Que alce la mano quien no haya tenido en alguna ocasión la necesidad de desprenderse de una colección de objetos físicos que no hacen sino acumular polvo y ocupar espacio en nuestros armarios y estanterías. A veces los conservamos por pura nostalgia pero en realidad no nos aportan ningún beneficio práctico. Entonces decidimos deshacernos de ellos, pero no queremos tirarlos al cubo de la basura, sino darles una utilidad de la que puedan beneficiarse otros.
Más o menos eso es lo que le ha ocurrido al periodista William Chislett, que busca donar a las instituciones un lote de 450 vinilos de música clásica que pertenecieron a la gran colección de casi 4.000 de su padre, musicólogo en Oxford. El problema con el que se ha topado es que apenas hay espacio en los conservatorios, facultades y bibliotecas a los que se ha dirigido.
Chislett, que también es investigador senior en el Real Instituto Elcano, expuso su situación en Twitter después de varios meses intentando encontrar acomodo para su colección. “El año pasado ya fui al Real Conservatorio de Música que está en Madrid y me dijeron que tenían interés, pero que no tenían espacio. Después fui a la Biblioteca Nacional y me dijeron que solo podían quedarse con 20 discos de música española", ha contado a 'El Confidencial'.
Tras el tuit pidiendo ayuda que se hizo viral, Chislett ha recibido miles de respuestas con recomendaciones y propuestas. La cuestión es que el periodista pone dos condiciones a la hora de donar. La primera es que tiene que ser a una institución pública, no a una fundación privada. El motivo es que cree que su colección estará mejor atendida en el sector público y así se pueden beneficiar todos los ciudadanos. De hecho, en el pasado ya donó centenares de libros a varias bibliotecas.
La segunda condición, no tan importante para él, es poder obtener un certificado de donación que desgrava un porcentaje del valor de lo donado. Este tipo de certificado lo otorga la Agencia Tributaria a entidades sin fines lucrativos y no todas las entidades lo tienen.
Al parecer, ya se han puesto en contacto con él dos instituciones que se ajustarían a esos requisitos, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Valladolid. “Yo creo que dentro de un mes estará todo más o menos resuelto. Si fuera en la Complutense sería fácil por el traslado ya que vivo en Madrid”, reconoce.
El hecho de que por fin aviste una solución en el horizonte, no impide que Chislett siga creyendo que en España hay un problema con la conservación de las grandes colecciones que pueden tener particulares en sus casas. "Mucha gente mayor, de más de 70 años, lo que van a tener son vinilos, ya que antes no existía Spotify, y no van a tener sitio para poder donarlos”, manifiesta en El Confidencial. Más allá de las primeras ediciones o incunables raros, las bibliotecas públicas no están muy interesadas en viejos vinilos. Quizás la solución sea dirigirse a verdaderos melómanos y no a las instituciones.