Hace unos años, disfrutar de la lectura era patrimonio exclusivo del formato físico. Todo lo que rodea a los libros era (y para muchos sigue siendo) todo un ritual: acercarse a la librería del barrio sin mayor intención que la de echar un vistazo, encontrar en una estantería ese ejemplar que llevabas semanas buscando sin éxito, descrubrir nuevos autores... Pero siempre con un denominador común: el de tener el relato entre tus manos. Nadie pensaba que, en la actualidad, alguien pudiera susurrarte al oído esa historia que tanto anhelabas conocer. Pero está pasando: los audiolibros son hoy una realidad asentada en el panorama cultural de nuestro país.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Eres más de audiolibros o de tener la estantería llena de ejemplares físicos?
Lejos de quedar en agua de borrajas y con la duda de si será algo coyuntural -el aislamiento por la pandemia ha tenido mucho que ver- o vendrá para quedarse, lo cierto es que el formato está actualmente en auge. Al audiolibro le respaldan los datos: el II Informe de la Voz, realizado por la consultora de comunicación Prodigioso Volcán, muestra cómo uno de cada tres internautas (el 32,2 % de los encuestados) consumió audiolibros en 2020, creciendo la cifra en más de un 5 % respecto al año anterior.
¿Cuáles son los motivos? Principalmente, el hecho de poder compaginar la escucha con la productividad del día a día. Leer un libro implica sentarse y dejar de hacer todo lo que estábamos haciendo para concentrarnos en el argumento. El audio, sin embargo, permite que el usuario se sumerja en la historia sin tener que dejar de trabajar, hacer las tareas de la casa o realizar cualquier otra labor cotidiana. Como señala el mencionado estudio en sus conclusiones, "el audio es el único (formato) que se adapta plenamente a tu actividad diaria". En consecuencia, es posible que este sea uno de los motivos por los que ha ido entrando de lleno en la vida de muchas personas.
¿Otros factores? No siempre tenemos la cabeza a tono para adentrarnos en párrafos densos o relatos complicados. Quizá también dependa del libro que queramos leer o del momento. Disfrutar de los audiolibros no implica dejar de consumir libros a la vieja usanza, de la misma forma que pasar las páginas con el dedo puede no apetecer en un momento dado. En esa convergencia de nuevos y viejos formatos se encuentran los lectores regulares, según una encuesta del programa () de Radio 3.
Como siempre ocurre con lo nuevo, al principio siempre hay reticencias. El hecho de que una persona narre la historia supone, irremediablemente, perder una parte del imaginario mental que se construye al leer las frases. Sin embargo, tal y como reflejan los datos, esta nueva forma de disfrutar de la literatura parece ir cogiendo fuerza. Preguntamos a tres lectores uppers habituales para que nos cuenten sus sensaciones.
Los audiolibros aparecieron en su vida durante las jornadas de trabajo nocturnas en el periodo estival, reponiendo productos en un supermercado. Su labor, monótona y solitaria, le permitía escuchar música o podcasts para distraerse. Pero ocho horas de música le terminaban hartando. Fue entonces cuando, escuchando un episodio de un programa de radio, el locutor recomendó un libro en esta forma de entretenimiento. "A raíz de aquello descubrí todo un mundo de plataformas especializadas en el que actores de doblaje y locutores de radio aprovechaban su voz contando una historia de forma diferente".
Para él, el formato es una experiencia completamente distinta a los libros tradicionales. "Cuando escuchas un texto narrado por otra voz, se interpreta de manera diferente. Ya no el contenido en sí, sino en las emociones o sentimientos", cuenta. El único inconveniente que le ve es la dificultad para anotar observaciones. "Como no tienes el dispositivo a mano, es complicado retroceder", lamenta.
Ávido lector desde su juventud, Miquel aprovechó el confinamiento para probar con esta variante literaria. Escogió una obra que ya había leído cuando tenía treinta años: El arte de la Guerra, de Sun Tzu. Sin embargo, la experiencia no le pareció enriquecedora. Cree que se equivocó con la elección. "Fue decepcionante, era un libro que había disfrutado y evidentemente no era el ideal para escuchar. La repetición de muchos aspectos lo hacía somnoliento; era un cúmulo de expresiones muy parecidas que hicieron que el libro que antes me conquistó ahora me pareciese soporífero", reconoce.
Lo volvió a intentar con otras obras, pero el resultado fue el mismo. "En muchos aspectos se diluye la intensidad del mensaje", opina. "No es lo mismo que interiorices una idea a medida que tú estás leyendo que el hecho de que alguien te lo cuente".
Desde siempre, a María le ha interesado la novela y la poesía. Forma parte de un club de lectura y, mensualmente, se reúne con sus compañeras para comentar las publicaciones que eligen. También probó el audiolibro durante el confinamiento, pero nunca llegó a cogerle el gusto. "Me gusta más la lectura en el libro físico. La edición, la portada, tocar la hoja... Soy tradicional en ese sentido", afirma.
Tanto ella como sus compañeras prefieren tener los libros en la estantería por una cuestión de ritual. Le gusta ir a la librería, escuchar las recomendaciones de las libreras y apuntar observaciones en los márgenes. Cuando se lanzó con el audiolibro, le decepcionó. "Lo que me pasó con los audiolibros es que me perdía, no seguía tanto el hilo como cuando leo de la forma natural. Quizá no lo he probado lo suficiente, pero las experiencias que he tenido no han sido agradables".