¿Quién compuso los villancicos más famosos que vas a acabar cantando estos días?
'El pequeño tamborilero' no lo compuso Raphael, 'Los peces en el río' no surgió en una Navidad flamenca, y 'Hacia Belén va una burra' no es una canción anónima
Los villancicos que entonarán esta Navidad millones de personas son obra de Antonio Soler, un religioso español que vivió en el Monasterio de El Escorial en el siglo XVIII
La magia de Soler consiste en saber combinar ritmos populares como las seguidillas con los de la música culta
'El pequeño tamborilero' no lo compuso Raphael. 'Los peces en el río' no surgió en una Navidad flamenca. Y 'Hacia Belén va una burra' (una burra, no una birra, por si había dudas) no es un cántico popular de autor anónimo. Los villancicos que entonarán esta Nochebuena millones de personas son obra de un religioso español que vivió en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en el siglo XVIII. Se llamaba Antonio Soler y fue uno de los músicos más famosos de su época.
Maestro de capilla del monasterio de San Lorenzo de El Escorial
MÁS
Antonio Soler nació en Olot en 1729. Con apenas seis años, ingresó en la Escolanía de la Abadía de Montserrat, en Barcelona, donde inició sus estudios de música y órgano. Tras ser ordenado sacerdote por la orden de los Jerónimos, dedicada exclusivamente a la contemplación, fue nombrado maestro de capilla de la catedral de Lérida. Años más tarde, se trasladaría al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ligado también a la orden jerónima, donde su destino cambió radicalmente.
Durante la época de los Borbones, la música española tiene en el Monasterio de El Escorial uno de sus centros difusores más significativos. Tras estudiar con Domenico Scarlatti y con José de Nebra, vicemaestro de la Real Capilla, el padre Soler alcanzó el puesto de maestro de capilla, cargo que ejerció hasta su fallecimiento en diciembre de 1783.
Fue nombrado por el rey Carlos III maestro de música del infante don Gabriel, para quien compuso buena parte de su obra instrumental. Como maestro de capilla del monasterio escurialense, Soler compuso un gran número de obras vocales: misas, lamentaciones, motetes, himnos, magnificats y villancicos dedicados, fundamentalmente, a la Navidad y al Corpus.
Obras eternas
Los villancicos navideños del padre Soler son sencillamente mágicos. Según la crítica, su dominio de la técnica imitativa y homofónica y la combinación entre la música popular, como seguidillas y tonadillas, y la culta (arias, recitados o minués) hacen que estas pequeñas composiciones estén consideradas uno de los monumentos de la música española del siglo XVIII.
En el momento de su muerte, había escrito más de cuatrocientas composiciones. Lamentablemente, gran parte de su obra se perdió bien porque no se había documentado por escrito o porque fue destruida por las tropas francesas durante la invasión de 1808. Sin embargo, gran parte de su obra se mantiene viva, año tras año, en cada Navidad.