Amparo Mendo, escritora: "El Madrid de los 30 olía a jabón de la Toja y a Anís del Mono, a esperanza y violencia"
"Tras la crisis de 2008, muchas amigas tuvieron que reinventarse para sobrevivir, en numerosas ocasiones con hijos en la universidad
En su primer libro, Amparo narra los primeros años de vida de su segundo hijo, diagnosticado con TEA.
"Tengo una edad en la que hay más historia por detrás que por delante"
La escritora y periodista Amparo Mendo estaba rodando el documental 'The Healing Notes' ('Las notas que curan', 2014) con los hermanos Martos, violinista y chelista de Garnati Ensemble, cuando conoció la figura de Yehudi Menuhin. Justo en ese momento de su vida llegó a sus manos el diario de su bisabuelo, Miguel Gorgé, un lutier que trabaja en su taller de Madrid y que inspira ahora la primera novela de la escritora: 'El alma del violín' (Editorial Con M de Mujer)
Sin embargo, no es ninguno de ellos, sino dos mujeres, Julia y Daniela, las protagonistas de esta historia. "Tenía claro que quería contar una historia que fuera homenaje a las mujeres que nos precedieron, nuestras abuelas y madres", explica durante nuestra entrevista. Las ha escogido a ellas porque quiere que tras leer el libro, el lector se plantee la pregunta de "si las mujeres somos cuidadoras porque es algo inscrito en nuestro ADN o porque miles de años nos han situado siempre en esa posición", relata la autora.
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¿Cómo era aquel Madrid del inicio de los 30 del Ritz, el Copacabana, Lhardy o el Casino que aparece en el libro?
Era un Madrid convulso por una Segunda República que se tambaleaba entre extremos de uno u otro signo (¡qué espantosos son siempre los extremos!), pero que había logrado despertar a la ciudad unas ansias de cosmopolitismo y vanguardia inéditas.
En esos lugares que se mencionan en la novela había glamour, pero era también el Madrid de las conquistas sociales de las clases trabajadoras, de los derechos de la mujer, de la educación para todos. Olía a jabón de la Toja y a Anís del Mono, a esperanza y violencia en la misma proporción.
Luego volvemos al 2014, ¿cómo es este nuevo mundo del siglo XXI para esa mujer que protagoniza las páginas?
Los años de la joven Julia que se describen en la novela abarcan desde mediados los años treinta hasta 1944, en plena posguerra española y a un año de terminar la II Guerra Mundial. De Daniela, una mujer en plena madurez que se refugia en Galicia tras una vida tranquila (pero monótona cuando descubre lo que fue la de Julia), se narran unos meses que abarcan desde diciembre de 2014 a marzo de 2015. Ambas son hijas de sus respectivos tiempos.
También hay desamor en ‘El alma del violín‘. ¿Qué supone una infidelidad más allá de los 50?
Supongo que Daniela hubiera perdonado sin demasiada dificultad una aventura extraconyugal de una noche. Pero lo que descubre es lo que ella considera una traición porque esa relación entre su marido y y su mejor amiga parece prolongarse en el tiempo, mucho más allá de un escarceo. Es también el momento en que se plantea la previsibilidad de toda su vida y lo poco que le gusta ese no haberse saltado jamás el guion preestablecido para muchas mujeres de su generación.
En el libro hablas sobre los sueños, ¿con qué sueña una mujer de más de 50?
Supongo que depende de la parte del mundo en la que hayas nacido. En mi caso y mi entorno, sueño con ver en la cola del paro al tío que decidió que las profesionales liberales de esa edad y mayores no servíamos ya para el mercado laboral. Y al que nos volvió invisibles e imposibles para la publicidad, el cine, el entretenimiento, los medios de comunicación y otras expresiones de cultura.
Si hubiera nacido en otras latitudes y con otro color de piel, mi prioridad sería el alimento de los míos. Y esto no significa que se convierta en la vieja excusa de “las mujeres estáis peor en otros lugares” o “habéis avanzado mucho, ¿de qué os quejáis?”. Mi sueño particular es vivir tranquila y sin sobresaltos, a ser posible escribiendo historias.
¿Crees que las mujeres de más de 50 tienen aún que reivindicar sus sueños?
He visto a muchísimas colegas que, tras la crisis de 2008, tuvieron que reinventarse para sobrevivir, en numerosas ocasiones con hijos en la universidad. A una edad en la que empiezas a pensar en esas clases de yoga o encaje de bolillos a las que nunca te apuntaste, tienes que empezar de cero.
Tu experiencia ya no cuenta, sobre todo a la hora de cobrar. Y te dicen aquello de que, ahí afuera, la lista para reemplazarte es larga. Antes de soñar, primero tienes que sobrevivir. Esto nos ha afectado tanto a hombres como a mujeres, pero a nosotras en mayor medida, como siempre.
¿Qué le dirías a la mujer que fuiste a los 20?
Aunque te creas lo contrario, no sabes nada de nada. Así que rebaja un poquito esos niveles de soberbia porque la vida te va a dar unas cuantas leches.
¿Y a la de los 30 y 40?
Inventa. No es cierto que no tengas imaginación y que solo te sientas válida para escribir historias reales. El periodismo te ha dado esa herramienta maravillosa que es el lenguaje y puedes usarla de una forma distinta.
¿Cuáles son los retos que encuentras a la hora de iniciar un nuevo proyecto literario?
No tengo mucha experiencia en lo literario. ‘Nadie tan feliz’ (Temas de hoy, 2005) narraba los primeros diez años de vida de mi hijo Javier, diagnosticado con TEA, así que era una historia real. He participado en tres libros colectivos de relatos. ‘El alma del violín’ es mi primera novela. Pero hay tres cosas que intento aplicar a todo lo que hago, ya sea escribir una novela o o el guion de un documental: documentación, rigor y honestidad.
¿Crees que para escribir hay que haber vivido antes?
La Literatura está llena de casos que dicen lo contrario. Pero en el mío, rotundamente sí. Creo que siempre seré más periodista que escritora: puedo escribir del dolor porque lo he sentido antes.
¿Qué aporta la experiencia a la escritura?
La capacidad de extrapolar un sentimiento o una emoción a una vivencia completamente distinta a la de la experiencia propia.
¿En qué piensas más: en el pasado o en el futuro?
Me observo pensando en el pasado demasiadas veces. Pero es lógico: tengo una edad en la que hay más historia por detrás que por delante. El hecho de tener un hijo con diversidad funcional también me obliga a pensar con mucho detalle en ese futuro en el que ya no estaré presente. Pero me gusta mucho imaginarme escribiendo siempre.
¿Algo que hayas aprendido en los libros?
¡Todooooooo! Leer es una forma de experimentar otras vidas, de adquirir conocimiento, de huir de realidades feas, de consuelo y empatía por existencias aún más horribles, de aprender a amar la diferencia, de ponerse en la piel de los otros... No concibo la vida sin libros.
¿Y en los años más recientes de tu vida?
¿Dispones del próximo mes para que te responda? Si tuviera que resumirlo, sería algo así: no creas que el universo se conformará con golpearte una vez; puede que sean dos, tres o cinco. Pero no dependerá de él que te conviertas en una sobreviviente. Después, nunca serás la misma. Pide ayuda. Y ama sin reservas.