¿Sabías que originalmente ni Mick Jagger ni Keith Richards eran el motor creativo de los Rolling Stones? ¿O que la música de Pink Floyd no siempre fue el fruto del choque de egos entre David Gilmour y Roger Waters? En el mundo del rock hay un epígrafe especial protagonizado por aquellos líderes naturales, seres especiales que estaban llamados a marcar una época pero que se perdieron, o se echaron a perder, antes de tiempo. O bien nos dejaron demasiado pronto en circunstancias dramáticas, o bien se les fue la cabeza por el uso y abuso de sustancias psicotrópicas, o las dos cosas a la vez. Y dentro de esta singular especie están aquellos que estuvieron en bandas que paradójicamente alcanzaron su mayor éxito y popularidad cuando ellos se fueron. A cinco de esas figuras trágicas, muchas veces olvidadas por la Historia, les dedicaremos las próximas líneas.
Hoy cuesta creerlo, pero ni Jagger ni Richards tenían el carisma y molonismo de Brian Jones. Y no solo eso, el guitarrista además era el Rolling Stone fundador, el que tenía más conocimientos musicales y quien dirigió la carrera del grupo en sus primeros pasos. Su único problema es que no era un compositor nato, como sí lo eran los 'glimmer twins'. Cuando la banda empezó a dejar de lado las versiones en favor del material propio, el liderazgo se fue traspasando a Jagger y Richards. Jones siguió aportando ese matiz distintivo que transportaba un tema a otra dimensión (la marimba en 'Under My Thumb', el sitar en 'Paint it Black', el mellotrón en '2000 Light Years from Home'), pero con el tiempo su carácter depresivo y su debilidad por las drogas le fueron aislando del resto del grupo, que terminó expulsándole.
A las pocas semanas de su marcha apareció muerto en la piscina de su casa en circunstancias extrañas, un 3 de julio de 1969. Nunca quedó claro si fue un ataque de asma mientras nadaba o un homicidio. Con él se inauguró el triste 'club de los 27' al que pronto se unirían Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. Desde entonces, los Stones fueron haciéndose cada vez más y más grandes y la huella de Jones cada vez más pequeña.
En 1967 Pink Floyd era una de las bandas más reputadas de la escena psicodélica. Su álbum debut, 'The Piper at the Gates of Dawn', era una obra maestra surgida de la mente genial del cantante y guitarrista Syd Barrett, principal compositor y líder absoluto del cuarteto. Nadie ponía en duda que Syd era especial, pero también era mentalmente inestable. Y se pirraba por las drogas. Una combinación mortal que terminaría fundiéndole el cerebro, literalmente. Syd solía presentarse en los conciertos puesto hasta las cejas de LSD, medio ido, y su comportamiento podía ser totalmente imprevisible. Por eso la banda contrató a un segundo guitarrista, David Gilmour, que le cubriera cuando se pasara de rosca, cosa que empezó a ocurrir muy frecuentemente. Pronto fue evidente que Syd no podía seguir.
La banda tomó la dolorosa decisión de despedir a su líder y, contra todo pronóstico, no solo lograron sobrevivir sino que se convirtieron en algo mucho más grande de lo que jamás habían soñado con discos como 'The Dark Side of the Moon' (1973), 'Wish You Were Here' (1975) o 'The Wall' (1979). Con todo, sus compañeros nunca olvidaron al 'diamante loco' y le dedicaron varias canciones. Cuentan que cuando un día fue a visitarles al estudio ninguno fue capaz de reconocer a aquel tipo gordo, sin cejas y con la cabeza afeitada. Después se encerró más en su casa y en su mente, hasta que falleció en 2006.
De acuerdo. Los líderes de la pendenciera banda australiana siempre fueron los hermanos Angus y Malcolm Young, pero AC/DC nunca habrían sido lo mismo sin las toneladas de carisma que aportaban la presencia e inconfundible timbre de voz de Bon Scott. Un tipo rebelde, salvaje, fiestero y borrachuzo que pasó de ser el conductor de la furgoneta de la banda a su vocalista y 'frontman' definitivo. AC/DC se convirtieron progresivamente en uno de los grupos de hard-rock más prometedores de finales de los 70, pero justo en el momento en el que alcanzaron su mayor éxito con su sexto disco, 'Highway to Hell' (1979), Scott falleció ahogado en su propio vómito tras una de sus noches etílicas, aunque las teorías conspiranoicas no han dejado de sucederse desde entonces.
El grupo, consternado, se planteó disolverse pero la propia familia del cantante les animó a continuar. Contrataron a Brian Johnson, de timbre más chillón, y con él grabaron su particular homenaje a Scott, el monumental 'Back in Black' (1980), que se convirtió en uno de los discos más vendidos de la historia de la música. AC/DC nunca volverían a hacer un álbum tan bueno pero tampoco han dejado de ser una de las bandas más grandes del rock.
Probablemente no haya habido una banda con más cambios de formación en su historia que Fleetwood Mac. Lo fundaron a finales de los 60 el batería Mick Fleetwood y el bajista John McVie, pero el líder de aquel combo inicial era Peter Green, vocalista, compositor y uno de los guitarristas más versátiles y fascinantes que ha dado el blues-rock, que esencialmente era la música que hacían entonces. Para muchos, estaba al nivel de Eric Clapton y Jeff Beck. Durante sus tres años en Fleetwood Mac escribió canciones maravillosas como el instrumental 'Albatross', 'Black Magic Woman', 'Man of the World' y 'Oh Well'. Pero, al igual que Syd Barrett, Green era mentalmente inestable (años más tarde se le diagnosticó un cuadro muy avanzado de esquizofrenia), le daba duro a las drogas y acabó dejando a la banda en 1970 para unirse a una comuna alemana.
Su vida y su carrera post Fleetwood Mac fueron erráticas, tanto como los primeros pasos del grupo tras su marcha. Pero cuando entraron Lindsey Buckingham y Stevie Nicks se reorientaron hacia un pop-rock más accesible que les reportaría una nueva vida comercial. 'Rumours', su disco de 1977, se convertiría en uno de los mayores 'best-sellers' de la historia. Peter Green murió en 2020 pacíficamente mientras dormía.
Como en el caso de AC/DC, no sería justo ni cierto aseverar que Cliff Burton era el líder de Metallica. Ese papel siempre se lo han repartido el vocalista y guitarrista James Hetfield y el batería Lars Ullrich. Pero sí es verdad que el bajista fue un pilar fundamental en los inicios de la banda pionera del thrash metal. Era el único miembro del grupo con nociones de teoría musical, y el único capaz de escribir melodías sin haberlas tocado antes. Además, fue un innovador de su instrumento, incorporando gran distorsión, wah-wah y tapping. Con el tercer disco, 'Masters of Puppets' (1986), en el que las aportaciones de Burton son esenciales, alcanzaron por fin el éxito masivo. Pero justo en la gira de presentación del álbum un accidente del autobús que transportaba a la banda acabó con su vida. Solo tenía 24 años.
A sus compañeros les costó recuperarse del golpe. Las líneas de bajo de su sustituto, Jason Newsted, fueron enterradas en la mezcla final de su siguiente disco, 'And Justice for All' (1989), hasta el punto de resultar inaudibles. Con la llegada de los 90 alcanzarían su mayor triunfo comercial con el denominado 'Black Album' (1991), aunque su posterior giro aperturista hacia otras sonoridades fue muy criticado por algunos fans decepcionados por lo que consideraban una traición al espíritu de los tiempos con Burton.