"Quino no tuvo más remedio que, como Peter Pan, quedarse niño": su editora nos escribe una última carta de despedida
Lola Martínez de Albornoz, editora de las obras de Quino en Lumen, escribe para Uppers esta última carta al dibujante, al que admiró y conoció bien
"Siempre podemos seguir acudiendo a sus libros y rescatar al niño que hemos sido, aquel de sabiduría auténtica y corazón puro, que todavía no se ha corrompido", escribe la editora
"¿Cómo no identificarse con esa niña inteligente, combativa, solidaria e independiente?"
Siempre me ha asombrado la vigencia de Mafalda. ¿Cómo pueden unas tiras cómicas creadas hace más de cincuenta años, en unas circunstancias y en una sociedad tan distintas de las actuales, seguir resonando de manera tan poderosa en nosotros, y de igual manera en niños y en adultos? El mundo en el que vio la luz Mafalda era muy diferente del actual. Para hacernos una idea de lo distinta que era aquella sociedad, basta decir que en España, cuando apareció el primer libro de tiras en Lumen, en 1970, la cubierta llevaba una banda lateral que decía: "Solo para lectores adultos".
¿Cómo no identificarse con esa niña inteligente, combativa, solidaria e independiente?
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Esa primera edición se agotó en muy poco tiempo y enseguida las tiras se convirtieron en un best seller que inundó todos los hogares de nuestro país. Dudo mucho que entre esos lectores no se colaran innumerables niños nacidos en el franquismo y sedientos de todo aquello que vislumbraban a través de las tiras de Mafalda: una invitación a pensar, a huir del prejuicio, a formarse su propio criterio, a amar y a soñar con un mundo mejor. Y qué decir de las chicas: ¿cómo no identificarse con esa niña inteligente, combativa, solidaria e independiente?
Preguntado por la clave del éxito de su heroína, Quino contestaba: "Será porque el mundo propicia, día a día, las reflexiones que salen de Mafalda". Y es verdad que, aunque aparentemente el mundo haya cambiado mucho, los grandes temas del ser humano siguen siendo los mismos: el amor, el desamor, el odio, los celos, la soledad, la vejez, la incomprensión, la amistad, los derechos humanos, la empatía, el miedo... Por lo que hoy abrimos las páginas de los volúmenes de Mafalda, y las viñetas nos hablan como si hubiesen sido dibujadas esta misma mañana para salir en el periódico de hoy.
Quino contestaba: "Será porque el mundo propicia, día a día, las reflexiones que salen de Mafalda"
"Ser un ser humano es probablemente una enfermedad incurable", decía el dibujante, quien sin embargo buscó esa cura incesantemente a través de su extensísima obra, que va mucho más allá de Mafalda, y que no me cansaré de recomendar. Una cura que probablemente resida en la inocencia para querer cambiar el mundo y en el humor para reírse de todo.
Quino no consiguió cambiar el mundo lo suficiente, pero no cabe duda que lo mejoró mucho. Me pregunto si para ello no tuvo más remedio que, como Peter Pan, quedarse niño y no crecer. No todos hemos tenido esa suerte, o esa lucidez mental: tarde o temprano todos nos convertimos en adultos y ya no tenemos remedio. Por fortuna, siempre podemos seguir acudiendo a sus libros y rescatar al niño que hemos sido, aquel de sabiduría auténtica y corazón puro, que todavía no se ha corrompido.
Hoy, en estos tiempos de incertidumbre y de desafección, Quino se nos ha ido. Pero nos quedan Mafalda, Felipe, Susanita, Manolito, Miguelito, Guille y Libertad, y leerlos se ha convertido en un acto de urgencia. Pero mañana con toda probabilidad lo seguirá siendo. Igual que Don Quijote salió de sus páginas hace cuatrocientos años y se hizo de carne y hueso para andar su camino entre nosotros, ya ha sucedido pase lo mismo con Mafalda, y a buen seguro permanecerá guiando el camino de muchos lectores por los siglos de los siglos.