ella apartándolos con la mano.

Lessing -que cuando fue a recibir el Premio dio un discurso titulado 'Sobre no ganar el Premio Nobel'- despachaba aquel día a los perplejos periodistas con un "¿Que esperáis de mí? Todo esto es rudo y maleducado. He ganado todos los malditos premios europeos, todos y cada uno, así que sí, 'estoy encantada' 'es el premio mayor'... ¿Os vale así?".

Razones para odiar

No es que la señora Lessing tuviera nada en contra del premio en sí mismo -ni del millón de euros que se embolsa el ganador o ganadora- pero ocurre que para algunos autores, el más alto honor al que puede aspirar un escritor, es un decir, tiene ciertas desventajas. Algunas de tipo político, como ocurrió con el filósofo francés Jean- Paul Sartre que simplemente no quería verse relacionado con ningún tipo de poder institucional e incluso llegó a advertir a la Academia Sueca que no se lo dieran "ni este año ni nunca". EL jurado hizo caso omiso y en 1964 le concedió el premio que, por supuesto, Sartre rechazó, tal como había advertido. “Si firmo Jean-Paul Sartre no es lo mismo que si firmo Jean-Paul Sartre, ganador del Premio Nobel de Literatura” dijo. Los comerciales de Gallimard deben hacerse quedado contentos.

Más deprimente es el caso del gran Boris Pasternak -autor de clásicos como 'Doctor Zhivago'- quien al recibir la noticia del premio se sintió, y así se lo contó a la Academia por telegrama en un telegrama de seis palabras, "Inmensamente agradecido, afectado, orgulloso, deslumbrado, confundido". Lástima que era 1958 y era la Unión Soviética post stalinista. Al buen Pasternak le hicieron la vida imposible, sus colegas rusos le dieron la espalda, fue humillado y rechazado y hasta amenazaron con retirarle la ciudadanía si se entregaba a la corrupción occidental del Nobel.

Nueve días después de haber recibido la noticia, Pasternak claudicaba ante la presión: "Estimado Nikita Sergeyevich. Me dirijo a Usted, al Comité Central del Partido Comunista Soviético y al gobierno. Por el informe del camarada Semichastay supe que el gobierno no pondría obstáculos a mi salida de la URSS. Eso para mí es imposible. Estoy ligado a Rusia por mi nacimiento, mi vida y mi trabajo. No puedo imaginarme mi suerte separado de Rusia y fuera de ella. Cualesquiera que hayan podido ser mis equivocaciones y errores, nunca me imaginé que me encontraría en el centro de una campaña política como la que ha sido agitada en torno a mi nombre en Occidente. Dándome cuenta de esto, informé a la Academia Sueca de mi rechazo voluntario del Premio Nobel". :(

Soledad

En otros casos la sola idea de pasar de ser un escritor o escritora, cuyo trabajo suele requerir grandes dosis de aislamiento, a una 'figura pública' es simplemente insoportable. La concesión del Nobel es quizá lo más cerca que estará cualquier escritor a ser una 'estrella de rock" pero no a todos les viene bien. Sin ir muy lejos, desde que Annie Ernaux lo ganara en 2022, siempre se ha quejado de habner perdido un tiempo valiosísimo para escribir. “Antes solo era una escritora. Ahora soy un icono, un símbolo, todas esas palabras pomposas que carecen de significado para mí”.

El caso más grave, sin embargo, se lo anotó la Academia Sueca en propia puerta: en 1974 le condecía el premio a los también suecos Harry Martinson (poeta) y Eyvind Johnson (novelista) con la particularidad de que Martinson era, de hecho, miembro de la Academia. Por supuesto le llovieron las críticas y Martinson intentó suicidarse -algunos dicen que, poeta al fin, haciéndose el harakiri- pero sobrevivió para morir cuatro años después en medio de una aguda depresión.

Así las cosas, tampoco sorprende que otros autores, como Steinbeck, calificara el premio como 'el beso de la muerte' por considerar, además, que recibirlo significaba tener al menos un pie en la tumba.

Este jueves se anuncia al ganador de este año. No sabemos si estará contento o no, pero todos tenemos claro que no será Murakami.