Su padre José y su tío Lorenzo lucharon en la Guerra Civil, "en los republicanos a pesar de ser de familias burguesas". También su suegro, "en los nacionales a pesar de ser un joven aragonés de izquierdas". Se ha empapado de sus historias, todas ellas de juventud sesgada. Arturo Pérez-Reverte ya había usado esta guerra del 36 en alguno de sus libros, pero nunca como 'el' asunto. Pero ahora sí. Ahora se lanza de lleno con 'Línea de Fuego', una novela coral donde se narran los diez primeros días de la batalla del Ebro, en la que se inventa "un lugar que no está en los mapas" y "unos personajes que nunca existieron" con el objetivo claro de "desideologizar" y subrayar que "en el barro de la trinchera solo hay horror".
"Siempre evité el tema, solo lo usé de telón de fondo en algunos capítulos de otros libros. Pero es que hay cosas que han cambiado ahora: la gente que hizo la Guerra Civil y me lo contaron de viva voz desde los dos bandos, mi abuelo, mi padre, mis tíos, se ha ido muriendo y solo queda el discurso de buenos y malos y se está usando de un modo ideológico en política. Eso es peligroso, porque la idea se vuelve simplista si no están los vivos para confrontarlo", ha explicado en rueda de prensa ante varios medios.
"Hace poco oía a un político joven y pensaba, no, no, lo que dice está mal. No es un discurso de blanco y negro. Hubo gente en la guerra que fue obligada a luchar en un bando, otros estaban allí por casualidad, gente que la llevaron de su pueblo… al acercarte a lo humano, cambia el discurso. Hay que acercarse a la gente que estuvo luchando, los que de verdad pagaron el precio caro de la guerra. Pretendo acercar de un modo literario los testimonios humanos, que veamos cómo nuestros padres y abuelos estuvieron allí y lo pasaron mal. La idea es desideologizar. No todo combatiente del lado nacional era fascista ni del lado republicano era rojo", añade enseguida.
Estamos hablando de 680 páginas, de las que habrá una primera tirada de 150.000 ejemplares en España, 50.000 más en América Latina. Y en las que el escritor ha intentado muy intensamente narrar la contienda con realismo: "No pretendo contarle al lector lo que fue esa batalla, sino que la sienta. Llevarle de la mano al frente y decirle, mira, esto fue la guerra. Y te lo cuenta alguien que sabe lo que es una, no que se lo han contado. Quiero que la huela, pase sed, le salpique la sangre, resbale sobre los casquillos de bala en las trincheras…".
Se trata pues de una novela con el innegable sello Pérez-Reverte. Es decir, un tercio de experiencia propia en las siete guerras civiles que cubrió como reportero, un tercio de la memoria familiar que le han ido contando los suyos, y un tercio de documentación, ya que dice haberse leído todo lo que ha caído en sus manos sobre esta batalla, de un lado y del otro. De hecho, la idea que tenía es que tras las primeras 100 páginas, al lector le diese igual de qué bando fuese el personaje que contaba su pedazo del conjunto.
"La herida de la Guerra Civil la han reabierto, no es que siga abierta. Los políticos de entonces quisieron cerrarla por razones diversas, estaba resuelto, era historia. Pero cuando no hay una base intelectual seria en la política, cuando no se basa uno en conocimientos y talla política, hay una tendencia bastarda pero comprensible en usar el blanco y el negro para enfrentar”, explica.
Preguntado sobre las previsibles críticas de uno y otro bando, Pérez-Reverte es claro: "No pretendo limar asperezas, soy un novelista que cuenta historias y que vive de ello además. No tengo misión ideológica, que el mundo lo arreglen las ONG o los políticos. La novela sé que no va a gustar ni a los unos ni a los otros, sé que voy a tener críticas y me produce cierto retorcido placer. Sería muy triste que no provoque malestar en los que usan la guerra civil ideológicamente, sus críticas me hacen extremadamente feliz”.
"La guerra no la ganó nadie, solo Franco y su núcleo. Y perdieron los jóvenes de los dos bandos, nuestros padres o abuelos, esa juventud quemada. Yo que no tengo lagrima fácil, me emocionaba al leer para documentarme, no lloraba, pero me emocionaba… Esos niños que se ponían el pantalón largo por primera vez para ir a la guerra y eso cómo no te vas a emocionar”, explica.
Preguntado por sus personajes femeninos, Reverte ha explicado que ninguna republicana cruzó el Ebro, al menos que haya quedado documentado, pero necesitaba personajes femeninos que fuesen "mujeres formadas, disciplinadas, con una preparación técnica, serias, cualificadas". Su idea era incidir en que "la mujer fue la gran perdedora, en tres años perdió un siglo. De ser autónoma y libre, a esclava y sumisa. Por eso necesitaba a personajes mujeres que supiesen lo que se estaban jugando".
También ha querido Pérez-Reverte recrear el sin sentido de luchar contra tus vecinos. "Muchos de un lado y otro de la trinchera se conocían, habían leído los mismos periódicos, quizá habían tenido la misma novia, eran del mismo pueblo. Esa mezcla de rencor y conocimiento del adversario es muy española, fue una guerra endiabladamente española. De todo ello, lo más soportable era esa relación de enemigos conocidos: treguas para beber todos, porque lo peor de una guerra es la sed y no poder fumar, por ejemplo, cantarse coplas de trinchera a trinchera, humor negro, chistes… Hay algo que incluso enternece. Qué lástima que ese talento, dignidad, coraje, esa capacidad de entenderse con una canción se quemase".
Para finalizar, ha querido subrayar que lo que pretende es abrir una posibilidad del conocimiento. "Es sobre nosotros mismos, nuestra memoria. No es como verla desde fuera, como una peli americana. Estamos aquí porque nuestros padres y abuelos sobrevivieron. Y otros no están porque murieron. No pretendo resolver el conflicto de la guerra, sino que el lector primero que se vea en las páginas y luego piense que su padre perdió una mano en Brunete, por ejemplo, y abra una puerta a conocer la parte humana. Eso es, estimular la parte humana”.