Tennessee, cuatro décadas de rock, baladas y tupés: “Mejor el romanticismo que el perreo”
El grupo madrileño de rock and roll, que publicó su primer disco en 1985, superó una racha en el olvido para reaparecer con fuerza: prevén setenta conciertos para este año
El pasado diciembre recibieron un homenaje en Parla, la localidad que les vio nacer como banda, con la inauguración de un monolito en su Paseo de la Fama
La música que se hace ahora les deja fríos: “Rosalía tiene muy buenos arreglos, pero luego no me entero de lo que está diciendo”, opina Isidro
Conciertos por toda España, nuevas grabaciones, homenajes… Podría parecer que los chicos de Tennessee se rigen actualmente por su agenda de 1989, pero no es así. En pleno 2023, el añejo trío madrileño de rock and roll que forman Roberto Gil (58), Amancio Jiménez (58) e Isidro Arenas (59) —en otros tiempos cuarteto— está viviendo una segunda juventud. “Desde que volvimos a juntarnos en 2004 hemos sido muy prolíficos, incluso hemos ido a disco por año”, dice Amancio. “Estamos disfrutándolo muchísimo más, porque la experiencia nos ayuda a disfrutar del camino, a disfrutar cada vez que nos subimos a un escenario o cada vez que nos metemos en un estudio de grabación”.
Su resurgimiento nos dejaría boquiabiertos si no fuera porque aquí en Uppers ya hemos documentado puntualmente el renovado auge de otros músicos que empezaron en los ochenta, como La Frontera, La Guardia, Los Rebeldes o Un Pingüino en mi Ascensor. “Hay una corriente de grupos veteranos que siguen ahí, funcionando a muy alto nivel y tenemos la suerte de estar entre ellos”, prosigue Amancio. “No alcanzamos la popularidad de Rosalía, Ana Mena o Aitana, pero a la chita callando vamos viviendo de la música, haciendo lo que nos gusta, y seguimos conectando con nuestro público, que afortunadamente es mucho”.
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No deja de ser paradójico que en estos tiempos de música de usar y tirar hecha por ordenador, cierto sector del público, cada vez más amplio, reivindique efusivamente a las bandas que despuntaron en los felices ochenta y principios de los noventa y que en el ocaso del pasado siglo quedaron temporalmente relegadas. “Creo que todos hemos pasado esa travesía en el desierto —opina Roberto—, no sé si es que fue una maldición para los grupos de nuestra generación, pero de repente hubo como una especie de vacío”. Tanto fue así, que en 1995 Isidro, desanimado, desertó para intentarlo en solitario y en 1998 hizo lo propio Gregorio, otro de los miembros fundadores. Amancio y Roberto se centraron durante varios años en trabajar en la versión española del musical “Grease”.
Un resurgimiento generacional
Pero desde que en 2004 publicasen El regreso, con Isidro de vuelta en la formación, el volumen de actividad no ha hecho sino seguir tendencia ascendente. Amancio apunta a una explicación sociológica: “He tenido muchas veces esta conversación con Javier Andreu, de La Frontera, y hemos llegado a la conclusión de que a finales de los noventa nuestro público estaba teniendo hijos, lo que les impedía ir a los conciertos. Nosotros mismos también estábamos criando a nuestros hijos. Y ahora que los hijos son mayores y viven por su cuenta, resulta que los que estamos entre los 50 y los 60 tenemos más tiempo, trabajos más o menos estables, buena salud en general, y queremos disfrutar del tiempo que nos queda con la música que nos ha hecho sentir”. Las redes sociales también han ayudado a fortalecer esa red de seguidores maduros, que ahora acuden a los conciertos con sus hijos.
En 1985, cuando publicaron su primer álbum (“Tennessee”, en una pequeña compañía, Dial Discos), el grupo era una rara avis dentro de la burbujeante música española: en unos días en que imperaba la nueva ola, el punk, el rock duro y el pop desenfadado, su inspiración era el rock and roll clásico, el rockabilly y el doo-wop, venerables sonidos de los años cincuenta. “Fue muy difícil, lo teníamos casi todo en contra”, dice Roberto. Compartieron su primera entrevista en la radio con Barón Rojo. “Siempre tuvimos el favor del público”, añade. “Cada vez que hacíamos una actuación o cualquier evento, nuestra gente nos arropaba, nos quería, se emocionaba con lo que hacíamos. Era un orgullo diferenciarnos de los demás, estar fuera de las corrientes que imperaban en televisión o radio”.
Habían crecido en la localidad madrileña de Parla empapándose de la música y la estética (tupés, brillantina, trajes vintage) del rock clásico. “Cuando murió Elvis, en 1977, me di cuenta de que me gustaba el rock and roll”, cuenta Roberto. “Escuchábamos discos de nuestros padres de Cliff Richard, de los Shadows…”. Su temprana inquietud coincidió con un revival de este estilo de música, con grupos como Rocky Sharpe & the Replays, que hicieron furor en 1979 con su disco “Rama lama”, o Matchbox. “Copiábamos su forma de vestir. A veces nos la hacíamos nosotros. Éramos unos rockers pero pandilleros”. Con esos mimbres, cuando tenían 14 años Amancio y Roberto formaron su primer grupo, The Elvis Boys.
Romanticismo elegante
Más solicitados por las cadenas de televisión —“Éramos un grupo familiar, amable, blanco, y grandes de la comunicación como Concha Velasco o María Teresa Campos contaban siempre con nosotros”, explica Roberto; además, sus armonías vocales siempre fueron muy vistosas— que por la radio, el mejor medio de difusión de Tennessee fue el boca a oreja de unos fans entregados gracias a sencillos como “Hoy estoy pensando en ti” (1986), “Tonto por ti” (1988), “Te vi correr” (1989) o “Llueve en mi corazón “ (1991), muchos de ellos baladas.
Canciones bonitas y atemporales que destilaban romanticismo. “Somos cien por cien románticos”, declara Isidro. Están en desacuerdo, por tanto, con la idea, defendida por ciertos sectores, de que el amor romántico es un producto del heteropatriarcado. “No, no, no”, dice Isidro. “El amor romántico existe, ha existido siempre y va a existir toda la vida”.
Interviene Amancio: “No nos sentimos para nada machistas por decir a una mujer qué bonita es. Evidentemente, no es lo mismo decirlo en una canción que por la calle. Siempre hemos hablado de amor, pero de una manera más elegante, más cariñosa, más blanca… más normal. Somos unos tíos muy normales. Nos enamoramos y nos emocionamos con las cosas normales, y eso es lo que contamos en nuestras canciones”.
“Mejor el romanticismo que el perreo”, sostiene Roberto. “No se puede decir ‘qué culo más bonito’, pero lo dicen los perreos”, apunta Isidro. Queda claro, pues, que el perreo y el reguetón no son santos de su devoción. Roberto aclara: “No es que me moleste el perreo en sí; me molesta cómo se trata a la mujer en muchas letras de canciones”. Retoma Isidro: “La ‘Lambada’ [canción de Kaoma de 1989] también era muy sexual, pero nadie se escandalizó. Ahora es todo ‘aquí te pillo, aquí te mato”.
Sin embargo, algunos argumentan que el rechazo que hoy provoca el reguetón entre el público de más edad es exactamente el mismo que causó el rock and roll en sus inicios, género que también se consideraba obsceno y provocativo por los adultos de los años cincuenta. “Pero era por los bailes”, justifica Isidro. “Con Frank Sinatra el público estaba sentado, pero el rock and roll era una forma de bailar, y como tal escandalizó a la gente”.
Una sociedad hipersexualizada
Amancio: “Está claro que ahora vivimos en una sociedad hipersexualizada. En el móvil o el ordenador tienes acceso a sexo continuamente. Abres TikTok y solo te salen niñas en bikini bailando. Y eso está muy normalizado. Se han perdido otras cosas, como la seducción, el poder de la palabra, el escuchar… Pasa con todo: la gente se queda con los titulares, nadie va al desarrollo de la noticia, y eso para mí es un paso atrás. A mí me ha sucedido hablando con algunas personas, que me dicen: ‘Al grano, al grano’. Lo bueno de la comunicación es poder desarrollar una idea. Vivimos más deprisa, y creo que disfrutamos menos de la vida”.
En el ámbito estrictamente musical, opinan que actualmente hay muy buenos grupos, “pero otra cosa es lo que suena en la radio, meros karaokes, refritos de refritos, gente con Auto-Tune…”, lamenta Amancio. “Siempre hay modas en la música, y tenemos que adaptarnos a lo que hay”, dice Isidro. “Pero a mí personalmente no me gusta. Rosalía tiene muy buenos arreglos, pero luego no me entero de lo que está diciendo”.
“Porque al final lo importante no es hacer una buena canción, sino dar un pelotazo, como ha hecho Shakira”, puntualiza Roberto. “Lo importante no es que Tennessee lleve cuarenta años y siga sacando discos, sino que la señora Shakira se queje, y eso a los medios es lo que les importa. Por suerte, siempre hay un reducto de gente a la que le gusta la buena música. Pero lo que prima es el consumo rápido, el pim, pam, pum, y no hay más. Si ahora uno de nosotros se liase con…”
“Yo, me pido yo”, dice Isidro.
“Si Isidro se liase con Pep Guardiola, entonces estaríamos en el top ten”.
Lo que sí tienen, aparte de sentido del humor y fans irreductibles, es el aprecio del municipio que les vio nacer como grupo. El pasado diciembre, Tennesse inauguró su columna en el Paseo de la Fama de Parla. “Rubricar el reconocimiento del lugar del que salimos era una asignatura pendiente para nosotros”, reconoce Amancio. “Nos daban envidia grupos como Danza Invisible, que tienen una calle en Torremolinos; nos hacía mucha ilusión recibir algo así en Parla, y además ha sido por votación popular, lo que nos enorgullece todavía más”.
El pregón que darán el próximo junio en las fiestas de Parla es un apartado más dentro de los planes previstos para 2023. “Se prevé muy buen año —continúa Amancio—, ya estamos por encima de las veinte actuaciones firmadas para para este verano y otras veinte reservadas, o sea que creemos que nuestro objetivo de setenta u ochenta actuaciones lo vamos a cumplir. Y si hay un disco por medio, pues también estaría genial”.