Baltasar Montaño o cómo cambiar de vida: "Me hice la cuenta de la vieja y me cogí un ERE para vivir viajando"

  • El autor de 'Sin billete de vuelta' desgrana en su primer libro la experiencia transformadora de sus viajes a lo largo y ancho del mundo

  • "Me apeé del sistema, pero ahora he encontrado un carril de vida que me gusta y me aporta cosas nuevas"

  • "Cuando vives viajando, en cada despedida dejas atrás una onda expansiva de daño"

Avanzar, conocer, escudriñar. Abandonar un destino y seguir viajando. Recorrer el mundo es un arte que se le da bien al escritor y periodista Baltasar Montaño. Pero la jungla madrileña parece que se le resiste a este explorador del siglo XXI. Acaba de saltar de un tren y al coche hay que cambiarle la batería. Debe improvisar un medio para llegar a la cita con Uppers sorteando los contratiempos de la gran ciudad. No hay problema. El autor de 'Sin billete de vuelta' (Círculo de Tiza), el primer libro de Montaño, aparece tarde, pero rebosante de aventuras. Las vividas y las que están por vivir. Con él hablamos de si los sueños se cumplen como uno quiere y en qué momento su cabeza hizo clic y le permitió hacer del viaje su modo de vida.

¿Qué es lo que lleva a un periodista de éxito a dejarlo todo y a recorrer el mundo?

Yo creo que es una inquietud personal, el amor por el viaje, pero también la búsqueda del movimiento. No te voy a decir de lo nuevo porque yo he viajado mucho por trabajo y también por placer, pero siempre con billete de vuelta. A mí me excitaba desde jovencito viajar sin billete de vuelta, con todo el tiempo del mundo para disfrutar de los países a los que voy. La única forma que yo veía para hacer esto era dedicarle tres meses a cada país, dependiendo de cómo sea el país; en México, por ejemplo, he estado seis meses. Luego, a raíz de las reflexiones que he introducido en el libro, me he dado cuenta de que lo que iba buscando era una vida diferente, una vida imprevisible, un poquito más anárquica y quizá más divertida, pero también más complicada.

Casi todos intentamos hacer estable lo inestable, huir de la incertidumbre. Pero precisamente, tú vas en su búsqueda. ¿Qué te da la incertidumbre?

Me he dado cuenta de el movimiento y la incertidumbre, al viajar solo, además, me obliga a estar muy pendiente del entorno en el que me muevo, tanto si voy por una calle, si subo a un autobús o si alquilo un coche o una moto. Esas cosas diferentes que te pasan en países que no conoces, por muy lejanas o cercanas que sean sus culturas, a mí me excita, me pone, me genera movimiento y me da placer.

¿Eso te pasa siempre que viajas?

A ver... Hay veces que te chocas con la realidad... pero me he dado cuenta de que es mi forma de vivir. Llevo ya seis años así. Esa incertidumbre me gusta.

Tu momento clic no llegó en la madurez, sino a los 30 años. ¿Qué te hizo pensar que el trabajo tenía fecha de caducidad?

Primero hice la cuenta de la vieja. Pensé: "ya que que puedo aguantar hasta los 80 o 90 años, voy a dedicar la primera parte de mi vida a formarme como periodista económico, a mi trabajo, a mi vida en Madrid (soy de un pueblecito de Badajoz), y la otra mitad de mi vida voy a ser libre para dedicarme a lo que me dé la gana".

¿Y lo pensabas realmente?

No me lo creía de verdad. Era una idea. Pero me fue muy bien en mi trabajo y con 35 o 38 años dije "¡oye! A ver si con 40 y pico dejo de trabajar". Y fui armando un modelo alternativo al tradicional para poder vivir sin trabajar.

¿Cómo te lo planteaste en concreto?

Lo primero que hice fue apuntarme a un ERE voluntario en el diario El Mundo y llevarme una muy buena indemnización. Luego me fui de año sabático a Australia con mi ex, vivimos ocho meses entre Australia y Nueva Zelanda en autocaravana. Cuando volvimos de ese viaje, en 2012, yo ya vine con el chip cambiado: era la vida que yo quería. Me incorporé a mi nuevo periódico, Vozpópuli, estuve cuatro años, pero ya le avisé al director.

¿Impusiste tú las condiciones? ¿Le dijiste a tu jefe que querías trabajar durante un tiempo concreto?

Le dije: "yo voy a estar cuatro años aquí, voy a seguir ahorrando, pero esto tiene fecha de caducidad. Yo no quiero hacerme mayor trabajando. Y lo cumplí. Había tomado la decisión en Australia, pero durante años mi cabeza ya lo había pergeñado.

¿Tuviste que tomar alguna decisión personal, aparte del trabajo? ¿Dejar una pareja, estar menos tiempo con la familia o los amigos? ¿Cómo se lo tomaron?

Yo fui avisando a mi entorno y nos reíamos todos porque no nos lo creíamos ni ellos ni yo. Pero cuando volví de Australia y anuncié que trabajaría cuatro años y luego me iría, mis padres y mis hermanos no lo entendían, aunque ellos sabían que algo iba a cambiar en mi vida. Yo no salí huyendo porque tuviera un mal trabajo o por una ruptura sentimental o un problema de salud. Fui creando las pautas para poder hacerlo. Poco a poco, lo han ido aceptando, aunque mi madre no lo ha aceptado todavía.

Antes hablabas de tu expareja. Eso de los amores en cada puerto... ¿es una leyenda urbana?

¡Es leyenda urbana! Pero sí es verdad que en alguno de mis viajes ha surgido alguna historia. Yo soy heterosexual, puedes estar seis meses sin tener ninguna relación con ninguna persona y luego surgen cosas especiales. Ahora, en México, ha surgido una historia muy especial. Y eso está vivo. Me ha pasado alguna otra vez más, pero no ha llegado a eso 'del amor en cada puerto'. Y además hay muchas cosas imprevisibles. También tengo el problema de las despedidas: yo siempre abandono el país, siempre voy avanzando, viajando, cambiando de continente. No te puedes comprometer. Yo siempre voy con la verdad por delante, pero luego es cierto que ese chispazo, esa chispa amorosa, sensual y sexual surge. Cuando surge, se aprovecha en la medida en la que las dos partes lo pueden disfrutar.

Las despedidas en tu caso merecen capítulo aparte. ¿Llegas a preparártelas?

Es lo más complicado de mi forma de viajar. Por mucho que yo avise de que estoy de paso, hay cosas que luego te enganchan y te arraigan al sitio. Por mucho que intentes explicarlo, vas dejando tras de ti una onda expansiva que es daño, un daño recíproco porque yo también he sufrido en un par de despedidas. ¿Por qué pasa esto? Porque siempre está eso de que "este se va a quedar. Como le gusta mucho México, se va a quedar". Haces daño y te haces daño a ti mismo. Eso siempre pasa factura.

Lo de México parece que sí ha dejado huella...

Es una cosa que está viva. ¿Cómo lo manejas? ¡Como puedes!

Te apasiona escribir y, además de tu blog, acabas de publicar tu primer libro, 'Sin billete de vuelta'. ¿Te ha resultado complicado dejar de lado al periodista y convertirte en escritor?

Es la primera vez que escribo un libro, un libro de viajes cargado de reflexiones vitales del viajero, de un viajero de cierta edad, en su madurez, ni viejo ni joven ni todo lo contrario. Y también un libro explicativo de cómo cambiar de modelo de vida y cómo se puede viajar sin billete de vuelta y con tanta libertad cuando se viaja solo. Hasta el libro yo escribía en mi blog (www.elblogdebalta.com), donde contaba mis aventuras en Myanmar o en el Amazonas. Pero escribir un libro ha sido alucinante. He sido como un becario, con una inseguridad impresionante. Y tiré de mis amigos y amigas, escritores y periodistas, para que me corrigieran antes que la editora, Eva Serrano, de la editorial Círculo de Tiza, que fue quien me propuso hacer el libro.

¿Te arrepientes de haberte mostrado tan inseguro?

Eso me sirvió para trazar una línea de escritura. La editora empezó a corregirme, me dijo que tenía que ser más reflexivo, contar mi modelo de vida. Y, así, la cosa empezó a ir muy bien y empecé a coger confianza. Ser periodista es distinto a ser escritor, más cuando eres periodista económico, que es un área muy árida donde hay que ser muy explicativo, eso no es tan bueno para un libro de viajes, en el que hay que ser evocador.

Viajas la mayor parte de tu tiempo, acabas de escribir un libro... Suena a que estás cumpliendo tu sueño. ¿Estás viviendo la vida que querías vivir?

No. Cuando volví de Australia y Nueva Zelanda estaba seguro de que viviría en una situación de libertad, que había comprado mi tiempo, aunque suene muy grandilocuente. Pero nunca imaginé que iba a estar tan cómodo en esta nueva vida, pese a que es una vida incómoda: pasas frío, pasas calor, subes seismiles, haces deporte, pero te lesionas, sufres problemas de inseguridad en algunos países, en Myanmar me enfrenté al ejército, en México hay que tener cierto cuidado al viajar... Nunca imaginé que me gustaría tanto este movimiento, esta vida imprevisible.

¿Ni por un momento quieres parar?

¡No! Ahora vuelvo a México y a finales de año me voy a África. Voy a ir a África con toda mi energía de mis 50 años y con muchísimas ganas. Pensé que en algún momento me cansaría, pero no. Cuando ocurra, me adaptaré y bajaré el ritmo. Pero, por ahora, me siento súper cómodo.

La paradoja es que has encontrado el centro descentrándote.

Algo así. Me he apeado del sistema, me he descentrado, pero ahora he encontrado un carril de vida que me está gustando y me aporta un montón de cosas nuevas. Todo eso está en el libro: la manera en cómo se tratan las personas de otras culturas, los sabores, el idioma... No soy antropólogo, pero el libro tiene un componente antropológico y sociológico. Lo que sí soy es periodista, me gusta ver, escudriñar, siempre me meto en los callejoncitos, por las carreteras secundarias. Lo hago por placer, no por chulería.

¿Nos falta algo de ese espíritu explorador, sobre todo entre los jóvenes, la etapa en la que explorar sería lo más natural? ¿Qué le dirías a un chico de 20 años?

No le animaría a replicar mi modelo de vida porque no es replicable. Yo no creo que sea bueno dejar de trabajar. A un chico o a una chica de 20 años le diría que se formara, sabiendo que una carrera universitaria ya no es una garantía de buen trabajo y buenos ingresos, que se aclarara bien sobre a lo que quiere dedicar su vida en los próximos años, que intentara trabajar (es lo que tenemos que hacer todos), pero que cuando estuviera a media vida, no dejara de pensar en cosas alternativas, fuera de su zona de confort.

En cierta medida, ¿les animarías o nos animarías a dar tu paso?

En lugar de dejar de trabajar de manera radical como hacemos algunos locos, lo que habría que hacer es tomarse un año sabático, una parada, tres o seis meses para pensar en la distancia, mejor solo, para valorar la situación en la que se está y decidir si es el modelo en el que quieres seguir (lo más probable) o si hay que hacerse un plan para cambiar de vida en unos años. ¿Por qué hay que estar 45 años trabajando y cotizando como periodista? Podemos trabajar una parte de nuestra vida de una forma y, a lo mejor, en la segunda parte de la vida podemos dedicarnos a otra cosa en tiempo parcial. Tiene que haber variación. No podemos quedarnos esos 40 o 45 años de vida laboral siempre en el mismo carril.

Para terminar, vamos a aprovecharnos de tu sabiduría viajera: ¿el amanecer más hermoso?

Dos. Uno en Natal, en la Patagonia chilena, cerca de las Torres del Paine. Después de estar nueve días en la montaña, con la mochila, me quedé en Puerto Natal a descansar, a comer buen pescado y a disfrutar del pisco. Algunas de esas mañanas fueron impresionantes. El segundo amanecer impactante fue en un carguero, en el Amazonas. Ver el agua chocolate del Amazonas, la manta verde de la selva y el sol salir es impresionante. Aún se me pone la carne de gallina.

¿Y el atardecer más bello?

Muchos. Soy patrón de barco y me gusta la navegación. Cuando se está navegando, los atardeceres en el mar, esa línea de corte entre el sol, el horizonte y el mar es de una belleza que me encanta. También en el altiplano boliviano. A 4.000 metros de altura, hay lugar llamado Salar de Uyuni donde el atardecer es impresionante: solo el sol y el blanco de la sal.