¿Qué pasó con Carmen Laforet? Coincidiendo con el centenario del nacimiento de la autora de 'Nada', su obra, su lugar dentro de la literatura española del siglo XX y los detalles más íntimos de su biografía rebrotan en forma de nuevas ediciones, artículos y datos que reavivan la curiosidad sobre la figura de la escritora barcelonesa. A menudo, acompañados por el adjetivo "misteriosa".
Es cierto que lo poco que se conoce sobre su vida privada en lo suficientemente sustancioso para alimentar la leyenda. Una chica huérfana de madre que en su veintena huyó de su casa familiar en Canarias hacia su Barcelona natal escapando de una "odiosa madrastra". Que volvió a huir hacia Madrid poco después y que, a los 23 años, ya tenía publicada su primera novela, 'Nada'. Un texto redondo sobre una joven de su edad en la Barcelona de posguerra que se ganó el favor de la crítica y los lectores en 1945 y gracias al cual la editorial Destino le otorgaría el que fuera el primer Premio Nadal de la historia.
Pero ese texto con el que compitió por el premio junto al 'En el pueblo hay caras nuevas' de José María Álvarez Blázquez, y que después seguiría consolidando su éxito, jugó un efecto adverso en la obra de Laforet. Le costó el rechazo de su familia. Aunque la autora lo desmientiera para evitar la carga, el texto tiene tintes autobiográficos en los que infierno y la soledad de su protagonista, Andrea, trazan lazos con la vida de la propia autora, que cumplió la mayoría de edad mientras escapaba en barco a la ciudad condal. Donde tampoco la escasa familia que le quedaba la acogió como esperaba.
Laforet tardaría cinco años en publicar su siguiente novela, 'La isla y los demonios' (1950), que ambientó en Canarias y en su infancia y otros cinco en publicar 'La mujer nueva' (1955), donde muestra su faceta mística y religiosa. Pero antes de que eso ocurriera y apenas un año después del éxito de 'Nada', en 1946, Carmen ya estaba casada con el periodista Manuel Cerezales González, con quien fue madre de cinco hijos. Tres de los cuales han seguido el legado literario de sus padres. Uno de ellos, Agustín Cerezales Laforet (64 años), reivindicaba recientemente con motivo del centenario en XLSemanal la obra de su madre más allá del hit de 'Nada'.
"No me ha sorprendido comprobar, al tropezar aquí y allá con un papel perdido, al releer sus libros, qué constante y coherente fue a lo largo de toda su vida y de su obra, que en el caso de la novela abarca un periodo de treinta y tantos años, y en el de los artículos muchos más", escribe el hijo en la revista. En 1963 publicó 'La insolación', el primer volumen de la trilogía' Tres pasos fuera del tiempo', del cual solo llegaría a publicarse el segundo ('Al volver la esquina', 2004 -el mismo año que falleció la autora-), siendo este una segunda versión de las galeradas que no terminaba de convencer a Laforet pero cuya publicación autorizaría.
En los comienzos de la siguiente década, relata Agustín Cerezales, coincidiendo con la separación de sus padres, empezarían a aparecer en los textos de la escritora algunos indicios de su declive cognitivo. "En los artículos de esos primeros años setenta ya menciona su 'enmohecimiento', lo que pronto empezará a llamar 'grafofobia'. También aparecen interesantes y misteriosas reflexiones sobre los juegos de la memoria", describe.
A través de los años junto a ella, de las pistas y comentarios sobre sus dolencias que ella misma dejaría en sus textos y artículos, y a pesar de un falso diagnóstico de Alzheimer que se le atribuyó como excusa a sus silencios o espaciadas publicaciones; su familia, junto al neurólogo Antonio Gil-Nagel, ha determinado que Carmen Laforet muy probablemente padeció el Síndrome de Mesulam o afasia progresiva primaria. Una patología que se manifiesta paulatinamente y muy prolongada en el tiempo y que, según narra Cerezales, "empieza con dificultades, episodios de afasia en el habla o en la escritura, y a diferencia de otras, como el alzhéimer mismo, puede afectar a los mecanismos de la memoria pero respeta la capacidad intelectiva y la capacidad afectiva".
Como se esfuerza en recordar al lector su hijo, a la escritora le pesó durante mucho tiempo no haber podido dar más a su público, lamentándose de no haber sido lo "suficientemente rebelde". Pero, recuerda Austín: "Todo lo que escribió, incluso en los momentos de mayor dificultad, resplandece".