Raymond Chandler decía de él que era el único hombre capaz de parecer duro sin sacar la pistola. Humphrey Bogart redefinió todo un género, el cine negro, con una actitud de cinismo indiferente, pero en la vida real le importaban muchas cosas: su carrera, su whisky y sus mujeres. En especial, claro, la última, Lauren Bacall. Su matrimonio pasó a la posteridad de Hollywood como una relación perfecta y, según todas las fuentes, lo fue. Pero eso no impidió que Bogart le fuera infiel. Era otra época. Una de la que él fue el máximo símbolo.
La expresión distante, desapegada e impasible con la que Bogart ha pasado a la historia proviene de una infancia en la que no recibió cariño por parte de sus padres. Él era un cirujano cardiopulmonar, ella una ilustradora con tanto éxito que ganaba el triple de dinero que su marido. El matrimonio discutía constantemente a gritos y las peleas se volvieron más intensas con el paso de los años: ambos bebían sin parar y además él era adicto a la morfina.
Maud Bogart instruyó a sus hijos para que le llamasen por su nombre de pila en vez de "mamá". "Cuando hacías algo bien" recordaría el actor, "te daba un toquecito en el hombro, como hacen los hombres. Cada beso era un evento". Aun así, el niño pasaba mucho tiempo con su madre porque ella lo utilizaba como modelo para sus ilustraciones y fotografías. Para mantener la adorabilidad del muchacho Maud le obligaba a llevar el pelo en bucles, lo cual provocaba las burlas de sus compañeros de escuela.
A pesar de su aspecto callejero, Humphrey estudió en los colegios más exclusivos de Nueva York. Sus padres esperaban que fuese a la universidad de Yale, pero se matriculó en Phillips y fue expulsado en el primer semestre por empujar al director a un lago. Sin nada que hacer, Humphrey decidió alistarse en la marina en plena Primera Guerra Mundial. "A los 18 años la guerra parecía genial. ¡París! ¡Chicas sexys!", contaría después.
Humphrey Bogart pasó varios años trabajando en el teatro porque, según aclaraba él mismo, era el trabajo más adecuado para un vago con ganas de llamar la atención como él. Pero esa actitud era una fachada. Lo cierto es que su trabajo le importaba más que nada y su obsesión por alcanzar el éxito como actor arruinó sus dos primeros matrimonios: estaba tan centrado en triunfar que apenas prestaba atención a sus dos primeras esposas.
Cuando Robert Mitchum le pidió consejo, su respuesta fue "Oponte a todo". Esto sí era verdad. A causa de su familia, Bogart sentía un profundo rechazo por las convenciones sociales, las apariencias y las obligaciones. Lo que sí era, eso sí, era muy educado. En Hollywood se decía que era capaz de meterse en el bolsillo a cualquiera en 30 segundos. Eso hizo con Spencer Tracy, uno de sus mejores amigos y el primero en llamarle por el apodo que lo inmortalizaría, "Bogie".
Pero la industria tardó en darse cuenta de su magnetismo. Tras su mudanza a Hollywood en 1930 (después de que el crack del 29 causase el cierre de casi todos los teatros), llegó a rodar una película cada dos meses. A veces rodaba las escenas de una por el día y las de otra por la tarde. Y siempre hacía de malo porque, tal y como él lamentaba: "Hay algo en mi cara que no le gusta a la gente". Pero durante aquellos años fue forjando la identidad que lo convertiría en estrella: rudo pero vulnerable, sarcástico pero autocompasivo, solitario pero honrado.
Su segunda mujer alegó en los papeles de divorcio que el actor no hacía otra cosa que beber. De Bogart se decía que siempre parecía venir de una borrachera o dirigirse hacia una. Lo cierto es que aquel segundo matrimonio terminó porque él pretendía que ella no trabajase y, cuando ella triunfó en el teatro, decidió continuar con su carrera en vez de quedarse de ama de casa como él quería.
Esta frustración llevó a Bogart a beber aún más y cayó en una depresión que su tercer matrimonio, con la también actriz Mayo Methot, no contribuyó a aplacar pero sí a hacer mucho más entretenida. Su amigo Julius Epstein definió la relación entre Humphrey y Mayo como "la secuela de la Guerra civil".
A él le gustaban las mujeres celosas y peleonas, pero Mayo iba más allá: estaba convencida de que su marido le era infiel con cada mujer con la que interactuaba (a menudo tenía razón) y tenía la costumbre de arrojar cualquier objeto que tuviera a mano durante las discusiones (macetas, ceniceros, teléfonos). En una ocasión prendió fuego a la casa. En otra apuñaló a Humphrey.
Él la provocaba, porque disfrutaba con las discusiones, y cuando ella se ponía violenta él respondía con más violencia. Pero según testimonios de la época fueron los consejos de Mayo lo que construyó el mito de Bogie. Ella le ayudaba a elegir y preparar papeles, le señalaba sus puntos fuertes, le indicaba cómo funcionaba su fotogenia y le instruía en el lenguaje corporal, estático pero expresivo, que debía adoptar ante la cámara. Y lo cierto es que un par de años después de casarse con Mayo Methot, Bogart consiguió su primer éxito como protagonista, 'El último refugio'. Tenía 41 años, muchos más de lo que la mayoría de estrellas de Hollywood cuando triunfan primera vez.
Para cuando Bogart conoció a Lauren Bacall, una modelo de 19 años que debutaba en el cine con 'Tener y no tener', ya era el rey de Hollywood. 'El halcón maltés' y sobre todo 'Casablanca' habían seducido a millones de espectadores imprimiendo el personaje-arquetipo que Bogart ya representaría hasta su muerte en el folclore de Hollywood. Rick, su personaje en 'Casablanca', anteponía el honor, el deber y la dignidad a su propia felicidad y se convirtió inmediatamente en un símbolo de la resistencia durante la guerra cuando todavía quedaban tres años de contienda.
'Tener y no tener' se rodó en 1943, cuando él tenía 43 años, 24 más que su compañera. Una noche Bogart entró en su camerino y, como si aún estuviesen en una película, le levantó la barbilla con la mano suavemente, se agachó y la besó. Después le dio un paquete de cerillas para que apuntase su número de teléfono. Según el director de la película, Howard Hawks, de quien Bogart se enamoró fue del personaje que ella hacía en 'Tener y no tener'. Así que (siempre de acuerdo con la versión de Hawks) la actriz tuvo que pasarse el resto de su vida interpretándolo.
La química entre ambos era única porque dentro y fuera de la pantalla parecía que comprendían algo que nadie más comprendía. Incluso hablaban entre ellos a un ritmo distinto al resto de las personas. Al fin y al cabo, la frase "Sabes silbar, ¿no? Juntas los labios y soplas" no tiene sentido pero suena increíblemente glamourosa cuando ella la dice.
No empezaron su relación inmediatamente. Él intentó salvar su matrimonio con Mayo Methot, pero en cuanto quedó claro que no había nada que hacer se divorció y se casó con Bacall a los diez días. Aunque Bacall siguió trabajando (y rodó dos películas más con Bogart, 'El sueño eterno' y 'Cayo Largo'), lo cierto es que apenas hizo una película al año mientras estuvieron casados.
"Él quería una esposa. No quería una actriz. Había estado casado ya con tres actrices y desde el principio me dijo 'Te quiero y si quieres tener una carrera haré todo lo que esté en mi mano para ayudarte, pero no me casaré contigo'. Quería una esposa que fuera con él y estuviera a su lado. Y eso era lo que yo deseaba, por eso quería hijos. Él nunca había tenido hijos. Yo era feliz siendo su esposa. Me encantaba, porque lo amaba de verdad", explicaría Bacall años después.
En 1949 tuvieron un hijo, al que llamaron Stephen por el personaje del actor en 'Tener y no tener', y tres años después nació su hija Leslie, bautizada en honor a Leslie Howard. (Howard, conocido por interpretar a Ashley Wilkes en 'Lo que el viento se llevó', le consiguió a Bogart su primer gran papel en el cine en 'El bosque petrificado'. Falleció en 1943 cuando un avión nazi derribó el avión en el que viajaba sobre el cielo de La coruña).
Él siempre la llamó "Baby". Ella bautizó involuntariamente al icónico Rat Pack, cuando vio a Bogart y a Sinatra volviendo de una juerga y exclamó "Parecéis una panda de ratas". Años después le preguntaron en qué consistían las reuniones del Rat Pack y ella respondió "en beber bourbon hasta que amanezca".
Detrás de este amor de película había una relación paralela. La versión oficial es que Bogart era un mujeriego empedernido (la actriz Joan Blondell dijo que las cremalleras se habían inventado para que Bogart pudiese echar aún más polvos) que sentó la cabeza con Bacall, su gran amor. Pero Verita Thompson aseguró que él nunca fue monógamo.
Thompson era una peluquera a la que Bogart contrató para que cuidase de sus peluquines. El actor empezó a usarlo en 'El tesoro de Sierra Madre' (1948) y ya nunca apareció en público sin él, dada su profunda inseguridad. Verita contó que estaban juntos cuando conoció a Bacall y siguieron juntos hasta la muerte del actor, en una relación que se prolongaría durante 17 años.
En 2005, cuando el huracán Katrina arrasó Nueva Orleans, la casa de Verita Thompson, ya anciana, se vio afectada pero ella reaccionó con mucha guasa: "Lauren Bacall no consiguió echarme de Hollywood. El Katrina no va a conseguir echarme de Nueva Orleans".
Medio en broma pero, a la vez, probablemente muy en serio, siempre se ha dicho que en el rodaje de 'La reina de África' (que tuvo lugar en Uganda y el Congo) todo el mundo se puso enfermo excepto Bogart y el director, John Huston, porque ellos no bebían agua. "Solo nos alimentábamos de judías en lata, espárragos de bote y whisky escocés" dijo el actor, "Si un mosquito nos picaba se moría inmediatamente".
En 1955 le diagnosticaron un cáncer de esófago, tras décadas fumando y bebiendo, y se sometió a una operación de nueve horas en la que le extirparon el esófago, desplazaron su estómago y le extrajeron una costilla. Bogart siguió fumando, pero se pasó a los cigarrillos con filtro.
Un par de semanas después de su 57º cumpleaños, recibió la visita de Frank Sinatra, Katharine Hepburn y Spencer Tracy. "Buenas noches, Bogie", se despidió Tracy apoyando la mano en su hombro. "Adios, Spence", respondió Bogart poniendo su mano sobre la de su amigo. "El corazón de Spencer se paró" escribiría Hepburn en sus memorias, "al entender lo que quería decir".
Dos días después Bogart falleció. Pesaba 36 kilos. A su funeral asistieron Judy Garland, David Niven, Bette Davis, Joan Fontaine, Marlene Dietrich, Errol Flynn, Gregory Peck, Gary Cooper y cientos más de estrellas, ejecutivos y admiradores. En aquella despedida, como durante su vida, parecía que a todo el mundo le caía bien Bogie. Sus restos fueron incinerados pero en el ataúd metieron un silbato que él le había regalado a Lauren Bacall. Tenía una frase grabada: "Si me necesitas, silba".