Javier Giner es un yonqui. Él mismo se ha colocado el adjetivo, y lo ha hecho además con un propósito. El mismo que tiene su libro, 'Yo, adicto' (Ed. Paidós), una obra de no ficción en la que narra su "relato personal de dependencia y reconciliación" con la cocaína y el alcohol, y con la que quiere visibilizar la enfermedad de la adicción -reconocida como tal por la OMS-. Llamarse yonki es su manera de "resignificar esta palabra", dejar de usarla como algo ajeno y de los márgenes, como "un arma arrojadiza que provoque vergüenza y recriminación" y darse cuenta de que la adicción es onmipresente, sin mirar hacia otro lado. "El yonki es el estereotipo, el muerto viviente de la epidemia de la heroína de los 80. Pero vivimos rodeados de toxicómanos y yonkis como yo, que nunca he perdido un trabajo y he mantenido una estructura funcional incluso en mis épocas más salvajes", cuenta el guionista y director de cine y teatro ('Taxi Girl', 'El amor me queda grande', 'Save me') al otro lado del teléfono.
Lo hace más de una década después de ingresar por voluntad propia en una clínica de desintoxicación (en 2009). Un paso que dio por decisión propia ya adentrado en la treintena pero para el que, reconoce en sus páginas, contó con el soporte económico y emocional de sus padres y entorno. Y donde se recuperó también con ayuda profesional. Ese testimonio en el que los soportes también son protagonistas genera un contraste inevitable con el reciente testimonio de Miguel Bosé, que en una entrevista con Jordi Évole reconocía haber consumido dos gramos de cocaína al día durante más de 20 años pero en el que apelaba a su fuerza de voluntad -y señalando su frente- al 'poder de la mente', para salir de ahí.
P. En tu libro haces mucho hincapié en que superaste tu adicción con ayuda, ¿qué te parecieron las declaraciones de Miguel Bosé asegurando que él había dejado la cocaína con fuerza de voluntad y de un día para otro?
"Me resultó verdaderamente una aberración lo que dijo Miguel Bosé. Yo no tengo por qué poner en duda que lo que cuenta es real, pero quiero decir que si tú has estado consumiendo durante 20 años dos gramos de cocaína diarios, como dices, no estamos hablando de consumir, estamos hablando de una adicción en toda regla. Y cuando hablamos de adicción, hablamos de enfermedad. Nadie jamás sale de una adicción, de una enfermedad, con fuerza de voluntad. Y mucho menos, solo. Estamos hablando de una enfermedad que destroza vidas, que provoca la muerte. Yo tuve la suerte de ponerle fin (porque pedí ayuda y me sacaron del hoyo), pero hay gente que continúa en ese hoyo hasta que se mata. Me parece muy poco generoso y empático decir 'es que todo está aquí' y hacerlo con ese relato épico. ¿Entonces qué ocurre con los miles de millones de personas que están enganchados ahí fuera? ¿Tú tienes una mente más privilegiada que ellos?".
P. Ese pensamiento mágico de 'yo consumo pero lo dejo cuando quiera' se escucha con frecuencia en boca de otros personajes televisivos, ¿cuesta reconocerse como adicto?
"Yo me he descubierto haciendo cosas que no quería hacer. Preguntándome por qué las estoy haciendo si sé que me están dañando pero no poder controlarlo. Un adicto no es una persona que consume, es una persona que no puede dejar de consumir. Por eso es tan importajnte pedir ayuda. Es aceptar que la enfermedad se ha hecho con el mando. Y por eso me resulta tan irreal esto de Miguel Bosé de 'de esto salí solo'. Cuando tú estás enfermo, tu identidad es microscópica, no hay fuerza, no hay autocuidado ni lógíca. Los toxicómanos somos grandes expertos en autoengaño y en no identificarnops a nosotros mismo como tal. Eso hace que nos cueste tanto pedir ayuda, es tan importante lanzar el mensaje de 'pide ayuda' por esto mismo".
P. Como también escribes, hay todo un soporte social y cultural que incita al consumo alcohólico. Sin embargo, el tabú al hablar del problema del alcoholismo cuando este se da en nuestro propio entorno es fuerte
Existe esa creencia de que 'como yo no me bebo un litro de vodka cada mañana cuando me levanto de la cama, no soy alcohólico'. Bueno, yo fui capaz de estar incluso en los momentos más duros de mi adicción tres y cinco días sin consumir una copa de vino. Y eso no me hace menos alcohólico. Por eso es tan importante hablar con naturalidad, no estamos entrenados ni tenemos la información suficiente como para poder identificarlo. A no ser que te conviertas en un estereotipo, nadie lo ve cono un problema de adicción. A mí se me decía: 'tienes mal beber, se te va la pinza, qué mal te sienta, ayer te pasaste con las copas...'. Frases hechas que todos conocemos pero tras las que, en ciertos casos, hay una enfermedad.
P. Tus padres se involucraron en tu recuperación también económicamente, ¿cómo vivieron ellos y tu entorno todo el proceso?
Mis padres, lamentablemente, fueron testigos directos del descalabro. Cuando pedí ayuda recibí una respuestas maravillosa. Al salir tras estar aislado en la clínica y habiendo sido ellos testigos del proceso y de en quien me he convertido, la alegría es inmensa. Tengo un amigo que me decía 'es que eres más Javi que nunca'. Dejar atrás la enfermedad implica que te vuelves a recuperar a ti mismo.
P. ¿Qué papel han jugado la edad y la madurez en tu problema de adicción y en tu proceso de recuperación?
Realmente, la adicción es absolutamente transversal. No entiende de edad, ni de raza, clase ni orientaciones sexuales. Yo he compartido tratamiento con gente jovencísima, de 16-17 años y con gente de 62, de 57 y de 53. Mi experiencia es que es absolutamente transversal, lo que sí es cierto es que, por lo que me comentan los profesionales en salud mental a los que tengo acceso, es que cada vez ataca a generaciones más jóvenes (ahora estamos viendo el tremendo drama con la ludopatía y el cannabis).
Para mí, a lo largo de los años, la de mi desintoxicación sigue siendo la historia más importante que he vivido en primera persona. No es solo mi historia, es que probablemente sea el proyecto más importante que he llevado a cabo.